La vida para seis mulas que en el barrio Santo Domingo Savio eran utilizadas para transportar carga por las empinadas lomas del sector acaba de dar un cambio radical, pues de soportar cansancio, estrés y hasta enfermedades debido al exagerado tren de trabajo, ahora tendrán descanso de por vida, lo que equivale a la jubilación de los humanos.
Esto gracias a un convenio entre la Alcaldía de Medellín, la universidad CES y empresas privadas de la ciudad, que aportaron los recursos para que el propietario de los equinos los entregara a cambio de recibir dos motocarros con los que podrá ejercer la misma labor, sin incurrir en posibles prácticas de maltrato animal.
El motor de este convenio fue el concejal animalista Álvaro Múnera, quien explica que aunque el intercambio pudo hacerse con recursos de la Alcaldía, al final se logró el concurso de privados en un proceso que duró seis meses.
“Hicimos consultas con la Personería y la Contraloría y esas entidades dieron el aval para que la Alcaldía asignara los recursos dentro de la ley de Protección Animal, pero la Alcaldía prefirió evitar líos jurídicos y logró el aporte privado”, explica Múnera, para quien este canje le pone fin a un problema que indignaba a los vecinos de la zona, pues desde 2009 fueron erradicados los vehículos de tracción animal, pero en Santo Domingo persistía la situación.
Uriel Hernández Toro, dueño de las bestias, admite que seguir sometiendo a sus animales a esta labor se había vuelto insostenible, pues la comunidad, sobre todo la animalista, se veía inconforme.
“Yo tengo 59 años y prácticamente hace 49 que trabajo en esto. Cuando las mulas llegaron acá prestaron un gran servicio, porque no había vías y eran las únicas que podían subir materiales y carga por las trochas”, dice. Pero las vías fueron llegando y el respeto por los animales se volvió una exigencia legal y social y no quedaban muchos caminos.
“Yo, de todas formas, nunca las maltraté, les sobraba comida y agua y les tenía potreros”, afirma.
En el Centro Veterinario y de Zootecnia de la U. CES están los seis equinos. Se hallan en cuarentena mientras se les realizan los exámenes médico-veterinarios para establecer si tienen enfermedades o problemas de salud para luego darlos en adopción.
“Hay que descartar que no tengan anemia infecciosa equina, una enfermedad que es muy contagiosa y es propia de ellos”, advierte el médico veterinario Leonardo Parra, encargado de su atención.
‘El Colombiano’ tuvo acceso a los animales antes de protocolizarse el canje y observó que la mayoría tiene heridas, llagas y úlceras en su piel debido al inadecuado manejo que se les daba a las enjalmas.
“Se les nota problemas de condición corporal baja, algo que se da por múltiples causas” relacionadas con el trato recibido, explica Parra.
Varias veces, las imágenes de estos animales caídos en las calles, agobiados por el peso de las cargas, causaron consternación en la ciudad.
Hoy, por las cuestas de Santo Domingo Savio, en vez de Lola, Mono o Burlona, como se llamaban algunos de los equinos de Uriel, se verán motocarros cargados, lo que evidencia un avance más de Medellín en la erradicación del maltrato animal, algo tan complejo de lograr a plenitud.