Cómo un lobo solitario transformó el ecosistema de una isla

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En 1997, un lobo gris solitario cruzó un puente de hielo que unía brevemente Canadá con la Isla Royale (Estados Unidos) donde se encuentra un parque nacional famoso por su rica biodiversidad. Su llegada a la isla, situada en el Lago Superior, reavivó la decadente población de lobos, afectada por enfermedades y endogamia, y desencadenó una serie de efectos en cascada que mejoraron el ecosistema forestal, según se detalla en un estudio publicado el miércoles (23.08.2023) por la revista Science Advances.

“Cuestiones como la endogamia y la escasa diversidad genética preocupan mucho a los científicos. Este es el primer estudio que demuestra que estos problemas genéticos no solo afectan a una población concreta y aumentan el riesgo de que se extinga, sino que también tienen grandes repercusiones en el resto de las especies”, explicó la autora principal Sarah Hoy, ecóloga de la Universidad Técnica de Michigan.

Población dañada por un virus y la endogamia

Los primeros lobos llegaron a la isla a finales de los años 40. Desde entonces, su presa principal han sido los alces que habitan la isla. Pero en la década de 1980, los lobos sufrieron la llegada del parvovirus canino, un patógeno que implicó una reducción drástica de su población, de 50 a 12 ejemplares.

Aunque la enfermedad acabó desapareciendo, la población no se recuperó. La razón principal fue la grave endogamia, que provocó un menor éxito reproductivo y malas condiciones de salud, como malformaciones de la columna vertebral.

El lobo solitario que lo cambió todo

Hasta que llegó el inmigrante, el lobo identificado como “M93” por los científicos, pero apodado cariñosamente como “El viejo gris”. M93 no estaba emparentado con la población existente, y además tenía la ventaja de ser inusualmente grande, un gran beneficio a la hora de defender el territorio o de cazar alces.

Rápidamente, el ejemplar se convirtió en el macho reproductor de una de las tres manadas de lobos de la isla y llegó a tener 34 cachorros, lo que mejoró enormemente la salud genética de la población y la tasa de mortalidad de sus presas.

El ecosistema de la isla se recupero gracias a M93

Los alces son herbívoros que consumen hasta 14 kilos de vegetación al día. Luego de que los lobos ayudaran a reducir su número, el bosque recuperó su equilibrio, lo que se notó principalmente en los abetos balsámicos, la especie que se utiliza habitualmente como árbol de Navidad.

Con menos alces, los árboles empezaron a crecer a ritmos nunca antes vistos en décadas, lo que es vital para la renovación del bosque y la miríada de especies vegetales y animales que dependen del ecosistema.

Un deterioro genético casi inevitable

Los beneficios traídos por M93 duraron alrededor de una década, pero la situación volvió a empeorar, irónicamente como consecuencia de su éxito reproductivo. En 2008, dos años después de su muerte, el 60% de la población de lobos estaba emparentado con “El viejo gris”, lo que provocó un retorno al deterioro genético.

El propio M93 comenzó a reproducirse con su hija tras la muerte de su pareja, y la endogamia de otros miembros desencadenó un rápido declive de la población hasta 2015, cuando solo quedaban dos lobos: una pareja de padre e hija que además eran hermanastros.

Recuperación de otros ecosistemas en la isla

Afortunadamente, un programa de restauración iniciado en 2018 ha vuelto a equilibrar el sistema, y actualmente hay unos 30 lobos y algo menos de mil alces en la isla.

Para la ecóloga hoy, la idea de insertar solo un pequeño número de individuos podría aplicarse a otras poblaciones de depredadores en peligro que sufren los efectos nocivos de la endogamia, como los leones o los guepardos, para mejorar de forma similar sus ecosistemas.

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