Conoce por qué se celebra el 23 de julio el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines

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En la actualidad, existen más de 80 especies de cetáceos, que incluyen las ballenas, los rorcuales, los cachalotes, los delfines, las orcas y las marsopas. Todas han sufrido una reducción de sus poblaciones a lo largo de muchos años. Algunas especies se encuentran en peligro de extinción o son vulnerables, como la ballena azul, el cachalote y la beluga. Otras experimentan una lenta recuperación poblacional, como en los casos de la ballena jorobada y la ballena franca austral.

Un poco de historia:

La caza de los cetáceos data de épocas remotas. Las evidencias arqueológicas muestran que, 3.000 años antes de Cristo, los humanos ya capturaban ejemplares pequeños que se acercaban a las costas de Groenlandia y Noruega. Sin embargo, recién hacia el siglo XII aparecen datos que hacen referencia a la persecución de cachalotes y ballenas por parte de los vascos.

Con los años, los ingleses, holandeses, daneses, alemanes y noruegos se sumaron a estas prácticas. En esa época, el aceite de ballena era muy cotizado debido a que se utilizaba como combustible de lámparas y como lubricante, entre otros usos.

Las expediciones balleneras arrasaron todos los océanos durante siglos. Pero recién en la primera mitad del siglo XX se comenzó a evidenciar la disminución poblacional de varias especies de cetáceos. Tras varios intentos fallidos de regular la caza, en 1946 se firmó la Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas, la cual dio lugar a la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que perdura hasta el día de hoy. No obstante, esto no logró poner fin a la caza indiscriminada de cetáceos.

¿Terminó la caza de ballenas?

A pesar de que la moratoria prohibió la caza comercial de ballenas por tiempo indefinido, algunos países continuaron con estas prácticas.

Por ejemplo, Noruega e Islandia establecen sus propios límites de captura en sus zonas económicas exclusivas: desde la puesta en vigencia de la moratoria han cazado más de 15.000 ballenas entre ambas naciones.

Por otro lado, Japón y Corea del Sur se han escudado muchas veces en la caza con fines científicos, encubriendo sus prácticas comerciales. Incluso, Japón abandonó la CBI en 2009 al ser rechazada su propuesta de levantar la moratoria.

La caza comercial no es la única amenaza

Las ballenas, los delfines y las marsopas están expuestos a otras amenazas:

  • Capturas accidentales: alrededor de 300.000 individuos son capturados al año por las redes de pesca de forma accidental. Los delfines y las marsopas se encuentran entre los cetáceos más susceptibles a esta amenaza.
  • Colisiones: el aumento en el tráfico marítimo junto con el mayor tamaño y velocidad de las embarcaciones hace que cada vez se produzcan más choques entre estas y los cetáceos. Idealmente, se deben modificar las rutas marítimas para evitar las zonas con mayor actividad de estos mamíferos o, de no ser posible, disminuir la velocidad de navegación.
  • Impacto de la industria: las prospecciones sísmicas que buscan combustibles fósiles en los océanos perturban las áreas de alimentación, el descanso y el sistema auditivo de las ballenas. Además, la explotación petrolífera, los vertederos, los puertos, las pesquerías y el uso recreativo de determinadas áreas marinas afecta de distintas maneras el hábitat de estos mamíferos.
  • Contaminación: las corrientes de agua y aire transportan sustancias químicas y metales pesados hacia regiones que, a primera vista, parecen prístinas. El frío, la escasa luz solar en determinadas épocas del año y la baja actividad bacteriana de las regiones polares hacen que estos contaminantes se acumulen en el ambiente y avancen a través de las cadenas alimentarias hasta llegar a los tejidos de las ballenas. Por su parte, los plásticos presentes en el agua de todos los océanos también afectan gravemente a estos seres vivos.
  • Cambio climático: el aumento en la temperatura de los océanos y el derretimiento de los hielos pone en peligro las zonas de alimentación cercanas al Ártico y a la Antártida. Esto hace que algunas especies deban migrar más lejos para conseguir su alimento e, incluso, afecta la tasa de reproducción de algunas ballenas.

El camino hacia su protección

La preservación de las ballenas y los delfines es de gran importancia no solo para evitar su extinción sino para proteger muchas otras especies que se encuentran por debajo de la cadena alimentaria. Al ser predadores tope de los ecosistemas marinos, los cetáceos ayudan a controlar biológicamente a las poblaciones de muchos peces y crustáceos.

Erradicar la caza intencional y las capturas accidentales de estos mamíferos, reducir la contaminación química y acústica, y frenar el cambio climático son medidas que impactan positivamente en la preservación de las ballenas. Además, la creación de santuarios marinos es de gran importancia para proteger los hábitats en donde los cetáceos se alimentan, se reproducen y tienen a sus crías.

Las actividades turísticas que se desarrollan en torno a las ballenas, las orcas y los delfines (sin perturbarlos) también son oportunidades que permiten concientizar a la sociedad y acercarla a estos seres vivos acuáticos. Y, en muchos casos, los beneficios económicos derivados del turismo sobrepasan aquellos que provienen de la caza y la comercialización de estos animales.

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