Los animales más grandes que jamás hayan caminado sobre la Tierra fueron probablemente el dinosaurio Argentinosaurus, un enorme titanosaurio de 77 toneladas (70 toneladas métricas) que vivió hace unos 90 millones de años, en el Cretácico Superior.
En comparación, el animal más pesado de la tierra es el elefante africano (Loxodonta), que pesa menos de 7 toneladas (6 toneladas métricas). Y ambos parecen realmente delicados al lado de la ballena azul (Balaenoptera musculus), que, con una media de 165 toneladas (150 toneladas métricas), puede ser el animal más pesado que haya existido jamás.
Pero, ¿podría algún animal superarlo? ¿Existe un límite para el tamaño de un animal?
“Nos fijamos en las ballenas azules, y la pregunta es si podríamos conseguir algo más grande”, dijo a Live Science Geerat Vermeij, profesor de geobiología y paleobiología en la Universidad de California, Davis. “No estoy seguro de estar dispuesto a decir que no a esa pregunta. El tamaño depende de muchos factores, y yo adopto un punto de vista relativista”.
Al menos en teoría, sin embargo, “puede haber un límite duro -impuesto por las leyes de la física- de unas 120 toneladas (109 toneladas métricas) para los animales terrestres”, según Felisa Smith, profesora de paleoecología en la Universidad de Nuevo México.
“Para ser más grande que eso, en tierra, tus patas tendrían que ser tan anchas para sostener tu cuerpo que no podrías caminar eficientemente”, dijo a Live Science.
Smith se refiere a la ley del cubo cuadrado, un principio matemático descrito por primera vez por Galileo Galilei como “el cociente de dos volúmenes es mayor que el cociente de sus superficies”. En otras palabras, a medida que un animal aumenta de tamaño, su volumen crecerá más rápido que su superficie, por lo que los animales más grandes necesitan extremidades mucho más grandes para soportar su peso.
Si simplemente aumentáramos la escala de un elefante en varios órdenes de magnitud, la ley del cubo cuadrado sostiene que se colapsaría: su masa aumentaría en una potencia de tres, mientras que sus extremidades aumentarían de tamaño en una potencia de dos.
La única forma de que nuestro megaelefante imaginario pudiera superar esta limitación sería tener unas patas desproporcionadamente grandes y gruesas. Pero incluso entonces, en torno a las 120 toneladas, las extremidades necesarias para mantener al megaelefante en pie resultarían improbablemente voluminosas.
“Los animales más grandes en el registro fósil están justo por debajo de las 100 toneladas (90 toneladas métricas), lo que apoya este máximo teórico”, remarcó Smith, añadiendo que “no está claro que no pudieran haber evolucionado otros más grandes”.
Pero la física no es la única limitación del tamaño animal. Si lo fuera, viviríamos en un mundo repleto de animales terrestres de 100 toneladas, siguiendo cuidadosamente la línea del cubo cuadrado de Galileo. La disponibilidad de recursos también es un factor importante: la megafauna tiene que comer.
“Los animales que viven en entornos más productivos con alimentos de alta calidad suelen ser capaces de albergar tamaños corporales máximos más grandes”, afirmó Jordan Okie, biólogo cuantitativo de la Universidad Estatal de Arizona. “Las ballenas, los elefantes y otras megabiota tienden a vivir en entornos productivos y ricos en nutrientes”.
Las necesidades de nutrientes también explican por qué los reptiles, como los titanosaurios, crecieron mucho más que incluso los mamíferos terrestres más grandes. “Como los mamíferos de sangre caliente tienen un metabolismo más rápido, necesitan unas 10 veces más alimento que los reptiles para mantener un tamaño corporal determinado”, añadió Smith.
Los reptiles, en cambio, tienen temperaturas corporales más bajas y metabolismos más lentos, por lo que pueden permitirse comer menos y crecer con un presupuesto calórico que mataría de hambre a un mamífero. “No es sorprendente que los dinosaurios más grandes de las zonas terrestres fueran unas 10 veces más grandes que los mamíferos más grandes”, aseveró.
Las ballenas azules, que pueden pesar unas 165 toneladas y son mamíferos de sangre caliente, son excepciones flagrantes a varias de estas reglas. Pero su entorno único explica su éxito. La megafauna marina puede aprovechar su flotabilidad para aumentar de tamaño sin forzar sus músculos y huesos, creciendo de un modo que haría desmoronarse las extremidades de los animales terrestres. Y las ballenas disponen de kilómetros de mar abierto que recorren en busca de comida.
“Se espera que los animales en el agua estén menos limitados por restricciones biomecánicas”, dijo Okie a Live Science en un correo electrónico. “Los océanos también proporcionan abundantes recursos densos en nutrientes para aquellos animales que son móviles e ingeniosos”. En concreto, la evolución de las barbas permitió a las ballenas consumir zooplancton con la eficacia suficiente para mantener sus enormes tamaños, según Okie.
Dejando a un lado las diversas limitaciones, el planeta puede mantener claramente a la megafauna. Durante cientos de millones de años, la megafauna fue omnipresente. Sin embargo, en los últimos 20.000 años aproximadamente, un mero parpadeo en el tiempo evolutivo, la megafauna prácticamente ha desaparecido.
Grandes mamíferos terrestres como los elefantes y los rinocerontes están en declive y sólo existen en determinadas partes del mundo; varios grupos de megafauna marina, como las ballenas, se tambalean perpetuamente al borde de la extinción. ¿Adónde fueron a parar los gigantes?
“Los humanos eliminaron a la mayoría”, afirmó Vermeij. “Mamuts, elefantes, bisontes, grandes carnívoros: hemos eliminado el 90% de los animales grandes, quizá más, y desde luego todos los más grandes”. Los humanos son también el principal obstáculo para la recuperación de estas grandes especies.
“Tendría que no haber humanos para que la megafauna pudiera resurgir. Somos la especie dominante, con diferencia, y ningún animal va a hacerse grande bajo nuestra hegemonía. Las posibilidades de volver a tener algo tan grande como un dinosaurio del Cretácico son improbables”, finalizó.