Los primeros exploradores de la cuenca amazónica repararon rápidamente en la tortuga gigante. Un manto negro cubría las orillas del río en ciertos períodos del año.
Era la peculiar reunión de la tortuga gigante de río sudamericanas, la mayor de agua dulce de América Latina, durante su reproducción anual.
Un espectáculo de la naturaleza que la explotación comercial de la especie, empleada como alimento, ha condenado a la desaparición en algunos tramos del río. Una amenaza cierta que un proyecto trata ahora de revertir.
“Lo que se puede leer en los relatos de esos primeros exploradores era que a lo largo de muchos tramos del Amazonas las playas se cubrían de negro cuando las tortugas estaban anidando.
Hoy quedan muy pocos sitios donde esto pase”, reconoce en conversación con El Independiente, German Forero-Medina, director científico de la Wildlife Conservation Society (WCS), la organización estadounidense dedicada a la conservación de la vida salvaje que sufraga el proyecto de dos grupos locales.
“Puede resultar confuso que especies con estos grandes números puedan estar en riesgo, pero así es. Más aún si se comparan con esos primeros datos de hace años de los que tenemos constancia.
Es una especie considerada en riesgo”, añade. “Por ejemplo, las grandes migraciones a través de los ríos es un fenómeno que ya no se ve.
Si no se comienza a proteger ahora, continuará su declive de población. De momento, tenemos la oportunidad de pararlo y contribuir a que regresen a otras zonas de la cuenca”.
Completamente acuáticas
Un lamento por la supervivencia de las tortugas gigantes de río sudamericanas (Podocnemis expansa) que ha logrado unas impactantes instantáneas que documentan la anidación y eclosión en los bancos de arena de la cuenca occidental del Amazonas, la mayor agregación de tortugas del planeta.
Desde finales de septiembre unas 80.000 tortugas adultas se congregan en las riberas del río Guaporé/Inténez, fronterizo con Brasil y Bolivia, con la misión de excavar nidos en la arena y poner los huevos.
La eclosión se produce entre mediados de diciembre y principios de enero, con sus crías emergiendo de la tierra. “Son completamente acuáticas, únicamente salen del agua una vez al año para poner sus huevos. Luego regresan al agua y permanecen allí”.
“Es un proyecto muy particular en la cuenca occidental del Amazonas. Nos dimos cuenta de que era una zona especial, con la mayor concentración de hembras de la cuenca amazónica”, señala Forero-Medina.
Y nació una iniciativa de preservación que las ha estudiado al milímetro. “Es la tortuga más grande que habita los ríos de América Latina.
Es una especie muy social, tal vez la más social de todas las tortugas de río que habitan Sudamérica. Hacen todo en grupo: migran juntas, se asolean juntas, salen a reproducirse juntas”, explica uno de los principales urdidores del proyecto.
Sistemas de comunicación entre tortugas
Las investigaciones más recientes han detectado sistemas de comunicación entre las adultas y también, a su vez, entre las adultas y crías.
“Desde que están en el huevo tendrían un sistema de comunicación muy interesante, que seguramente es lo que está ayudando a facilitar este comportamiento social”, agrega el experto.
Durante el período de anidación, millones de crías de tatarugas asoman por las playas del río Guaporé/Inténez. En busca de cifras, los conservacionistas implicados están empleando drones para trazar un número de “asistentes”, al menos un censo aéreo de las hembras involucradas.
“La anidación y eclosión anual de la tortuga gigante de río sudamericana es uno de los grandes espectáculos naturales del planeta”, admite Camila Ferrara, especialista en Tortugas Acuáticas del Programa Brasil de la WCS.
“Es visualmente impresionante, pero también extremadamente importante ecológicamente para el ecosistema amazónico occidental».
La explotación comercial, la principal amenaza
Hasta ahora la principal amenaza para la especie era la sobreexplotación comercial por las comunidades locales para la elaboración de aceites o ingesta como carne.
“Desde hace muchos años ha habido un uso por parte de las comunidades locales. Es una especie abundante y en algunos casos, en alguna región de la Amazonía, es una fuente importante de proteína”, detalla Forero-Medina.
“Con el aumento de la extracción, cuando se comienzan a vender millones de huevos y carne en las ciudades amazónicas donde la demanda es muy alta, no resulta sostenible”, agrega.
Un desafío que le proyecto trata de alejar con el establecimiento de zonas protegidas.
“Lo que se intenta evitar es que lleguen personas de otros lados a capturar las hembras, ya que durante este momento son muy vulnerables porque entran en un estado de letargo mientras ponen los huevos.
Se prolonga durante bastantes horas. Recorren la playa poniendo huevos hasta que están muy cansadas. Resultaría muy fácil llegar a la playa y capturar muchas hembras si uno quisiera”.
Las sombrías consecuencias del cambio climático podrían también afectar a los hábitos de reproducción de las tatarugas, poco dadas a cambiar sus ubicaciones.
“Si se llegaran a producir alteraciones de los ciclos naturales de los ríos, podría provocar mayores tasas de inundación y pérdida de los huevos.
El aumento de la temperatura puede causar la feminización de las poblaciones, ya que en esta especie el sexo depende de la temperatura de incubación”, alerta Forero-Medina.
“Otra de las amenazas crecientes son las hidroeléctricas, porque generan una disrupción en la conectividad de las poblaciones; las parten y esto puede tener implicaciones genéticas o poblacionales”, concluye.