El sauim-de-coleira o tamarino calvo es el primate más amenazado de la Amazonía y cada vez tiene menos espacio para vivir. El avance inexorable de la ciudad de Manaos, en Brasil, ha dejado a este macaco, único en el mundo, aislado entre la selva de cemento que crece a su alrededor.
Brasil, que entre los días 8 y 9 de agosto acogerá una cumbre de líderes de los países amazónicos impulsada por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva para discutir el futuro del bioma, alberga en su vasto territorio la mayor diversidad de primates del planeta.
Son 135 especies y subespecies reportadas en este país continental y de entre todos ellos, el tamarino calvo es el protagonista de una historia de supervivencia y desgracias.
Esta especie de pelaje blanco y marrón y cabeza pelada en negro, está “en peligro crítico de extinción”.
Se estiman que quedan unos 35.000 individuos, pero cada grupo tiene solo una hembra, lo que reduce considerablemente el número de animales reproductores de la especie.
Es endémico de Manaos y sus alrededores. No existe en ningún otro lugar. Y en el corazón de su hábitat, que es de 7.500 kilómetros cuadrados -0,1 % de todo el ecosistema amazónico-, el ser humano decidió instalarse y crear el mayor núcleo urbano de toda la Amazonía.
El crecimiento poblacional de la capital del estado de Amazonas es constante desde finales de la década de los 60, coincidiendo con el advenimiento de la Zona Franca, creada para convertir a Manaos en un polo industrial, comercial y agropecuario en medio de la jungla.
Entonces tenía menos de medio millón de habitantes. Hoy son más de dos millones. En todo este tiempo primó el cemento en pro del progreso, pero sin orden ni concierto.
“La ciudad se expandió de manera desorganizada, con invasiones de tierra que hoy son grandes barrios populares. Se hizo de forma desastrosa”, explica el biólogo Marcelo Gordo, profesor de la Universidad Federal de Amazonas.
Hoy hay mejores normativas en materia de planificación, pero raramente se cumplen, según Gordo. Y en medio de todo, el tamarino calvo.
Peligros que enfrenta
Esa es la principal amenaza del también llamado saguinus bicolor: la destrucción de su ya reducido hábitat.
“La carretera va cortando selva y se van creando microfragmentos forestales que acaban aislando a las poblaciones”, indica a EFE el también biólogo Maurício Noronha, uno de los fundadores del Instituto Sauim-de-coleira, dedicado a la conservación del animal.
Los macacos terminan atrapados en pequeñas porciones de bosque tropical, lo que a la larga reduce su variabilidad genética. “Y eso es el principio del fin de la especie”, alerta Noronha.
La otra opción que tienen es enfrentarse al mundo de los humanos para ir a otras zonas selváticas de la ciudad, con el riesgo de morir atropellados, electrocutados o incluso cazados por gatos o perros, ante la ausencia de corredores ecológicos.
En la capital amazónica se pueden observar hoy señales viales que advierten a los conductores de que están pasando por un área de travesía del primate, aunque prácticamente no se aprecian por su mal estado. Están dobladas, sucias y hasta vandalizadas.
Alta importancia biológica
Su pequeño tamaño -cada individuo pesa alrededor de medio kilo- podría hacer creer que es insignificante, pero su papel dentro de la selva es “bien relevante”, apunta Gordo.
Es presa de animales mayores, como los felinos, pero sobre todo es un “gran dispersor de semillas”.
Su dieta se basa en pequeños vertebrados y huevos de aves, pero también se alimenta de frutos y eventualmente néctar y flores.
“Acaba llevando las semillas a otros lugares. Es una especie muy importante para la recuperación de la selva”, comenta Gordo.
Intentos por salvarlo
Desde el Instituto Sauim-de-coleira, creado a finales de 2019, intentan salvaguardar su subsistencia en varios frentes. Uno de ellos es a través de acciones educativas, pues, a pesar de ser un símbolo de Manaos, es “poco conocido por la población local”, según Noronha.
También buscan construir corredores ecológicos a través de la reforestación de árboles.
Aunque el mayor desafío es crear nuevas unidades de conservación protegidas, algo que está encontrando serias resistencias entre las autoridades regionales y algunos empresarios del campo, que incluso les han aconsejado abandonar su campaña y evitar así “poner en riesgo su integridad física”.