En 1940 una criatura se coló en una isla de EEUU y devoró todo. Hoy conviven solas dos de las especies más temidas por los humanos.
En Guam, una isla de los Estados Unidos en el Pacífico, la presencia de serpientes arbóreas marrones ha desencadenado una transformación ecológica drástica.
Estas serpientes llegaron en la década de 1940, posiblemente a bordo de un barco de carga, y han eliminado casi todas las especies de aves nativas, que no contaban con defensas frente a estos depredadores insaciables.
Consecuencias de la Invasión de Serpientes
La eliminación de las aves ha dejado a los bosques de Guam sin su función ecológica vital de dispersión de semillas, afectando la regeneración natural de los árboles. Sin aves, el suelo se cubre de hojas secas y frutos sin consumir, evidenciando la falta de nuevos brotes.
Explosión de Arañas
La ausencia de aves ha permitido la proliferación de arañas, especialmente de la especie Argyrodes, que han aprovechado la falta de depredadores.
Las arañas han transformado el bosque en un paisaje dominado por redes que cubren la vegetación con densas telarañas.
Esfuerzos de Control
A pesar de los esfuerzos por controlar la población de serpientes mediante cebos envenenados y métodos de escalada “a prueba de serpientes”, estos han tenido éxito limitado.
Hay más de dos millones de serpientes arbóreas marrones en Guam, y solo algunas áreas controladas, como la base aérea de Andersen, han logrado limitar su presencia.
Impacto en el Ecosistema
Con un bosque que pierde su diversidad y una red trófica desequilibrada, Guam se ha convertido en un laboratorio natural donde las interacciones entre especies se han desintegrado. Las nuevas dinámicas, controladas por invasores, están redefiniendo el ecosistema.
Reflexiones sobre los Ecosistemas Insulares
El destino de Guam plantea preguntas sobre la fragilidad de los ecosistemas insulares y el impacto duradero de las especies invasoras.
La isla es un testimonio sombrío del poder de las fuerzas invasoras para redibujar los límites de la naturaleza, dejando un ecosistema irreconocible, definido por el silencio y habitado por dos de las especies más temidas.
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