Por más de dos décadas el Gobierno federal ha tratado de restaurar la presencia del lobo mexicano en su hábitat natural en los estados de Arizona y Nuevo México, (Estados Unidos), un proyecto que divide a los defensores del medioambiente y los rancheros.
Considerado una subespecie del lobo gris, el lobo mexicano fue agregado a la lista de especies en peligro de extinción en 1976, tras ser casi exterminado en esa región como consecuencia en gran medida de su cacería indiscriminada a lo largo de esa década.
No fue hasta 1998 cuando el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos soltó los primeros lobos mexicanos en la región suroeste de Arizona, para después hacer lo mismo en Nuevo México, y de esta forma tratar de restablecer la presencia del animal en la región.
Desde entonces, el proyecto ha estado plagado de controversias y ha divido a defensores del medioambiente, que apoyan los esfuerzos del gobierno federal de aumentar la población de estos animales, y los rancheros que temen la cercanía de este depredador.
‘Tenemos la responsabilidad moral y legal de velar por el lobo mexicano, la gente fue la culpable de exterminar prácticamente este animal’, afirmó Sandy Bahr, directora en Arizona del grupo conservacionista Sierra Club.
De acuerdo con cifras del Equipo de Campo de Reintegración del Lobo Mexicano, hacia finales de 2015 un total de 97 lobos mexicanos habitaban en Arizona y Nuevo México, una cifra menor a la reportada a fines de 2014, cuando se contabilizaron 110, lo que los investigadores atribuyen a que menos cachorros lograron sobrevivir.