Cargada de ácido sulfhídrico y pobre en oxígeno, el agua de los Baños del Azufre cerca de Teapa, en el estado sureño de Tabasco, es un ambiente hostil para la mayoría de especies de agua dulce conocidas. Sin embargo, existe un pez endémico adaptado a las condiciones de estos manantiales y su temperatura media de entre 29 ºC y 34 ºC: el molly del Teapa (Poecilia sulphuraria).
Con escamas plateadas y manchas negras que lo hacen fácilmente identificable, el molly del Teapa apenas alcanza unos cinco centímetros de largo.
Sin embargo, un grupo de investigadores del Leibniz Institute of Freshwater Ecology and Inland Fisheries y la Universidad Humboldt de Berlín descubrió que a pesar de su tamaño, esta especie pone en práctica una estrategia colectiva peculiar para evitar ataques de sus principales depredadores.
Se trata de un movimiento ondulatorio que denominaron ‘ola’, debido a su parecido con la secuencia que realiza el público en eventos deportivos, que consiste en levantar las manos sin moverse de su asiento, creando el efecto visual de una onda que viaja alrededor de las gradas.
Aunque nadar rápidamente hacia aguas más profundas es una reacción de escape común en la mayoría de especies de peces cuando son atacadas, el caso de los molly del Teapa es único:
El estudio publicado en Current Biology describe la forma en que la especie cientos de miles de individuos de la especie crean una ‘ola gigante’, en un movimiento cíclico que consiste en sumergirse y regresar a la superficie una y otra vez hasta por dos minutos.
Molly del Teapa haciendo ‘la ola’
El efecto desde el exterior es evidente: una masa de gran tamaño parece moverse rápidamente y de forma coordinada debajo de la superficie, para desaparecer al cabo de algunos segundos.
“Debido a que las olas observadas eran repetidas y regulares, y los intervalos entre las olas eran siempre de longitud similar sin importar la frecuencia con que repitieran el movimiento, asumimos que estas olas son más que una simple reacción de escape”, explica David Bierbach, autor principal del estudio, quien considera que esta estrategia colectiva tiene un auténtico efecto antidepredador.
El equipo concluyó que las olas creadas por estos peces son altamente efectivas tanto para reducir los ataques de aves depredadoras, como para disminuir el éxito de cada ataque.
No sólo eso: el equipo sugiere que la formación de olas de los molly podría ser parte de una señal evolutiva beneficiosa tanto para los peces, como para las aves que los cazan:
Mientras que las ondas podrían advertir a las aves que resulta inútil cazar en esa zona, provocando un ahorro de tiempo y energía, los peces se agrupan para aumentar sus probabilidades de supervivencia en grupo.
El siguiente paso del equipo será analizar cuántos individuos participan en estas olas y en qué se basa su éxito para ahuyentar a las aves.