Quince ballenas francas del Atlántico Norte aparecieron muertas en las aguas de Estados Unidos y Canadá el último verano, un evento de mortalidad masiva sin precedentes. Para una especie altamente amenazada con sólo un poco más de 500 individuos, este hecho implica un gran retroceso en su recuperación y representa una pérdida del 3% de la población total.
Los investigadores explican que la ballena franca del Atlántico Norte, especie que ya se encuentra en peligro de extinción, podría enfrentarse a un futuro incierto. La necropsia de 7 individuos confirmó que 6 murieron por causas humanas (4 por colisiones con embarcaciones y 2 por enmallamientos en redes de pesca) y una necropsia tuvo resultados inconclusos.
Además del increíble número de muertes, los científicos quedaron desconcertados por el lugar en el cual se encontraron la mayoría de los restos: 12 ballenas se encontraron en el Golfo de San Lorenzo, Canadá, mucho más al norte del rango típico de distribución de la especie.
El estudio vincula las dos influencias ambientales de mayor importancia sobre la demografía y crecimiento poblacional de la ballena franca del Atlántico Norte: tasas de reproducción limitadas por cantidad de presas y muertes por causas humanas.
El estudio además destaca la gran influencia de las fluctuaciones de las presas dependientes del clima sobre el crecimiento poblacional de las ballenas.
“Predecimos cómo será el crecimiento de la población de ballenas francas del Atlántico Norte dadas las futuras situaciones de disponibilidad de alimento mediadas por el clima y las tasas de mortalidad provocadas por el ser humano” dijo Meyer-Gutbrod, becaria posdoctoral en el Instituto de Ciencia Marina de la Universidad de California en Santa Bárbara.
Para la ballena franca del Atlántico Norte, de casi 70 toneladas, encontrar comida es un gran desafío dado que se alimenta de pequeños animales del tamaño de granos de arroz.
Como su comida es tan pequeña, las ballenas francas deben ocuparse de encontrar bancos muy densos de este zooplancton para así poder mantener una dieta que las sustente. En los años en que la comida escasea, las hembras no almacenan suficiente grasa como para quedar preñadas o alimentar a sus crías.
Los fenómenos climáticos que ocurren bien lejos en el Ártico y Atlántico Norte pueden influenciar la cantidad de comida disponible para la ballena franca del Atlántico Norte en y alrededor del Gofo de Maine, lugar en el que habitualmente se encuentran.
Las tasas de nacimiento responden a estos cambios climáticos. En los 90’, la población de ballena franca detuvo su crecimiento cuando la provisión de alimento disminuyó. En la primera década del nuevo milenio las concentraciones de zooplancton dieron un salto y nacieron muchas crías, dándose así una recuperación de esta especie amenazada.
Sin embargo este resurgimiento no duró mucho. Desde 2010 las tasas de natalidad han comenzado a decaer nuevamente, de modo parecido a lo que sucedió en los 90’. Esta especie se encuentra bajo mucha presión dadas la alta tasa de mortalidad por causas humanas y la baja tasa de natalidad limitada por el alimento.