África Oriental y Oriente Medio se enfrentan a una invasión de langostas del desierto (Schistocerca gregaria) en números escalados en miles de millones. Las dimensiones de la llegada de langostas no tienen precedentes. Tras su paso por Asia, con este regreso a África ya es la segunda ola de estos ortópteros que azota el Cuerno de África desde enero de 2020 y se espera que el daño acumulado sea 20 veces superior al de finales de 2019.
Los números son “extremadamente alarmantes”, bajo palabras de la ONU, puesto que se producen concentraciones de entre 30 y 80 millones de langostas por kilómetro cuadrado, conformando enjambres tan grandes como ciudades. El portal de noticias de la ONU habla de hasta 150 millones de langostas por kilómetro cuadrado. Cada ejemplar es capaz de ingerir su propio peso en alimento cada día. Pueden avanzar 150 kilómetros al día, arrasando suficiente terreno para alimentar 35.000 personas.
La plaga más destructiva del mundo
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, esta crisis es “la plaga migratoria más peligrosa y destructiva del mundo”. El Cuerno de África es donde la situación es más grave actualmente. En septiembre de 2019 las langostas llegaron masivamente a Somalia y Etiopía desde Arabia Saudí, tras multiplicar el enjambre su tamaño por 8.000 y conformando la peor plaga en 25 años. Se plantea el origen en la temporada de ciclones excepcional que vivieron Arabia Saudí en 2018 y Somalia en 2019, ya que gracias a las numerosas precipitaciones e inundaciones, pudo producirse una regeneración de los pastizales. Esta situación se estaría repitiendo en marzo y abril en África Oriental, anticipando un complejo escenario para los próximos meses. La actual oleada, cuyo repunte tiene su origen en 2019, habría destruido 2.000 kilómetros cuadrados de cultivos solo en Etiopía, donde ya había escasez alimentaria previa.
A Kenia comenzaron a llegar en diciembre, pero con la nueva oleada ya se ha convertido en la peor invasión de langostas desde hace 70 años. Kenia está empleando drones para tratar de llevar a cabo la monitorización de los insectos y se registró en territorio keniata una nube de 2.400 kilómetros cuadrados de superficie, casi equivalente al tamaño de un país entero como Luxemburgo.
Djibuti y Eritrea también sufrieron la infestación de langostas en enero. Igualmente se produjo la puesta masiva de huevos en Kenia tras un periodo de fuertes lluvias en enero y febrero. En febrero de 2020 ya se reportaban casos en el norte de Uganda y Tanzania. De hecho, ese mes comenzó el aterrizaje entomológico en Sudán del Sur, afectando al Estado de Ecuatoria Central, donde se sitúa la capital del joven país, Juba, pero con enjambres de tamaño menor a los del Cuerno de África.
La región de Ecuatoria Central es fronteriza con Uganda. También entre febrero y marzo eclosionaron los huevos que esperaban en Kenia para la nueva oleada que ahora arrasa los campos. Se estima que ya ha sido destruido el 30% de la superficie de pasto de Kenia.
En abril se detecta una gran concentración de langostas del desierto en la frontera entre India y Pakistán, destacando la proliferación en la región pakistaní del Baluchistán. Es la zona más oriental de Asia donde se reporta una invasión de tales dimensiones, desde enero con reportes de su presencia al este de Pakistán y el oeste de La India.
En Irán un enjambre ya ha puesto sus huevos y se espera que pronto eclosionen y se unan a una masa de ninfas de langosta –estado previo a la adultez sin metamorfosis-, pudiendo arrasar el suroeste del país si no se toman acciones inmediatas. En el sureste de Irán se están poniendo en marcha controles para evitar el avance.
La FAO alerta de la situación que podría vivir el sur de Irán en los próximos meses. Por otro lado, en Yemen se reporta la presencia del enjambre en el suroeste, donde la Guerra Civil acaba de reactivarse entre los hutíes y la Coalición Árabe liderada por Arabia Saudí, con ataques mutuos y un incremento sustancial por la parte saudí.
Esta situación indudablemente empeora la crisis alimentaria de Yemen, especialmente al sur, donde el Consejo de Transición de Yemen del Sur incrementó su papel en la guerra durante los últimos meses. Según la FAO, la plaga podría llegar al este de Yemen en los próximos meses.
La Organización de la ONU para Alimentación y Agricultura (FAO) ha realizado evaluaciones de impacto en todos estos países, ha ayudado en la protección de 110.000 hogares, ha ayudado en la protección de los cultivos y ha colaborado en los despliegues de emergencia con 300.000 L de pesticidas, 4.700 kg de bioplaguicidas, 36 pulverizadores y 12 medios aéreos.
Según la FAO, más de 12 millones de personas están afectadas por una grave inseguridad alimentaria en Eritrea, Etiopía, Djibuti, Kenia, Somalia, Tanzania, Uganda y Sudán del Sur. Otras 20 millones estarían al borde de la crisis alimentaria y según la ONU, 9’7 millones de personas se podrían ver afectadas en Etiopía, Kenia y Somalia; así como otras 3’2 millones de personas en Uganda y Sudán del Sur. Hasta 1 millón se encontrarían en emergencia humanitaria. Los datos del PMA van más allá y hablan de un impacto 15 veces superior.
En Sudán del Sur, la estimación de afectados por la posible falta de alimento crecería hasta los 6’5 millones de personas entre mayo y julio de 2020, más de la mitad de la población total del país.
La plaga de langostas ya estaría bajo relativo control en Egipto, Arabia Saudí, Omán, Sudán y Eritrea; pero se vigila la situación en todos ellos, así como en Pakistán y Yemen, donde aún la información es muy pobre.
Sin embargo, la FAO teme que para junio se haya producido un crecimiento adicional de 400 veces el tamaño del enjambre. Se estima la necesidad de invertir más de $200 millones para asistir a 5 millones de personas en riesgo y avanzar en el control de la proliferación. El problema más grave reside en que las comunidades afectadas ya tenían deficiencias alimentarias previas, estimadas en planes de respuesta humanitaria por valor de $1.000 millones solo en Somalia y Etiopía.
Perspectivas trémulas
Se abre un escenario donde parece que lo peor estaría por llegar, ya que esta segunda ola está resultando mayor por las fuertes lluvias que favorecieron la proliferación, y se espera que siga creciendo gracias al inicio de la temporada de siembra y la sustancial proliferación de tormentas, regenerando los pastos.
Las condiciones ambientales y agrícolas son idóneas para una proliferación generacional. Cada generación dura unos 3 meses y los huevos de langosta tardan solo dos semanas en eclosionar.
Asimismo, el solapamiento con la pandemia de COVID-19 está complicando gravemente el combate de la plaga ya que los pesticidas no pueden llegar a todas las regiones debido a las restricciones fronterizas generalizadas. Por ejemplo, Somalia acarrea tres semanas de retraso en la recepción de los bioplaguicidas, los equipos de vigilancia y los helicópteros desde Sudáfrica, por las restricciones de los países donde normalmente se realizan paradas para repostaje.
La esperanza de los gobiernos de la región es controlar temporalmente la plaga hasta que los vientos del sur y la estación seca de junio y julio les empuje hacia el norte.