Peces fluorescentes y modificados genéticamente invaden ríos de Brasil

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En la década de 1990, científicos de la Universidad de Singapur lograron insertar, dentro del código genético de un pez cebra (Danio erio), las proteínas que provocan la fluorescencia de las anémonas y medusas. Como resultado, nació el primer pez de ornato genéticamente modificado, capaz de resplandecer bajo la luz negra. Desde entonces, existen una gran variedad de peces de este tipo, los cuales son ‘fabricados’ principalmente en Taiwán.

Sin embargo, la importación de este tipo de pez muy pronto fue prohibida en varios países, incluyendo México y Brasil, esto por su potencial como especie invasora y desconocimiento de sus efectos en el ambiente como organismo genéticamente modificado.

Pero de acuerdo con un estudio reciente, este tipo de criaturas han empezado a invadir los arroyos colindantes de la ecorregión conocida como Bosque Atlántico, la cual se extiende a lo largo de la costa oriental de Brasil. Aunque actualmente queda menos del 12% de esta selva tropical, fragmentada en zonas desvinculadas, estas aún son bastante grandes. Es por ello que un grupo de investigadores decidieron aprovechar la oportunidad única de estudiar cómo son los hábitos de un pez de este tipo en estado salvaje.

¿De dónde salieron?

Las distintas líneas de los llamados “peces cebra de proteína fluorescente transgénica”, como se les conoce en el medio científico, son producidas comercialmente bajo la marca GloFish para los mercados de Canadá y EE. UU., mientras que las líneas conocidas como TK son de empresas de Taiwán. Su comercio está prohibido en varios países, como México, Sudáfrica, India, Indonesia, Australia, Nueva Zelanda y dentro de la Unión Europea. Desde enero de 2017, el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables declaró ilegal la comercialización de estos peces en todo su territorio.

Las líneas transgénicas que expresan la proteína fluorescente roja, conocidas como TK-2, se empezaron a vender en las tiendas de acuarios de Brasil desde 2012. La variedad de cepa verde llegó a este país, presumiblemente, en 2015, y actualmente, pese a la legislación, todavía se comercializa en cinco estados federativos brasileños. Con el crecimiento del comercio de acuarios, muchos piscicultores del sureste del país los cultivan y los almacenan por su buena rentabilidad. A partir de 2015, las cepas roja y verde, originarias de piscifactorías que rodean los arroyos del Bosque Atlántico, se introdujeron en los sistemas acuícolas por descuido y empezaron a multiplicarse.

¿Cómo los identifican?

Hay más de 70 especies de peces de acuario ornamentales no nativos identificados en aguas interiores de Brasil, y 31 especies ya establecidas, incluido el D. rerio de tipo salvaje.

Los investigadores, encabezados por el doctor André Lincoln Barroso Magalhães, de la Universidade Federal de São João Del Rei, aprendieron a distinguir las versiones transgénicas que muestran un color rojo y verde brillante característicos poco usuales, con intensidades más vívidas que el pez cebra normal, incluso con luz natural.

¿Dónde encontraron muestras de estos peces?

Se investigaron cinco arroyos de cabeceras de ríos, todos pertenecientes a la cuenca del río Paraíba do Sul, la cuenca hidrográfica más impactada antropogénicamente de Brasil. Esta cuenca cubre un área de 55,500 km2 distribuidos en los estados de São Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro. Estos cuerpos de agua de movimiento lento atraviesan el bioma del Bosque Atlántico.

La razón fue porque en esta zona se encuentra el llamado Centro de Acuicultura Ornamental de Muriaé, el establecimiento más grande de Brasil de este tipo, que comprende 350 piscigranjas y 4,500 estanques de producción que rodean los arroyos, los cuales no tienen mallas en las tuberías de aguas residuales para evitar fugas.

¿Qué se sabe de ellos?

Estos peces fluorescentes ‘salvajes’ se reproducen todo el año, alcanzando su máximo durante la temporada de lluvias, tal como ocurre con sus contrapartes nativas de Asia.

Sin embargo, la diferencia es que los peces cebra transgénicos alcanzan la madurez sexual más rápido, lo que les permite reproducirse en mayor proporción y son más pequeños en tamaño.

Los científicos creen que, en términos de supervivencia, esto puede indicar un intento de maximizar su éxito reproductivo, debido a la competencia contra otras especies por comida y espacio, causada por la sobrepoblación: sus rivales serían zancudos nativos, ninfas de libélula, chinches de agua, peces nativos y la invasión de otras especies ornamentales no nativas.

Experimentos de laboratorio mostraron un comportamiento agresivo en ausencia y presencia de alimentos. Estas actitudes podrían provocar un estrés intenso y una probable competencia por los recursos alimentarios con otros peces nativos. En cuanto a su dieta, esta especie invasora es generalista, alimentándose de presas más abundantes y disponibles que encuentra; su dieta diversa incluye insectos, zooplancton y algas.

Aunque existen estudios que sugieren que es poco probable que puedan causar efectos ecológicos adversos, en consideración de los investigadores los peces cebra transgénicos se encuentran en las primeras etapas de una invasión biológica; es decir, presente pero sin evidencia de establecimiento permanente a través de la reproducción. La baja abundancia y diversidad de depredadores nativos en la región, típicos de las cabeceras de los ríos brasileños, podrían ayudar a que su presencia se abra paso poco a poco.

El estudio, publicado en la revista de revisión por pares Estudios sobre Fauna Neotropical y Medio Ambiente, es el primero en explorar la historia de vida de los peces cebra transgénicos en la naturaleza, y representa el segundo registro de introducción de esta especie en ecosistemas naturales en el mundo. El primer registro fue de especímenes fluorescentes encontrados entre 2013 y 2014 en el centro-oeste de Florida, región de la Bahía de Tampa, EE. UU.

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