Un pingüino se desplaza 3.000 kilómetros en busca de comida y llega a la costa de Nueva Zelanda

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Un pingüino de Adelia, una de las dos únicas especies de esta ave que viven en el continente antártico, abandonó su hábitat y, tras cubrir una distancia de 3.000 kilómetros rumbo al norte, acabó en la costa sudoriental de Nueva Zelanda. El pingüino fue avistado por los vecinos de una pequeña localidad llamada Birdlings Flat, que lo bautizaron cariñosamente Pingu, recoge The Guardian.

Preocupados por la suerte del animal, los vecinos acudieron al centro de rehabilitación de pingüinos para que los médicos examinaran al ave y decidieran qué hacer para devolverlo a su hábitat.

“Aunque estaba un poco hambriento y bastante deshidratado, en general, se encontraba bien”, recuerda Thomas Stracke, especialista del centro, que se quedó asombrado al ver un Adelia en aguas de Nueva Zelanda.

Después de darle agua y puré de pescado, los especialistas llevaron a Pingu a la península de Banks y lo soltaron en el mar, con la esperanza de que volviera sano y salvo a su tierra natal.

Se trata de la tercera vez que un pingüino de Adelia llega desde la Antártida a las costas neozelandesas, un cambio involuntario de hábitat que pone de manifiesto la amenaza que el calentamiento global representa para los animales marinos y las razones que los llevan a huir de la zona antártica.

Cuando la temperatura del agua se eleva por encima de lo normal, los peces tratan de escapar hacia zonas más frías y profundas, por lo que a los pingüinos les resulta más difícil conseguir comida, explican los expertos. De esta forma, se ven obligados a nadar largas distancias en busca de alimentación.

La escasez de alimentos podría obligarlos a migrar en el futuro hacia zonas donde no sean capaces de sobrevivir. Su población podría disminuirse en un 30 % para el año 2060 y en un 60 % para finales del siglo, advierten especialistas de la NASA.

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