Es un escándalo que no tiene fin. Al menos eso parece. Desde que estallara en otoño de 2015 el escándalo del ‘dieselgate’, un fraude industrial en el que el consorcio automovilístico alemán Volkswagen manipuló millones de coches para que parecieran menos contaminantes, la industria del automóvil germana vive tiempos convulsos.
La compañía con sede en Wolfsburgo y las no menos poderosas firmas alemanas Daimler y BMW, han vuelto a quedar en entredicho en otro capítulo del escándalo de los gases. Informaciones publicadas estos días dan cuenta de que esas empresas están detrás de estudios en los que se utilizaron animales y humanos en una serie de pruebas que, supuestamente, contribuían a defender el rendimiento de los motores trucados.
A finales de la semana pasada salían a la luz en Estados Unidos, gracias al prestigioso diario The New York Times, informaciones relativas a las pruebas de laboratorio en las que se sometieron en 2014 a diez macacos cangrejeros. En ellas, los animales respiraban gases emitidos por un coche modelo Nuevo Escarabajo de Volkswagen con el objetivo de aportar datos y discutir las tesis de la Organización Mundial de la Salud.
La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer de la OMS clasificó como “cancerígenos para los humanos” los gases de los tubos de escape de los coches diésel en junio de 2012.
El estudio con macacos se realizó en el Instituto de Investigación Respiratoria Lovelace de Albuquerque (Nuevo México, Estados Unidos) a iniciativa del Grupo Europeo de Investigación sobre Medio Ambiente y Salud en el Sector del Transporte.
Éste último, según recoge el periódico neoyorquino, cerró en 2017 envuelto en una ‘controversia’ generada por su modus operandi. Los fondos que mantenían al EUGT procedían de Volkswagen, Daimler, BMW y de la multinacional alemana de productos de ingeniería Bosch.
Las empresas afectadas no han tardado en renegar del EUGT. ‘Las técnicas científicas para llevar a cabo el estudio fueron las equivocadas’, planteaba en un comunicado Volkswagen este fin de semana. ‘El Grupo BMW no participó en el estudio y se distancia de ese estudio’, señaló por su parte la firma afincada en Múnich.
En Daimler (responsable de marcas como Mercedes-Benz o Smart) han afirmado que habrá una investigación para aclarar ‘cómo pudo ocurrir’ un estudio ‘superfluo y repulsivo’.
‘Daimler ni tolera ni apoya el trato inmoral a animales’, se ha defendido la empresa con sede en Stuttgart.
A estos grandes actores de la industria del automóvil les sobran los motivos para distanciarse del EUGT. Sobre todo después de que el Stuttgarter Zeitung informara este lunes de que el grupo de investigación animó la publicación de un artículo llevado a cabo por el Instituto del Hospital Universitario de Aquisgrán en el que 25 estudiantes respiraron, en 2013, diferentes concentraciones de dióxidos de nitrógeno en un periodo corto de tiempo con el objetivo de saber sobre los efectos en la salud humana de dicho fluido.