La prodigiosa capacidad de adaptación de las bacterias les ha permitido prosperar en algunas de las condiciones más extremas del planeta. Temperaturas bajo cero, un alta radiación UV, poca agua liquida y escasos nutrientes no han impedido a las bacterias de los polos se adapten y se reproduzcan. Una de las principales claves para su adaptación son unas moléculas llamadas biosurfactantes, que ayudan a separar los sustratos complejos de los que se alimentan.
Una nueva investigación realizada por científicos del Centro de Investigación de Geociencias de Alemania, ha revisado ahora las posibles aplicaciones de estas moléculas.
Su estudio sugiere que estas bacterias podrían ser utilizadas para hacer que los detergentes sean más ecológicos, servir como un aditivo de biodiesel o ayudar a eliminar la contaminación en mares helados.
Amedea Perfumo, autora principal del trabajo explica que estas moléculas tienen un tremendo potencial. “Los biosurfactantes son seguros para liberarse en el medio ambiente y los que están producidos por bacterias que viven en esos climas extremos tienen una característica adicional, que trabajan a temperaturas bajo cero, lo cual les da una gran estabilidad”.
El término surfactante proviene del inglés surfactant, que a su vez proviene de Surface Active Agent. En español también se conocen como ‘tensioactivos’. Estos son capaces de disminuir la tensión superficial existente entre dos elementos, por ejemplo entre un líquido y un sólido o entre dos líquidos insolubles entre sí. Al disminuir la tensión superficial, los tensioactivos favorecen su mezcla.
La Organización Chemical Safety Facts define los biosurfactantes del detergente como compuestos que permiten que el detergente se mezcle con el agua y ayudan a los agentes de limpieza a eliminar la suciedad de la superficie. Sin surfactantes, los jabones no se mezclarían con el agua, sino que se deslizarían, lo que dificultaría el proceso de limpieza.