Los hallazgos de investigadores de Francia, Alemania y Corea muestran que, contrariamente a las suposiciones anteriores, los beneficios del sueño pueden acumularse de forma incremental, al menos en algunas especies cómo los pingüinos.
Los pingüinos de barbijo (Pygoscelis antarcticus), llamados así por la fina banda negra de plumaje que se extiende de oreja a oreja, pueden ser la especie más abundante. Su población actual se estima en casi ocho millones de parejas reproductoras que se encuentran principalmente en la Península Antártica y las islas del Océano Atlántico Sur.
Cuando anidan, los pingüinos monoparentales tienen que vigilar sus huevos, protegiéndolos de aves depredadoras llamadas skúas mientras sus compañeros están ausentes en viajes de búsqueda de alimento que duran varios días. También tienen que defender sus nidos de otros pingüinos que podrían intentar robar material. Una vez que finalmente regresa un pingüino, la pareja cambia de roles.
El efecto de los microsueños en los pingüinos
Un equipo dirigido por Paul-Antoine Libourel del Centro de Investigación de Neurociencia de Lyon implantó electrodos en 14 aves en una colonia en la Isla Rey Jorge en diciembre de 2019. Así se registró la actividad eléctrica en el cerebro y los músculos del cuello y se utilizaron acelerómetros y GPS para estudiar el movimiento corporal. y ubicación.
Combinado con grabaciones de vídeo y observación directa durante varios días se logró identificar numerosas peculiaridades. El sueño de los pingüinos se produjo mientras estaban de pie o acostados para incubar sus huevos, con una duración promedio de 3,91 segundos. En total dormían más de 10.000 veces al día.
Los animales localizados en la periferia dormían más y más profundamente que los del centro, lo que puede explicarse por el exceso de ruido y los golpes físicos que se producen en medio de una colonia, o por el mayor riesgo de robo de material para los nidos.
Aunque no se midieron directamente si las aves estaban obteniendo los beneficios reparadores del sueño, el hecho de que los pingüinos tuvieran éxito en la reproducción los llevó a creer que efectivamente era así, y que los momentos de silencio neuronal proporcionaban ventanas para el descanso y la recuperación.
En los seres humanos, sin embargo, las condiciones que fragmentan el sueño, como la apnea del sueño, tienen impactos en la función cognitiva e incluso podrían precipitar enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Por lo tanto, lo que es anormal en los humanos podría ser perfectamente lógico en las aves u otros animales, al menos bajo ciertas condiciones.
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