Entre 1987 y 1988, una extraña afección, que combinaba neumonía, encefalitis y daños al sistema inmunitario, acabó con la mitad de la población de delfines mulares del Atlántico. El responsable fue un virus del género Morbillivirus, de la misma familia a la que también pertenecen los causantes del sarampión en humanos y de la peste bovina.
Viene provocando epidemias muy destructivas que afectaron a diferentes especies de cetáceos de todos los océanos, por lo que se lo definió como el virus más letal para estos mamíferos.
En 2011, solo en la Comunitat Valenciana, aparecieron varados 50 cadáveres. Sin embargo, a partir de 2012, se detectó un cambio en el patrón de esta enfermedad que, ahora se sabe, se debió a la existencia de una nueva variante del virus, que está circulando por las aguas del Mediterráneo.
La novedad reside en que la cepa tiene un patrón diferente ya que a los animales que afecta tienen lesiones más graves que los que provoca la variedad autóctona mediterránea.