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Estudio revela: las aves también tienen compañeros de viaje en sus migraciones

aves migración

En estos momentos, miles de millones de aves vuelan hacia el sur en su migración invernal anual, un acontecimiento tan enorme en alcance y escala que se hace difícil de asimilar para el ser humano. Ahora, además, un estudio nos ha ofrecido una nueva e interesante perspectiva de la vida de estos animales a lo largo de su kilométrica travesía por el planeta.

A partir de más de medio millón de registros recogidos en cinco puntos de migración de las regiones del Noreste de Estados Unidos, así como de los Grandes Lagos, la comunidad científica ha revelado la existencia de relaciones duraderas entre aves de distintas especies durante la migración.

Y lo que es más, según un estudio publicado recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences, los investigadores afirman que estas relaciones podrían ser ecológicamente significativas y estar potencialmente amenazadas por perturbaciones de origen humano como el cambio climático.

Aunque los científicos sospechaban desde hacía tiempo de la existencia de conexiones ocultas entre determinadas especies en los puntos de escala utilizados durante la migración, el estudio actual utilizó registros de 50 especies de pájaros cantores registrados a lo largo de 23 años de datos migratorios para desentrañar una compleja red social aviar.

Para estudiar las migraciones de las aves, los investigadores suelen capturarlas con redes y marcarlas con diminutas bandas numeradas en las patas en lugares de escala conocidos durante el viaje. En algunos de estos estudios se han descubierto indicios de las conexiones sociales de los pájaros cantores.

Por ejemplo, cada primavera, los colirrojos tizones, las currucas magnolias y las currucas rabilargas quedan atrapadas en las mismas secciones de redes y en los mismos intervalos de tiempo de 20 a 45 minutos.

Del mismo modo, cuando los anilladores acuden a estos mismos lugares en otoño, capturan sin fallo gorriones de garganta blanca, reyezuelos rubíes y currucas rabilargas, de nuevo en las mismas redes y al mismo tiempo. Todo ello sugiere que estas aves no interrumpen sus migraciones al azar cuando están cansadas o hambrientas, sino que siguen pautas repetibles.

“No es fácil estudiar la migración y seguir a los animales a lo largo de sus rutas”, afirma Emily Cohen, bióloga especializada en migraciones del Centro de Ciencias Ambientales de la Universidad de Maryland (UMCES, por sus siglas en inglés) y autora del estudio.

“Pero, en realidad, lo que se observa es la coexistencia de todas estas especies. En el océano, peces y mamíferos marinos siguen las mismas corrientes y, en el espacio aéreo, insectos, aves y murciélagos de todas estas especies hacen lo mismo”, explica.

“En cierto modo, es casi absurdo pensar que no interactúan entre sí”, afirma Cohen.

¿Tienen amigos los pájaros?

Curiosamente, el estudio actual no trata de evaluar la calidad de cada interacción entre los pájaros cantores. Simplemente, rastrea qué especies están presentes al mismo tiempo o, por el contrario, qué especies coinciden poco o nada en una zona.

“Con nuestro conjunto de datos, no podemos decir si estas relaciones son positivas o negativas”, dice Joely DeSimone, que también es bióloga de migración en UMCES, así como la autora principal del estudio. “Podríamos estar viendo afiliaciones entre aves que se persiguen unas a otras en la red, o podríamos estar observando relaciones agresivas”, añade.

Al mismo tiempo, sin embargo, los científicos descubrieron que era mucho más probable que los pájaros cantores aparecieran juntos a que mostraran signos de tratar de evitarse. De hecho, de las 50 especies, los datos revelaron que sólo el colirrojo tizón y el reyezuelo rubí parecían evitarse mutuamente, por razones poco claras.

Para los científicos, esta tendencia social era un poco contradictoria, sobre todo en especies estrechamente emparentadas que se solapaban en sus comportamientos de búsqueda de alimento. “Esperábamos ver competencia entre especies que comen alimentos similares”, dice DeSimone.

Piénsalo: estamos hablando de millones de animales cansados tras una cadena de largos vuelos sin escalas que pueden abarcar miles de kilómetros. “Llegan a hábitats que nunca han visto antes, básicamente hambrientos, y tienen que repostar, reconstruir sus órganos y sus reservas de grasa, y seguir adelante”, explica.

Tendría sentido que un ave viera a otra como un competidor. Sin embargo, el hecho de que tantas especies puedan verse juntas, y de forma tan fiable, puede indicar la naturaleza beneficiosa de una red social aviar.

“También necesitan localizar comida con rapidez, por lo que la presencia de otras aves con comportamientos de búsqueda de alimento similares o preferencias alimentarias parecidas puede indicar a los recién llegados dónde está el hábitat bueno”, dice DeSimone.

Para los investigadores, el siguiente paso es tratar de averiguar la naturaleza exacta de estas conexiones entre aves cantoras y lo que significan para los ecosistemas, a medida que cambian el clima y los recursos de las aves.

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“Una de las cosas más destacables de este trabajo es que analiza estas enormes y amplias migraciones entre muchísimas especies”, afirma Janet Ng, bióloga de fauna salvaje del Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Canadá.

“Hay muchos estudios que analizan las relaciones sociales entre individuos. Pero esto permite tener una visión global de lo que ocurre”, dice.

También hace que Ng se pregunte por las relaciones ocultas entre otros grupos de aves y corrobora anécdotas entre las aves playeras que estudia.

De hecho, algunos colegas de Ng vieron hace poco una pareja de correlimos semipalmeados juntos en una playa de Massachusetts (Estados Unidos) en agosto. No es de extrañar, porque los correlimos semipalmeados recorren miles de kilómetros cada año en una migración que se extiende desde el Ártico hasta Sudamérica.

Lo sorprendente, dice Ng, es que las marcas en las patas de esta pareja revelaban que habían sido capturadas y anilladas exactamente al mismo tiempo, dos años antes, en New Brunswick, Canadá.

“Dos años después, estas aves volvían a estar juntas. Estas aves migraron dos ciclos y luego se las siguió observando juntas. Así que realmente plantea muchas preguntas”, dice Ng.

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