Fertilización de océanos por el excremento de ballenas: un descubrimiento crucial

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Una investigación de la Universidad de Washington confirma que los excrementos de ballena contienen cantidades significativas de hierro, lo que pudo haber ayudado a fertilizar los océanos en el pasado.

La pérdida de ballenas debido a la caza comercial podría haber tenido consecuencias de largo alcance sobre la vida marina, más allá de simplemente disminuir el número de depredadores marinos en el medio ambiente.

Las ballenas fertilizan los océanos con excrementos ricos en hierro y nitrógeno, estimulando el crecimiento del fitoplancton, base de la cadena alimentaria. El fitoplancton captura CO₂, ayudando a reducir gases de efecto invernadero y produciendo más del 50% del oxígeno del planeta.

Al morir, las ballenas secuestran carbono; sus cuerpos hundidos almacenan hasta 33 toneladas de CO₂ por ballena durante siglos. La caza de ballenas ha reducido el fitoplancton, disminuyendo la productividad marina y la capacidad del océano de absorber CO₂.

Restaurar las poblaciones de ballenas puede significar ecosistemas más saludables: más ballenas equivalen a más fertilización oceánica y mejor captura de carbono. Además, el ecoturismo ofrece un beneficio económico sostenible frente a la caza de ballenas. Las ballenas ayudan a frenar el cambio climático, siendo su conservación clave para la salud de los océanos y del planeta.

Ballenas: arquitectas del ecosistema y aliadas climáticas

Las ballenas, los seres más colosales que han habitado nuestro planeta, desempeñan un papel esencial en la salud de los océanos y en la mitigación del cambio climático.

Más allá de su majestuosidad, estos cetáceos actúan como ingenieras del ecosistema, influyendo en la dinámica marina de maneras sorprendentes.

La fertilización de los océanos

A través de sus excrementos, ricos en nutrientes como hierro y nitrógeno, las ballenas fertilizan las aguas superficiales. Este proceso estimula el crecimiento del fitoplancton, microorganismos fotosintéticos que forman la base de la cadena alimentaria marina y son responsables de producir al menos el 50% del oxígeno que respiramos.

Además, el fitoplancton desempeña un papel crucial en la captura de dióxido de carbono (CO₂), contribuyendo significativamente a la reducción de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Las excreciones de las ballenas pueden contener hasta 10 millones de veces más hierro que el presente en el agua del océano, impulsando grandes proliferaciones de fitoplancton. Estos microorganismos, a su vez, absorben miles de toneladas de carbono de la atmósfera cada año.

Secuestro de carbono

A lo largo de su vida, una ballena puede confinar hasta 33 toneladas de CO₂. Cuando mueren, sus cuerpos se hunden en las profundidades oceánicas, llevando consigo el carbono almacenado y manteniéndolo fuera de la atmósfera durante siglos o incluso milenios.

Este fenómeno, conocido como “caída de ballena”, proporciona además hábitat y alimento para diversas especies de las profundidades marinas.

Impacto de la caza de ballenas

La caza intensiva de ballenas durante el siglo XX redujo sus poblaciones en más del 85%, alterando significativamente los procesos ecológicos marinos.

Esta disminución no solo afectó a las propias especies de ballenas, sino que también tuvo repercusiones en la productividad de los océanos y en la capacidad de estos para absorber CO₂.

Importancia de la conservación

Proteger y restaurar las poblaciones de ballenas es esencial para mantener la salud de los ecosistemas marinos y combatir el cambio climático. Al promover la recuperación de estos cetáceos, se potencia la fertilización oceánica, el secuestro de carbono y la biodiversidad marina.

Además, las ballenas contribuyen al desarrollo económico a través del ecoturismo, ofreciendo beneficios sostenibles que superan con creces los obtenidos por su caza.

Las ballenas son mucho más que gigantes marinos; son pilares fundamentales en el equilibrio ecológico de nuestros océanos y aliadas indispensables en la lucha contra el cambio climático. Su conservación y protección deben ser prioridades en las agendas ambientales globales, reconociendo su invaluable contribución a la sostenibilidad del planeta.

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