Descubierto por científicos en el año 2000, a más de 700 metros bajo la superficie, el campo hidrotermal de la “Ciudad Perdida” es el entorno de ventilación más longevo que se conoce en el océano. Nunca se ha encontrado nada igual.
Cerca de la cima de una montaña submarina al oeste de la Cordillera del Atlántico Medio, un paisaje irregular de torres se eleva desde la penumbra.
Sus paredes y columnas de carbonato cremoso parecen de un azul fantasmal a la luz de un vehículo operado por control remoto enviado a explorar.
Varían en altura desde pequeñas pilas del tamaño de hongos venenosos hasta un gran monolito de 60 metros (casi 200 pies) de altura. Esta es la llamada “Ciudad Perdida”, relata un reportaje del portal Science Alert.
Esta “ciudad” está ubicada a 20 km al oeste de la Dorsal Mesoatlántica, en el Océano Atlántico, a medio camino entre América y Europa. Se caracteriza por condiciones extremas nunca antes vistas en el ambiente marino: ventilación de pH 9-11, >90°C, fluidos pobres en metales de edificios carbonatados que se elevan 60- m sobre el fondo del mar.
Los estudios de este notable sistema ha cambiado para siempre nuestra visión sobre dónde y cómo la vida puede prosperar y sobrevivir en el lecho marino y proporcionó nuevos modelos para la evolución de la vida en esta Tierra y posiblemente en otros lugares.
Este sistema es el más longevo de todos los entornos de ventilación conocidos en los océanos del mundo, con actividad en curso durante al menos 120.000 años. Las investigaciones de este sitio fueron financiadas por la Fundación Nacional de Ciencias de EE.UU: y por el programa de Exploración Oceánica de la NOAA.
Dentro del Macizo Atlantis, una montaña de más de 14.000 pies de altura sobre la cual descansa Ciudad Perdida, las reacciones de las rocas ultramáficas dan como resultado fluidos alcalinos con altas concentraciones de hidrógeno, metano y otros hidrocarburos de bajo peso molecular producidos abiogénicamente.
En conjunto, estos gases disueltos sustentan nuevas comunidades microbianas. Las zonas interiores libres de oxígeno de las chimeneas albergan biopelículas de un solo tipo de arqueas llamadas “Ciudad Perdida Methanoscarcinales” que utiliza metano en su metabolismo.
Las bacterias relacionadas con los oxidantes de CH 4 y S se encuentran principalmente en las paredes exteriores oxigenadas de las chimeneas, donde la química del fluido es sustancialmente diferente a la del interior de las chimeneas, según describe la U. de Washington, que posee un equipo científico estudiando la zona.
El área de superficie alta y altamente esculpida de las estructuras de Ciudad Perdida proporciona un amplio espacio para hábitats de fauna, y muchos invertebrados recuperados se ubicaron dentro de los canales porosos y grietas del carbonato.
Sorprendentemente, mientras que la biomasa total es baja dentro del campo, el campo admite una diversidad de especies que parece ser tan alta como cualquier otro sistema conocido de humo negro en el centro de expansión de la Dorsal del Atlántico Medio.
El rango y la complejidad de los entornos que albergan peridotitas y otras rocas ultramáficas dentro de los océanos del mundo es enorme y es poco probable que la “Ciudad Perdida” sea único. Quizás el impacto de mayor alcance del descubrimiento de este lugar es la comprensión de que la vida misma puede haberse originado dentro de estos entornos dinámicos en los que los procesos geológicos, químicos y biológicos están íntimamente vinculados.