Es el único ecosistema vivo que puede verse desde el espacio. Alberga 400 tipos de coral, 1.500 especies de peces y 4.000 variedades de moluscos. La Gran Barrera de Coral es un espectáculo para las retinas, es un punto álgido de la biodiversidad de gran interés científico y es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1981.
Sin embargo, sus más de 348.000 km² en la costa noroeste de Australia, muestran las graves consecuencias del cambio climático. Según el proyecto europeo COPERNICUS, marzo de 2024 registró un nuevo récord con una temperatura global media de 21,07 °C. Es la más alta para el tercer mes del año desde que hay registros.
En este contexto, los corales padecen estrés térmico y acaban sufriendo blanqueamiento. “Estas especies expulsan las algas zootanxelas que están en su interior y son su principal fuente de alimentación. Cuando esto ocurre, los corales pierden su color y si esta ausencia se prolonga pueden acabar muriendo”, explica Pablo Martín-Sosa, biólogo marino del Centro Oceanográfico de Canarias (IEO-CSIC).
Actualmente, casi tres cuartas partes de los arrecifes evaluados están sufriendo blanqueamiento. Significa que casi el 75% de la Gran Barrera de Coral se está debilitando. Según el Instituto Australiano de Ciencias Marinas, es la quinta vez en ocho años que los expertos observan daños importantes. “El blanqueamiento de los corales se registra hasta el momento en las zonas tropicales”, argumenta Pablo Martín-Sosa, pero advierte de que si continúa aumentando la temperatura, este fenómeno podría extenderse en los arrecifes españoles.
Los plásticos o la acidificación, otras amenazas
“Las basuras plásticas procedentes de la pesca, la explotación de la minería de fondo o la colocación de cables submarinos son otros problemas”, detalla Elena Prado, bióloga marina del Centro Oceanográfico de Santander.
También apunta a la acidificación de los océanos como otra preocupación. Implica que las aguas estén más ácidas porque absorben niveles excesivos de dióxido de carbono. Esto hace que el PH se reduzca y se debiliten los esqueletos de los corales: “Hemos fondeado por primera vez un medidor de PH a más de 500 metros de profundidad en el Cantábrico, para tener registros en zonas concretas y ver la viabilidad de incluir este parámetro en los estudios de salud de los hábitats protegidos”.
Riqueza en el Cantábrico y en las Islas Canarias
En Canarias, destaca el cinturón de corales negros que rodea las islas. Además del Banco de la Concepción en el norte de Lanzarote y dos montañas submarinas en el sur de Fuerteventura. “Se erigen sobre un lecho marino a 2.000 metros de profundidad. Son puntos calientes de biodiversidad y encontramos especies que están en la cima de la cadena trófica, como tiburones y atunes”, explica Pablo Martín-Sosa.
Por su parte, Elena Prado indica que los arrecifes del Cantábrico son “especies muy vulnerables a cualquier impacto físico con un crecimiento lento”. Además, subraya la relevancia ecológica de unos fondos “poco conocidos” y en los que se pueden encontrar “importantes agregaciones de gorgonias y de esponjas de profundidad”.
La bióloga marina reconoce que se está avanzando en la declaración de aguas protegidas que abarcan fondos profundos. Y apunta al proyecto de estudio y conservación INTEMARES, en el que participa el Instituto Español de Oceanografía. Además de en Canarias y el Cantábrico, se despliega en el Banco de Galicia y en el Canal de Menorca. Solo en el Mediterráneo hay 200 especies de corales.
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