La biodiversidad es un elemento esencial para la existencia humana; y por cada especie que desaparece, perdemos irreparablemente una parte de esa riqueza. En la actualidad, y según datos del informe IPBES, cerca de un millón de especies se encuentran en peligro de extinción; muchas de ellas, en un futuro cercano, de décadas.
Miguel Delibes, profesor de investigación del CSIC, cuenta que la acción humana es, con mucho, el principal agente de pérdida de biodiversidad y que conocer cuántas especies desaparecen es de gran importancia para la biología de la conservación, la disciplina científica que trata, justamente, de evitar estas extinciones.
Sin embargo, junto con esta afirmación, el científico lanzaba una advertencia: determinar esa cifra no es una tarea sencilla.
¿Cómo sabemos que una especie se ha extinguido?
Esta pregunta tiene una respuesta sencilla: en primer lugar, porque para percibir que una especie ha desaparecido necesitamos haber sabido, anteriormente, que ella se encontraba allí; y actualmente únicamente conocemos la existencia de unos 2 millones de especies, según datos del Catálogo de la vida.
Estudios recientes estiman -aunque no existe consenso- que posiblemente habiten 8.7 millones de especies en la Tierra, lo que sugiere que hay un 80% que ni siquiera hemos descubierto todavía (la inmensa mayoría de ellos, invertebrados).
En consecuencia, lo habitual es que sepamos únicamente sobre las extinciones de aquellos taxones que, previamente, ya vigilábamos y considerábamos amenazados. La Lista Roja de la UICN -el inventario más reconocido al respecto- establece que, del total de especies conocidas y evaluadas, 44.000 se encuentran amenazadas de extinción.
La importancia de conocer las extinciones
A pesar de las muchas dificultades que existen para conocer la extinción de una especie esta tarea es de gran importancia, tanto a nivel científico como social. Las extinciones de las especies son un gran indicador de la salud de un ecosistema y nos ofrecen una valiosa información sobre la pérdida de hábitat, la contaminación, la introducción de especies invasoras o los efectos del cambio climático.
Además, la desaparición de una especie puede tener efectos cascada en el ecosistema, alterando las interacciones entre ellas y afectando la estabilidad del sistema en su conjunto, por lo que es importante ser conscientes de cuándo están ocurriendo.
La extinción de una especie reduce la biodiversidad global, lo que puede tener consecuencias negativas en la resiliencia de los ecosistemas y en la capacidad de la Tierra para proporcionar servicios ecosistémicos vitales -como la polinización, la purificación del agua y la regulación del clima-.
Pero también, como sociedad, cada extinción importa. Cada especie tiene un valor intrínseco y único en la naturaleza, y la pérdida de una especie significa la desaparición de una forma de vida única y evolutivamente diversa, con las implicaciones morales y culturales que esto puede tener.
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