Desde finales del siglo XIX hasta las primeras sondas espaciales rusas, se pensaba que Venus, al estar rodeado por una cortina de nubes, albergaba en su interior un ecosistema con temperaturas cálidas, bosques, pantanos y hasta dinosaurios. Sin embargo, el planeta es un mundo ardiente con temperaturas de 450 °C, una atmósfera corrosiva y presiones aplastantes en la superficie. Todos los robots que tocaron sus rocas basálticas se fundiendo de inmediato. Las agencias espaciales de Rusia y Estados Unidos concentraron fuerzas para enviar en 2026 un módulo de descenso con un escudo térmico, capaz de enviar información sobre la geología de este misterioso planeta.
Durante el siglo XX, la URSS envió a Venus más de 30 sondas espaciales –por eso fue bautizado como el ‘planeta ruso’- aunque todos dejaban de funcionar antes de tocar el suelo. Ahora, Roscosmos y la NASA unieron sus tecnologías espaciales para llevar adelante Venera-D, un proyecto para diseñar un orbitador y un módulo de aterrizaje de alta resistencia para 2026, equipado con instrumentos científicos aptos para operar en este infierno de basalto solidificado.
Uno de los objetivos de la misión es aterrizar durante el día venusiano y permanecer hasta el atardecer. Y si bien en la escala temporal de la Tierra esto puede resultar insuficiente, hay que tener en cuenta que Venus posee el día más largo del Sistema Solar, equivalente a 243 días de calendario. Esto se debe a que gira al revés, es decir, en el sentido de las agujas del reloj, contrario al movimiento de los otros planetas.
En cuanto al diseño y la construcción, los científicos rusos se ocuparán de la creación del centro portátil de investigación y del aterrizador que viaja a bordo de la nave. Mientras que los norteamericanos deberán asegurar la “supervivencia” de dicho módulo gracias a los materiales que disponen, que son resistentes a las agresivas condiciones atmosféricas del planeta.
A su vez, dentro del aterrizador se instalará una pequeña estación de la NASA de larga duración, que según las estimaciones de sus ingenieros, funcionará durante 3 horas venusianas o 60 días terrestres. Ya que las condiciones de Venus impiden que la microelectrónica resista más tiempo.
Esto se debe a que la atmósfera es muy densa, ya que en su mayoría, está compuesta por dióxido de carbono, lo que provoca un fuerte efecto invernadero que eleva la temperatura de la superficie hasta los 450 °C. A esto se le suma una presión 90 veces superior a la terrestre, equivalente a la que se encuentra a un kilómetro de profundidad en el mar.