Agricultura sustentable: la biotecnología llegó para quedarse

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Las herramientas biotecnológicas llegaron para quedarse. A escala regional, la Argentina es referente.

Se trata de un mercado que representa anualmente unos 75 millones de dólares y continúa en crecimiento, en el marco de una demanda mundial por productos más inocuos y de calidad, que a futuro puedan reemplazar a los de síntesis química

Con gran importancia para la mejora de productos agropecuarios, la seguridad alimentaria y la mitigación del cambio climático global, el potencial de los bioinsumos permite aumentar la industrialización, el agregado de valor en origen y el cuidado ambiental.

“La biotecnología es una herramienta transversal a todas las áreas, son el presente y el futuro”, dijo Andrés Wigdorovitz, del Instituto de Virología del INTA. “No se concibe ningún proceso, ya sea en las cuestiones agropecuarias como en la salud animal, en el que no se emplee biotecnología”, agregó. Para el investigador, “el nivel científico de nuestro país es competitivo a escala mundial y el INTA es una institución muy potente para dar respuestas a las problemáticas agropecuarias”.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos –OECD, por su sigla en inglés–, la biotecnología es “la aplicación de la ciencia y la tecnología a los organismos vivos para producir conocimiento, bienes o servicios”. Por su parte, el control microbiano de plagas apunta a utilizar bacterias, virus, hongos o extractos vegetales para mejorar la producción agropecuaria.

Los bioinsumos comenzaron a desarrollarse con mayor intensidad en la Argentina durante las últimas décadas. En principio, la creciente formación de profesionales favoreció la presentación de proyectos referidos a la temática, lo cual fortaleció líneas de investigación con mayor presupuesto.

Las herramientas biotecnológicas llegaron para quedarse. A escala regional, la Argentina es referente. Se trata de un mercado que representa anualmente unos 75 millones de dólares y continúa en crecimiento, en el marco de una demanda mundial por productos más inocuos y de calidad, que a futuro puedan reemplazar a los de síntesis química. Con gran importancia para la mejora de productos agropecuarios, la seguridad alimentaria y la mitigación del cambio climático global, el potencial de los bioinsumos permite aumentar la industrialización, el agregado de valor en origen y el cuidado ambiental.

“La biotecnología es una herramienta transversal a todas las áreas, son el presente y el futuro”, dijo Andrés Wigdorovitz, del Instituto de Virología del INTA. “No se concibe ningún proceso, ya sea en las cuestiones agropecuarias como en la salud animal, en el que no se emplee biotecnología”, agregó. Para el investigador, “el nivel científico de nuestro país es competitivo a escala mundial y el INTA es una institución muy potente para dar respuestas a las problemáticas agropecuarias”.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos –OECD, por su sigla en inglés–, la biotecnología es “la aplicación de la ciencia y la tecnología a los organismos vivos para producir conocimiento, bienes o servicios”.

Por su parte, el control microbiano de plagas apunta a utilizar bacterias, virus, hongos o extractos vegetales para mejorar la producción agropecuaria. Los bioinsumos comenzaron a desarrollarse con mayor intensidad en la Argentina durante las últimas décadas. En principio, la creciente formación de profesionales favoreció la presentación de proyectos referidos a la temática, lo cual fortaleció líneas de investigación con mayor presupuesto

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