Con una obra monumental, desviaron el curso de un río para irrigar un arenal tropical y transformarlo en una pujante zona productiva que ya emplea a 3.000 personas.
Pero el “Proyecto Olmos” no fue magia. Con epicentro en Lambayeque, ya tomó vuelo una ambiciosa e imaginativa iniciativa que se desencadenó hace apenas cinco años. Lo que se hizo es, básicamente, desviar las aguas del río Huantabanda, que nace en la Cordillera de los Andes y pertenece a la cuenca del Marañón. Se hizo una represa para acumular agua durante la época de lluvias. Y se cavó un túnel a 2.000 metros de profundidad a través de la montaña, para cambiar el rumbo del agua.
Un canal de 20 km vierte el agua en el río Olmos, que pone rumbo al oeste, hacia el Pacífico. En su estado natural, este río llevaba agua de lluvia un par de meses por año. Diez meses permanecía seco. Ahora tiene caudal todo el año.
Este río colecta el agua y la lleva a una bocatoma donde se desvía y recorre 75 km de canales a cielo abierto, hasta llegar a la represa de Palo Verde. Es un gigantesco tajamar en las alturas, desde donde el agua se conduce por gravedad a un valle de 30.000 hectáreas. Ese es el valle donde nacieron las Tierras Nuevas.
Hay 15 empresas, entre extranjeras y peruanas, que apostaron al proyecto. El día dura doce horas todos los días del año, las temperaturas mínimas son de 12 grados y las máximas en verano de 36°; pero en invierno las mínimas son de 6 y las máximas de 28.
Se está construyendo una infraestructura inmensa, incluyendo una ciudad que ocupa 700 hectáreas del desierto, con cloacas, electrificación, agua potable. Se va a licitar la construcción de viviendas, un sector industrial, shopping, etc. Es una iniciativa público-privada que costó 300 millones de dólares.
Hay otra fase de 70.000 hectáreas al sur, y otros en evaluación. Parece que Perú, después de tantos avatares, está encontrando también un destino agroindustrial.