En el pequeño pueblo de Gourga, en Burkina Faso, cerca de la gran frontera del Sahara, un hombre ha “detenido el desierto”. Recompensado en 2018 por el Right Livelihood Award (a menudo presentado como el Premio Nobel por la alternativa), Yacouba Sawadogo ha mantenido durante 40 años un bosque que ha cambiado por completo la perspectiva del territorio.
La historia comienza en la década de 1980: vientos cálidos, provenientes del desierto cercano, provocan una gran sequía y una gran hambruna. Desesperadas, muchas familias abandonan Gourga. Aturdido por esta vida que huye y este pueblo agonizante, Yacouba decide tomar el camino contrario: quedarse y dedicar su tiempo a plantar árboles.
Cuatro décadas después, su bosque se ha convertido en un auténtico oasis. El erizo y la cierva han regresado, los aldeanos se han asentado nuevamente. Su bosque también ha creado un microclima propicio para la agricultura local, un auténtico baluarte contra el cambio climático. A la escala de su vida, Yacouba permitió que su pueblo renaciera.
La historia del viejo Sawadogo se cuenta en las sabanas africanas. También inspira movimientos ciudadanos que renuevan ideas en Burkina Faso. Pero, para observarlo bien, la labor de este campesino va mucho más allá de la escala de su país. Porque, a través de los arbitrajes que ha realizado, Yacouba formula vías de compromiso cívico y claves de lectura científica que bien podrían inspirar nuestros mundos contemporáneos.
Conviértete en un agricultor-investigador
Si su bosque ha tenido tanto éxito es porque Yacouba Sawadogo plantó sus árboles de una manera única. Durante décadas, el hombre se ha apoyado en su herencia cultural y ha observado el funcionamiento de su territorio.
En Mooré -la lengua de la etnia Mossi a la que pertenece- Sawadogo significa “fabricante de nubes”. Cuando se esperaba lluvia, los Sawagodos fueron llamados en el Imperio Mossi para “llamar al agua” con palabras que solo ellos conocían. La leyenda dice que ningún Sawadogo salió de un pueblo sin que volviera la lluvia. Viniendo de esta línea de campesinos, Yacouba, sin embargo, había elegido otro camino al avanzar hacia una carrera como comerciante. El episodio de la década de 1980 cambió su perspectiva. ¡Él también, en su pueblo, traería de vuelta la lluvia! ¿Está usando los viejos secretos de su línea familiar? Solo el sabe…
Yacouba también utilizó diferentes técnicas agrícolas para pensar en la estabilidad de su bosque. Así rehabilitó el zaï, una técnica tradicional abandonada con la modernización de la agricultura ; consiste en cavar hoyos de 30 cm de profundidad para acomodar la planta durante la estación seca, mientras se agrega materia orgánica al fondo. Al hacerlo, el árbol desarrolla un sistema de raíces, aunque tímido pero suficiente, para que cuando llegue la época de lluvias, su crecimiento sea muy rápido. En Gourga, esta técnica ha demostrado su eficacia, lo que permite acelerar el crecimiento de la plantación. Yacouba ahora lo enseña a otros agricultores de África occidental.
Yacouba también forjó valiosas alianzas. Con las piedras primero, surcando su parcela de cordones de piedra, estos pequeños muros permitían frenar el curso del agua y favorecer su infiltración en el terreno. Con las termitas, pues, que volvieron de forma natural al bosque. Como las lombrices de tierra en los climas templados, las termitas amasan la tierra y la hacen fértil. Pero, en los sistemas agrícolas burkineses, los montículos de termitas tienden a ser ignorados o destruidos. Yacouba, comenzó a apreciarlos. Dio sus frutos: su bosque está salpicado de estas grandes chimeneas rojas esenciales para su propia supervivencia.
Su consulta de Jeques, figuras respetadas del Islam en África Occidental también lo guio. Fue uno de ellos quien le aconsejó plantar árboles en lugar de cereales.
De estas elecciones hechas por Yacouba, podemos retener su capacidad de actuar con las singularidades de un territorio. Entre tradiciones, ciencias y espiritualidades, el campesino ha renovado su forma de habitar la Tierra conciliando las diferentes influencias que atraviesan su sociedad.
Vivir la Tierra de otra manera
La historia de Yacouba también trastorna algunos relatos contemporáneos. Mientras la modernidad le da al movimiento las claves para una vida exitosa, el anciano es un modelo de fijeza. Toda su vida permaneció en el mismo lugar. Sin embargo, supo innovar hasta el punto de convertirse en uno de los pioneros de la ecología en África Occidental.
Este mandato al movimiento también corresponde a modelos de desarrollo territorial, tanto en Europa como en África Occidental. Muchos municipios buscan atraer a personas con un fuerte capital social y económico para renovar su economía, a riesgo de olvidarse de las personas que ya están allí y que, sin embargo, tendrían mucho que aportar al territorio. La obra de Yacouba nos invita a cambiar nuestro punto de vista sobre la fijeza. Al dar poder de acción a los habitantes y al trabajar las complementariedades con las trayectorias profesionales modeladas por el movimiento, “los que quedan” también pueden orientar futuros deseables.
“El hombre que detuvo el desierto” nos ofrece una última lección. Mientras muchos actores formulan la hipótesis de que, para salvar la vida, es necesario abandonar ciertos territorios para que la naturaleza recupere allí sus derechos, Yacouba ofreció otra historia. Es porque se quedó donde estaba, mientras cambiaba su forma de cultivar, que pudo salvar su aldea. Si se hubiera ido como los demás en los años 1980, seguramente el desierto se lo hubiera llevado todo…