“España es ya el país de la UE que más carne consume. Según la FAO, en España estamos consumiendo actualmente más de 100 kilos de carne por persona al año. Esto equivale a unos 275 gramos diarios (que salen de dividir esos 100 kilos entre los 365 días del año), cuando las recomendaciones científicas marcan unos 300 gramos semanales”. Con estos datos en la mano (que se pueden consultar aquí), Greenpeace subraya que es la primera vez que España lidera el consumo de carne en Europa, puesto que antes ostentaba Luxemburgo.
Si consultamos el último Informe de Consumo Alimentario del ministerio de Agricultura (datos de 2018), vemos sin embargo que habla de un consumo per cápita de 46,19 kilos por persona al año, es decir, menos de la mitad de los 100 kilos de que habla la FAO. ¿Por qué esta disparidad de datos? “El ministerio saca los datos de lo que llama un panel de consumo, que es una encuesta que realiza a 12.000 hogares para, a partir de ahí, calcular el consumo per cápita en España. Es un método estimativo y muy limitado. Todo lo que se consume fuera de casa queda fuera de ése cálculo: comedores escolares, comedores sociales, comedores de hospitales, de prisiones, etc…”, explica Luis Ferreirím, responsable de Agricultura de Greenpeace España.
“La FAO trabaja con los datos que le pasan los gobiernos, basa sus informes en los datos de consumo pero también en los de venta de carne que le pasa el ministerio”, explica. Es decir, el cálculo del ministerio se refiere solo a la carne que comemos, la que llega al plato en los hogares, mientras los datos de la FAO se refieren a toda la carne suministrada (incluida la que se desperdicia, “la que no se vende o no se come”). Los datos de referencia a la hora de comparar consumo entre países son los de la FAO, porque el método de cálculo es el mismo para todos.
Greenpeace alerta de estos datos porque recuerda que cuando hablamos de consumo de carne (o mejor dicho, de su producción) hablamos de emisiones contaminantes, y pide por ello, una vez más, una drástica reducción en su producción y consumo. En España, concretamente, consideran que “para alcanzar unos niveles saludables y sostenibles, tenemos que reducir un 84% nuestra ingesta actual de carne”.
En todo el mundo, se consumen 330 millones de toneladas de carne, siendo Estados Unidos el principal consumidor. A nivel mundial, y según datos de esta organización, “la ganadería es responsable de la emisión del 14,5% de los Gases de Efecto Invernadero (GEI)”, el sector cárnico emite tanto como todo el transporte mundial, según Greenpeace: “como todos los coches, trenes, barcos y aviones juntos”. Y en este caso, además, no sólo hablamos de CO2, hablamos también de metano (el generado por el proceso digestivo de los rumiantes) y de óxido nitroso, “dos gases de efecto invernadero mucho más potentes que el CO2”, advierten.
“No podemos frenar el calentamiento global si no cambiamos el modo de producir y consumir carne”, aseguran los ecologistas. Porque cuando hablamos de ganadería hablamos de explotaciones industriales de ganadería intensiva, en su mayoría. Greenpeace lleva años pidiendo una reducción del consumo de carne, pero también un cambio en el modelo de producción hacia la ganadería extensiva, más respetuosa con el medio ambiente.
Ferreirím explica que, en España, “en el ganado porcino más de un 90% de la ganadería es intensiva. En el bovino y el caprino, sin embargo, es más extensiva. En el vacuno, la cosa está muy dividida. Lo que pedimos es reducir drásticamente nuestro consumo de carne todo el año y asegurarnos de que la que consumamos proviene de la ganadería ecológica y extensiva”.
Y no sólo para reducir las emisiones contaminantes, también porque la ganadería intensiva genera un elevado consumo de agua y una importante deforestación. A nivel mundial, Greenpeace asegura que “con cerca del 75% de la superficie agrícola destinada a la ganadería, tanto en forma de pastos como para producir piensos, no se podrá frenar la pérdida de biodiversidad a menos que frenemos la expansión de la ganadería industrial. Estamos transformando la Amazonia en filetes baratos: el 80% de la deforestación se atribuye a la actividad ganadera”.
La ciencia también pide reducir el consumo
Pero los ecologistas no son los únicos que advierten de la enorme huella ecológica que genera este sector. Hay varios estudios científicos que aportan evidencias en el mismo sentido. “The global impacts of food production”, publicado en 2018 en la revista Science por científicos de la Universidad de Oxford, aporta un dato: un 25% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero corresponden al sector de la alimentación. Y de ése cuarto de las emisiones totales, la mitad corresponde a la producción ganadera de carne de ternera y cordero.
Otro informe, este del IPCC, sobre “Cambio climático y tierra” (agosto 2019), afirma que el alto consumo de carne de vacuno y productos lácteos está agravando la crisis climática. Y pide cambios en los patrones de producción y consumo. En su capítulo 5, dedicado a la Seguridad Alimentaria, leemos: “El consumo de dietas saludables y sostenibles presenta grandes oportunidades para reducir las emisiones de GEI de los sistemas alimentarios y mejorar los resultados de salud. Ejemplos de dietas saludables y sostenibles son las ricas en granos gruesos, legumbres, frutas y verduras y nueces y semillas; bajo consumo de energía de origen animal”.
El informe se refiere al impacto del sector en las emisiones contaminantes, pero también a la deforestación. “Algunos patrones alimentarios requieren más agua y tierra y provocan, en comparación con otras alternativas, más emisiones de gases que atrapan el calor”, asegura Debra Roberts, una de las autoras del IPCC. “Las dietas equilibradas basadas en alimentos de origen vegetal y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible, en sistemas que generan pocas emisiones de gases de efecto invernadero, presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos”.
Otro de los autores del informe dejaba muy claro el mensaje, hace unos meses, en la BBC: “No le estamos diciendo a la gente que deje de comer carne. En algunos sitios no tienen otra opción. Pero es obvio que en Occidente estamos comiendo demasiada carne”, decía Pete Smith, científico de la Universidad de Aberdeen (Escocia).
España, el sector ya habla de “transición ecológica”
A pesar de ser líderes en Europa, y según ese informe del ministerio que mide el consumo en los hogares, en España cada vez consumimos menos carne. Los datos del ministerio reflejan una reducción en el consumo de un 2,9% respecto al año anterior. El informe refleja también que cada vez consumimos menos carne fresca -su demanda cae en picado desde 2012- y aumenta más el consumo de carne procesada (jamón, embutidos, fiambres), que ya supone un 25% del total de carne consumida.
La industria cárnica es el cuarto sector industrial de nuestro país, por detrás del automovilístico, el petróleo y combustibles, y la energía eléctrica. Cuenta con unas 3000 empresas, que dan empleo a 97.076 trabajadores, según datos de la Asociación Nacional de Industrias de la Carne de España (ANICE). Esta industria representa una cifra de negocio de 26.882 millones de euros, lo que supone el 2,24% del PIB total español. Pero ¿qué está haciendo el sector para reducir sus emisiones contaminantes?
Al plantear la pregunta, comienzan explicando que para ellos no ha habido confinamiento, que al ser uno de los “sectores esenciales” declarados por el gobierno han seguido trabajando durante estos meses. De lo cual, ANICE extrae una primera conclusión. “Los datos de descenso de los niveles de contaminación que se han registrado durante el confinamiento han puesto de manifiesto que la agricultura y la ganadería no son los mayores responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero”.
Es cierto que ha bajado mucho la contaminación, pero sobre todo la generada por el dióxido de nitrógeno, que en su mayoría procede del el tráfico. No ha ocurrido lo mismo con la que generan otros gases contaminantes, como el CO2, principal causante del efecto invernadero y un gas que sí emite la industria cárnica.
Aluden también al último “Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero” del MITECO, publicado en abril de este año, según el cual la producción ganadera de carne representa el 7% del total de emisiones de GEI de España, muy por detrás de otros sectores. Y desde ANICE aseguran, en cualquier caso, que “la sostenibilidad ambiental de la industria cárnica se está convirtiendo en uno de los principales retos de este sector… /… el sector trabaja cada día para conseguir un modelo de transición ecológica global, así como una producción más sostenible”.
En ese sentido, aseguran que están desarrollando nuevas técnicas de producción con un menor impacto ambiental, y explican sus objetivos: reducir en diez años un 15% la huella de carbono en el sector vacuno, la reducción de las emisiones de amoniaco (47%), óxido nitroso (38%) y emisiones por la gestión de estiércoles (14%) en el sector porcino. Hablan también de fomentar “la producción sostenible de carne de conejo y cordero, así como la investigación en alimentos para el ganado con menor huella medioambiental”.
Pero Greenpeace responde. “En los últimos años ha habido un crecimiento exponencial de la ganadería industrial en España, ya que pasamos, por ejemplo, de producir 3,5 millones de toneladas de carne en 1990 a 6,6 millones en 2017. Al mismo tiempo se han reducido las explotaciones, por lo que se ha intensificado mucho más la producción”.
Semana mundial sin carne
El tema, en cualquier caso, no es nuevo. De hecho, es recurrente, porque de un tiempo a esta parte han aumentado mucho los detractores de la carne, ya sea por motivos ambientales o de salud. ¿Por qué hablamos de ello ahora? Porque esta semana (del 15 al 21 de junio) se celebra la Semana Mundial Sin Carne, una iniciativa de la organización ProVeg España con el objetivo de concienciar y sumar adeptos al movimiento.
Hace unos meses, lanzaron una iniciativa más ambiciosa, a nivel internacional: el Veggie Challenge, un mes sin carne por el planeta. Pero el confinamiento no puso fácil el cambio de dieta a quienes quisieron sumarse, al menos en España. El reto dio comienzo el 1 de marzo. El 14 de marzo se declaraba el estado de alarma y tocaba encerrarse en casa.