En un día cálido de julio, Katherine Rose tomó una barra metálica y la empujó por debajo de una placa de concreto. Rose, directora de comunicaciones de Depave -una organización sin ánimo de lucro de Portland, EE.UU.- sudaba a chorros por el calor, pero no se iba a dejar vencer hasta recuperar espacios verdes.
El bloque grande de costra urbana que estaba frente a ella estaba a punto de moverse. Rose hizo un poco de fuerza con la barra metálica, pudo sacar el rectángulo de concreto y colocarlo afuera del pavimento.
“Es como liberar la tierra”, dice.
Recuerda que a mediados del año pasado ella y otros 50 voluntarios removieron unos 1.670 metros cuadrados de concreto cerca de una iglesia local.
“Es como volver realidad un sueño que todos tenemos”, señala.
Ese sueño es traer a la naturaleza de regreso hacia nosotros.
La idea de despavimentar es simple: reemplazar la mayor cantidad de concreto, asfalto u otras formas de construcción urbana con espacios verdes.
En la ciudad de Portland se viene haciendo desde 2008, cuando se fundó Depave.
Lo que dicen los creadores de este programa es que despavimentar permite algo muy simple: que el agua que cae en las ciudades pueda ser absorbida por la tierra y, de ese modo, se eviten las inundaciones.
También hace que las plantas silvestres pudan crecer en el espacio urbano y, al sembrar más árboles, se puede producir más sombra, lo que a su vez protege a los habitantes de las ciudades de la radiación solar y las olas de calor.
Sin contar con que expandir el área verde en una ciudad puede ayudar a la salud mental de las personas.
Más allá de los voluntarios
Pero si despavimentar realmente se puede convertir en una solución, se tendrá que expandir mucho más allá de lo que puedan hacer unas decenas de voluntarios.
Con la crisis del cambio climático agudizándose, ciudades y regiones enteras han comenzado a adoptar la despavimentación como parte de su estrategia para adaptarse a los nuevos tiempos y recuperar espacios verdes.
Es hora, dicen algunos, de comenzar a retirar el concreto de las calles de una forma más efectiva para crear mejores espacios para la naturaleza.
Por esa razón Rose cada vez que camina por una ciudad no puede evitar notar dónde podría retirarse el asfalto para colocar unas plantas.
“Constantemente quiero hacer más. Es imposible no ver los espacios para hacerlo”, dice.
Ella señala que su grupo ha logrado despavimentar cerca de 33.000 metros cuadrados de asfalto en Portland desde 2008 (lo que equivale a cuatro campos y medio de fútbol).
Y describe el trabajo como “divertido”, porque reúne a muchos voluntarios, que reciben un curso de seguridad antes de empezar a la tarea.
Green Venture es otra organización sin ánimo de lucro que funciona en Ontario, Canadá, inspirada por el trabajo que se hacía en Portland.
Giuliana Casimirri, su directora ejecutiva, cuenta que ella y sus colegas han logrado insertar pequeños jardines con árboles nativos en un distrito de la ciudad de Hamilton.
“Antes eran lugares por los que pasabas rápido y ahora son sitios en los que te puedes parar y ponerte a charlar. O simplemente pararte a leer el periódico”, explica.
En Hamilton, las inundaciones pueden hacer que las aguas residuales se mezclen con los afluentes del lago Ontario, que es la principal fuente de agua potable para la ciudad.
La idea de Green Venture y de otras organizaciones locales es la de reducir las posibilidades de que eso ocurra, dice Casimirri.
Su visión es una estrategia clave para la ciudad.
Ciertamente, estudios han demostrado que las superficies impermeables como el concreto, incrementan los riesgos de inundaciones en las áreas urbanas.
Rose señala que los esfuerzos de su equipo en Portland han hecho que cerca de 83 millones de litros de agua de lluvia al año sean desviados para evitar que entren en el sistema de drenaje de la ciudad.
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