Los Ángeles: Convirtió su patio lleno de hierbas en una jungla de árboles frutales

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El artista y profesor-jardinero José Ramírez nunca pensó en un césped para su casa de Boyle Heights. En lugar de eso, creó un paisaje de árboles llenos de frutas.

No se trata de un huerto ordinario, con árboles cuidadosamente espaciados en hileras ordenadas. En un barrio residencial densamente poblado, ha plantado más de 250 árboles frutales a lo largo de sinuosos espacios; múltiples variedades de ciruelas, albaricoques, nectarinas, manzanas, cítricos y aguacates. Están plantados tan cerca uno de otro, que sus ramas se entrelazan. A pocos pasos de la puerta trasera, Ramírez y su familia pueden recoger fruta de 10 árboles alrededor de una pequeña terraza: lima Bearss, papaya, chirimoya, mango, manzana, guayaba, limón Meyer, mandarina, nectarina y hasta canela.

“Se usa la corteza, aunque de ese no he cogido mucho”, dijo Ramírez, disculpándose. “Todavía es joven y es una especie con la que estoy experimentando”.

Esa palabra resume todo su huerto, un exuberante experimento con árboles frutales de cultivo ecológico que se extiende por detrás de la casa que compró en 2002 y en un estrecho terreno vacío contiguo que compró en 2012.

A Ramírez también le gusta experimentar con variedades inusuales. En uno de los árboles crecen granos de café, que de vez en cuando come para obtener un estimulante sabroso pero dulce. Cerca de allí, los largos brazos espinosos de su “fruta de dragón” se extienden por las ramas de otros árboles, preparándose para florecer. Tiene mangos maduros que cultivó a partir de semillas y al menos ocho árboles de grandas, diferentes, todos llenos de fruta, a pesar de la poca cantidad de agua que han recibido este año.

Un madroño jamaicano produce durante todo el año unas bayas de color rojo rosado que parecen cerezas, pero que saben a fresas dulces y maduras. Y muy cerca se encuentra una asombrosa jabuticaba (Plinia cauliflora), un árbol brasileño cuyos frutos de color púrpura brillante y del tamaño de una ciruela crecen directamente del tronco.

Cuando empezó, Ramírez apenas tenía experiencia en el cultivo de árboles. La mayor parte de su aprendizaje se basó en ver vídeos de YouTube (uno de sus favoritos es “Growing Your Greens”, de John Kohler) y en leer libros sobre permacultura y compostaje. Pero ser inexperto también fue muy satisfactorio. Aprendió mucho por ensayo y error y no se dejó vencer por los errores.

“Ser artista me ha ayudado a ser mejor maestro y jardinero porque ser artista significa ser creativo y pensar fuera de la caja”, dijo. “Tenía un enorme patio trasero con mucho potencial, y empecé a entrar en Internet para ver qué viveros había disponibles. Veía esos árboles tropicales exóticos y pensaba: ‘Tengo que probar esto’. Sabes que algunas cosas van a funcionar y otras no, pero tienes que arriesgarte y probar cosas nuevas”.

Y hubo muchos fracasos, sobre todo al principio. Recordaba el árbol de aguacates de un amigo de la familia cuando crecía – “Siempre era impresionante verlo”- y anhelaba cultivar el suyo propio, pero los primeros aguacates que plantó murieron todos. Pasaron varios años antes de que sobreviviera alguno, pero persistió, y ahora tiene 10 variedades que prosperan en su jardín.

“He aprendido que los aguacates son muy sensibles al principio, cuando los pones en la tierra”, dice. “No quieren que se les riegue en exceso, así que tuve que mimarlos al principio, con humus de lombriz, té de compost y riegos profundos, y finalmente se adaptaron. Ah, y no puedes plantarlos en el calor del verano. Hay que esperar al otoño o al invierno, o al principio de la primavera, cuando la tierra está húmeda”.

La mayoría de los árboles de su huerto urbano tienen entre 10 y 15 años, por lo que sólo necesitan un riego profundo poco frecuente y un mantillo grueso para ayudar a mantener la humedad en el suelo. Tiene un sistema de riego por goteo, pero sólo lo utiliza en el huerto superior, donde ha plantado árboles jóvenes y tomates.

Para los árboles más viejos utiliza las aguas grises del fregadero de la cocina y un desvencijado sistema de tubos de PVC apoyados en ladrillos para recoger el agua de lluvia del tejado. Esas tuberías están polvorientas estos días debido a la sequía, pero cuando llueve, en lugar de correr hacia la calle, toda esa agua baja por los canalones alrededor de su tejado y llega al suelo del huerto, esponjoso gracias a años de abono y mantillo.

Hoy en día no tiene que hacer tanto en el huerto, pero al principio el trabajo era intenso. Cuando compró su casa, estaba recién divorciado y tenía la custodia compartida de sus dos hijas pequeñas, y se centró en renovar el interior. Pero a finales de 2003, impulsado por un encargo para crear un mural de azulejos en el centro médico Adventist Health White Memorial de Boyle Heights, Ramírez comenzó a excavar la tierra bajo su casa en la ladera para crear un gran estudio donde pudiera hacer su arte. Poco a poco trasladó una pequeña montaña de tierra en carretilla a su empinado patio trasero, tratando de crear espacios más planos para poder plantar.

Cuando estuvo listo para empezar a plantar, el patio trasero era en su mayoría tierra y maleza, dijo. Quitó la mayoría de los arbustos y los árboles que no daban fruto, incluida una imponente hilera de viejos ficus. Conservó sus gruesos troncos grises, que hoy funcionan como una especie de muro de contención escultural, así como un granado, un zapote, una higuera y un olivo.

Más tarde, utilizó mulching de lasaña para acabar con la persistente hiedra. Luego utilizó capas de cartón húmedo y un mantillo de virutas de madera, serrín y posos de café de una cafetería local, así como polvo de roca para remineralizar el suelo. Y todos los días, después del trabajo en la Escuela Primaria Esperanza de Pico Union, se detenía en una ferretería y compraba 10 ladrillos de concreto para construir uno de sus muchos muros de contención.

“La jardinería se convirtió en una locura”, dijo. “Traía materiales todos los días y trabajaba hasta que se ponía el sol”.

El hecho de que estuviera cultivando en un espacio casi vertical no facilitaba el trabajo. Comprar una carga de mantillo era imposible, dijo, porque los camiones no podían llegar a su patio trasero, y no había espacio para que una carga se asentara en su entrada o en la calle, así que en su lugar hizo frecuentes visitas a un sitio donde los arboricultores podían dejar sus astillas de madera para el uso de la comunidad y embolsó tantas astillas como su pequeña camioneta podía llevar.

Todo esto lo hacía además de enseñar y hacer arte, pero Ramírez se inspiró mucho en su difunto padre, que construyó y cuidó un huerto en terrazas y un jardín en su patio trasero de El Sereno.

José Ramírez padre, emigró de México a Los Ángeles cuando tenía unos 10 años y más tarde sirvió en la Marina de Estados Unidos. Comenzó a trabajar como colocador de alfombras, dijo Ramírez, pero finalmente supervisó proyectos de eliminación de amianto para el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles.

Cuando terminó su trabajo diurno, el padre de Ramírez construyó escaleras y terrazas de jardineras en su patio y plantó verduras, nopales (que la madre de Ramírez, María, enlataba), uvas y árboles frutales.

“Cultivaba maracuyá y guayaba de piña y chirimoya, y siempre buscaba semillas que la gente traía de México, sobre todo de chiles”, dijo Ramírez sobre su padre. “Su filosofía era: ‘Si vas a plantar algo, planta algo que te dé comida'”.

Ramírez tardó años en apreciar la pasión de su padre por las plantas. De niño, le fascinaba el jardín, “pero cuando me hice mayor, ya no quería escardar”, dice riendo. “Teníamos una gran colina que había que desherbar, y la fiebre del heno era mi excusa”.

Ramírez aprendió de su padre algunos conceptos básicos de jardinería, pero cuando llegó el momento de empezar a plantar su jardín, siguió su propio camino, centrándose sobre todo en los árboles frutales y plantándolos tan juntos como pudo utilizando técnicas de permacultura orgánica.

Se volvió a casar, y su mujer, Sara Aguilar, directora de documentales y bailarina, recuerda que al principio regaba mucho y se preocupaba de que los árboles no se fueran a morir. Nunca qusio un césped, dice. De hecho, sus padres eran miembros de la Fundación Theodore Payne y los primeros defensores de los paisajes del sur de California basados en plantas autóctonas y alimentos en lugar de césped. Pero seguía teniendo dudas sobre las técnicas de plantación de su marido.

“Pensé que estaba loco por plantar tantos árboles tan juntos”, dijo. “Pensaba: ‘Es imposible que esto funcione’. Pero poco a poco empecé a ver su visión. Pensé: ‘Puedo ver lo que está pasando’, y ha sido muy divertido ver crecer los árboles”.

A su hija, Sol Aguilar Ramírez, de 16 años, le encanta pasear por el huerto con sus amigos, recogiendo fruta para su consumo inmediato. “Les parece genial”, dice. “Y es un lugar tranquilo para sentarse”.

La agenda de Ramírez es más suave estos días, pero no menos exigente. Acaba de terminar las ilustraciones de su octavo libro para niños: “Mi papá es un agricultor”, que se publicará a finales de este año. Después de casi tres décadas como profesor, pensó en jubilarse este otoño para centrarse más en su arte, pero su director le hizo una contraoferta demasiado buena como para rechazarla: volver como especialista en arte de la escuela.

Incluso en su nueva función, espera seguir su misma rutina: llegar a la escuela alrededor de las 6:30 de la mañana para planificar sus lecciones del día y salir sobre las 2:30 de la tarde. “Luego voy a revisar el jardín. Ahora tengo a alguien que me ayuda, así que repasamos la poda o el el riego por goteo o la cosecha. Y cuando oscurece, puedo centrarme en el arte”.

Los árboles y otras plantas ocupan un lugar destacado en su arte. Hizo etiquetas de cerámica con el nombre de cada árbol, con sus nombres comunes y latinos, para poder aprender sus nombres mientras trabaja en el huerto. Y debajo de muchos árboles están los artefactos de cerámica, pirámides, máscaras y otras reliquias que creó para su MFA de la UC Berkeley. El tema era serio -representar la forma en que las reliquias de México fueron sacadas de los sitios históricos por los museos y otros coleccionistas- pero bajo los árboles, el efecto parece casi caprichoso, rostros de cerámica serenos disfrutando de la sombra.

El huerto fue un regalo del cielo durante la pandemia de COVID-19, dijo. Se convirtió en un refugio para amigos y familiares desesperados por encontrar un lugar seguro donde reunirse. Se posaban en la terraza o alrededor de los árboles, compartiendo comidas y conversaciones junto con la fruta. Antes de la pandemia, Sara y él organizaban jornadas de puertas abiertas en las que la gente podía visitar la galería de su estudio y el huerto; espera reanudarlas a finales de este año. Los interesados pueden dejar su dirección de correo electrónico en su sitio web para recibir noticias sobre las próximas fechas.

Ramírez solía llevar cajas de fruta a la escuela para compartirla con sus alumnos y sus familias, pero eso dejó de hacerse durante la pandemia, cuando muchos estudiantes estudiaron desde sus casas. Él y su familia son vegetarianos, así que comen mucho de lo que cultivan. Reparte la fruta sobrante entre vecinos y familiares y dona cajas a los bancos de alimentos de la comunidad.

Él sigue experimentando en su huerto. En una sección vacía y soleada de la parcela superior, está tratando de fortalecer el suelo creando montones de abono directamente en la tierra. Ha cavado un agujero de un metro de diámetro, que la familia está llenando con restos de cocina y otros residuos verdes. Cubre el agujero con una tabla; cuando esté lleno, hará otro, creando finalmente una zona fértil para más plantaciones.

También ha tenido que retirar una docena de frutales de hueso este año debido a los daños causados por un escarabajo conocido como el barrenador del melocotón. Los albaricoques y otras frutas de hueso están entre sus favoritas, así que definitivamente volverá a plantarlos cuando el tiempo sea más fresco y -espera- el suelo se haya refrescado con la lluvia. Está buscando árboles sustitutos más resistentes a los escarabajos, pero se muestra filosófico ante la pérdida.

“El jardín siempre está cambiando y creciendo”, escribió en un texto. “Es la vida y la muerte en acción”.

Consejos para crear tu propio huerto en el jardín

  • La investigación es crucial. Ramírez es un fanático de la experimentación, pero también cree en la educación. Pasa mucho tiempo escuchando vídeos de jardinería en YouTube, hablando con expertos en viveros locales o leyendo información en sitios web especializados como Dave Wilson Nursery, Kuffel Creek Nursery y California Rare Fruit Growers.
  • Plante cuando haga frío, preferiblemente en invierno o a principios de la primavera, para que los árboles tengan la oportunidad de establecerse antes de que el tiempo se vuelva muy caluroso.
  • Añada una capa gruesa de mantillo, como 5 ó 6 pulgadas de hojas o virutas de madera para ayudar a mantener la humedad en el suelo. No se deshaga de las hojas o podas de sus árboles. Utilícelos como mantillo, pero coloquelos a varios centímetros de los troncos de los árboles para desalentar las enfermedades y las infestaciones de insectos.
  • Mejore el suelo. Ramírez cree en el cultivo orgánico y en el uso de enmiendas orgánicas como el compost y las lombrices para fomentar el crecimiento de microbios beneficiosos y hongos micorrícicos en el suelo, que ayudan a los árboles y otras plantas a absorber mejor los nutrientes y el agua. Para ello, recomienda comprar compost orgánico de buena calidad, como Bu’s Blend de Malibu Compost, o hacer el tuyo propio.
  • Añada polvo de roca o minerales de azomita al suelo para mejorar también la retención de agua. “Consigo una bolsa de 50 libras de polvo de roca y lo esparzo por todo el huerto o añado un puñado alrededor de la circunferencia de los árboles”, dice.
  • Utilice té de compost para alimentar a sus árboles mientras los riega. Ramírez ha tenido buena suerte con un té de compost seco de Boogie Brew, una empresa del condado de Sonoma que también ha sido de gran ayuda para responder a sus preguntas.
  • Filtre el agua de riego para eliminar el cloro y otros productos químicos que pueden destruir los microbios beneficiosos que quiere fomentar en el suelo. Ramírez utiliza un Boogie Blue Filter Plus que se enrosca en su manguera, también fabricado por Boogie Brew.
  • Esté abierto a la experimentación. Si le interesa una fruta que normalmente crece en otros lugares, lea todo lo que pueda sobre ella, consulte con los viveros que cultivan esos árboles y luego pruebe, dijo Ramírez.

No se rinda. El fracaso es un hecho en la jardinería, dijo Ramírez. Aprenda de sus errores y siga intentándolo.

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