Los invernaderos solares se preparan para ofrecer frutas, verduras y mucha sostenibilidad

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Acostumbrados a verlos repletos de frutas y hortalizas, las 35.000 hectáreas de los invernaderos solares del sur de Europa, ubicados en las provincias de Almería y Granada, muestran estos días una imagen muy diferente. Sus interiores están vacíos y se preparan para afrontar la próxima temporada.

De sus óptimos cuidados dependen 500 millones de personas a las que los invernaderos surten durante todo el año de 4,5 millones de toneladas de frutas y hortalizas frescas y naturales que se caracterizan por su calidad, sabor y seguridad alimentaria. Pero también por su apuesta sostenible ya que el sector avala cada vez más su potencial dentro de la economía circular y la bioeconomía, debido a la reutilización y reciclaje de plásticos, así como por la revalorización energética de biomasa procedente de restos de cosecha.

Además, el 96% de la energía consumida por los invernaderos solares del sureste de España utilizan la energía limpia del sol, absorben CO2 y tienen efectos positivos sobre el cambio climático, reduciendo la temperatura media debido a su efecto albedo o luchando contra las plagas y enfermedades de las plantas mediante ejércitos de insectos que actúan como depredadores naturales. La iniciativa Cutesolar destaca el uso eficiente de los recursos y la lucha contra el calentamiento global de este método de producción

Durante estos meses de verano los invernaderos solares hacen un alto en su frenética actividad debido a las altas temperaturas. Personas y cultivos desaparecen de su interior mientras los suelos descansan y se recuperan para una nueva campaña en la que la calidad y la sostenibilidad van de la mano. Preparar las instalaciones no es una tarea exigua y requiere de una organización que se planifica al detalle para que las plantas den el máximo rendimiento (respetando su habitual ritmo de crecimiento) y que no se vea alterado el mercado.

Las labores de preparación para una nueva campaña incluyen: la retirada o incorporación al suelo de los restos vegetales, la solarización de los suelos para desinfectarlos y la revisión y reparación de todos los sistemas de cultivo (cabezales de riego y fertilización, tuberías y líneas de goteros de riego, sistemas de ventilación y cubiertas de plástico).

En paralelo, fuera de los invernaderos, se trabaja a pleno rendimiento en los semilleros. Las semillas de los productos hortofrutícolas que consumimos no se plantan directamente sobre el suelo de los invernaderos, sino que germinan en los semilleros en las mejores condiciones para su posterior trasplante a los invernaderos. Cada vez más agricultores se decantan por usar plántulas injertadas en patrones cuyo potente sistema radicular les confiere mayor resistencia y vigor.

Durante la última campaña se produjeron más de 400 millones de plantones de variedades de tomate, pimiento, calabacín, pepino, berenjena, melón y sandía en los más de 70 semilleros que hay en las provincias de Almería y Granada.

La actividad de las casas de semillas es esencial, ya que innovan continuamente desarrollando nuevas variedades adaptadas tanto a las demandas del productor como a las del consumidor con líneas «más resistentes a las plagas, con nuevos tamaños, formas y colores y con un mejor sabor», apunta Francisco Góngora, portavoz del consorcio europeo Cute Solar.

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