La industria de la moda es una de las actividades cuyo debe reducirse para poder proyectar un futuro sustentable y que, al mismo tiempo, nos invitan a repensar el modo en que deseamos habitar nuestras vidas posmodernas.
Según la Asociación de Materiales Secundarios y Textiles Reciclados (Smart), en todo el mundo producimos la asombrosa cifra de trece millones de toneladas de residuos textiles al año, el 95 por ciento de los cuales podrían reutilizarse o reciclarse. Estas cantidades también generan otros efectos negativos ambientales, como la contaminación del agua por plásticos y la emisión de gases invernaderos.
Más allá de posibles cambios drásticos y revolucionarios en nuestra forma de concebir la moda, hay algunos indicios de futuras reformas y novedades para incluir en nuestro menú de opciones productivas y políticas. En ese sentido, podemos comenzar a pensar en consumidores que consideran el uso de materiales sustentables como un factor de compra relevante. Con el tiempo, muchas miradas comenzaron a apuntar a un salvador: el cáñamo.
Santa planta
El cáñamo es el nombre de la fibra que se obtiene de las plantas de cannabis. Tiene todo tipo de usos y aplicaciones que se estudian día a día, pero la más conocida y que ya está en apogeo desde hace varias décadas es el uso textil.
Se trata de una de las plantas que más rápido crece en el mundo: tan solo tarda entre tres y cuatro meses en llegar a la madurez. Y otro dato relevante: una sola de estas plantas produce 220 por ciento más fibra que una de algodón.
Diferenciándolo más de este último, el cáñamo necesita muy poca agua para su crecimiento, es naturalmente resistente a las plagas y sus raíces protegen el suelo de la erosión y las toxinas. “La confección de las prendas no es tan diferente. La gran diferencia está en la forma de cultivar. El cáñamo consume cuatro veces más dióxido de carbono que los árboles. Tiene un ciclo de crecimiento corto, lo que lo convierte en un cultivo increíblemente efectivo”, expresa Rob Jungmann, propietario y fundador de Jungmaven, marca que se dedica a fabricar ropa hecha cien por ciento con telas de cáñamo.
Jungmann fundó su empresa a principios de los noventa, mientras estudiaba en Washington. Allí, un profesor le contó todas las aplicaciones para las que se podía utilizar esta planta y eso fue de la mano con una serie de inquietudes que el joven estudiante estaba desarrollando en torno de la sustentabilidad del medioambiente en el que había crecido.
A partir de ese momento decidió comenzar a diseñar y fabricar ropa que ayudara a preservar el planeta y desincentivar las prácticas comerciales convencionales. “Tan pronto como comencé a usar cáñamo, noté una diferencia en cómo me sentía: la textura y el tacto de la tela eran como magia para mi piel y mi actitud. La ropa de cáñamo se sentía mucho más saludable que la ropa que estaba acostumbrado a usar”, cuenta Jungmann acerca de su primera experiencia con estas telas.
Con todo este panorama, probablemente se estén preguntando: si el cáñamo es tan bueno, ¿por qué no usamos solo ropa de ese material para vestirnos? La respuesta es simple. La estigmatización que el cannabis sufrió a lo largo de las décadas le impidió a la sociedad ver los beneficios que la planta podía traer –cuestión que, hoy en día, entre otras agendas, puede notarse en el retraso de determinadas aplicaciones medicinales–.
Este estigma recayó también sobre el cáñamo, ya que muchos no veían con buenos ojos vestirse con ropa hecha de un derivado de la marihuana, y al no saber diferenciar el estupefaciente del cáñamo industrial, el uso del tejido se volvió ilegal. “A principios de los 90, el cáñamo era considerado tan ilegal como la marihuana, por lo que todos se sorprendieron de que pudieras hacer ropa con él, y mucho menos poder venderla en los Estados Unidos. Fue emocionante cuando se abrieron muchas tiendas de ropa de cáñamo en los Estados Unidos”, aporta Jungmann.
Desorden y progreso
Con la progresiva legalización medicinal de la marihuana a nivel mundial, el cáñamo comenzó a verse con mejores ojos, sobre todo abriéndolo al mercado de la industria textil.
Actualmente, distintas marcas importantes, como Nike, Levi’s y Patagonia, han desarrollado sus líneas con productos a base de cáñamo. Esta última generó una confianza en sus clientes a tal punto que los consumidores nombraron a Patagonia como la empresa de los Estados Unidos con mejor reputación, según la encuesta Axios-Harris Poll 100 de 2021.
“La industria de la ropa es sucia y contribuye en hasta el diez por ciento de la contaminación que impulsa la crisis climática. Patagonia cree que la industria se convertirá en lo que los consumidores compren, y que los compradores informados obligarán a la industria de la ropa a abandonar sus prácticas sucias”, dijo el portavoz de Patagonia, Corey Simpson, al medio Cannabis & Tech Today.
En la Argentina también hay diseñadores que han decidido volcarse a estas prácticas, como es el caso de Mariano Percivale, creador de Gaia Eyewear, empresa que fabrica anteojos a base de cáñamo. El nacimiento de Gaia se sitúa entre 2013 y 2014, cuando Percivale estaba estudiando diseño industrial y cosechando unas plantas con un amigo suyo.
“La decisión de usar cáñamo para los lentes tiene que ver con la eficiencia de materiales, innovación y sustentabilidad, básicamente porque no hay otra materia prima que dé tanta cantidad a un precio muy bajo y con las cualidades de estas fibras”, cuenta Percivale acerca de su experiencia. A pesar de estos posibles beneficios, al día de hoy Gaia no opera abiertamente en la Argentina. Es por eso que exporta sus productos a Uruguay, así como también a Barcelona y Colombia. Aunque con la ley sancionada a principios de mayo en Diputados, que regula la producción industrial de la planta de cannabis, se abre una gran oportunidad para que exista un mercado para estos productos.
“Esta ley de producción de cáñamo tiene una importancia muy grande, creo que puede cambiar el paradigma industrial en la Argentina, ayudar a entender cómo vemos la producción al interior del país y la mejor alternativa para poder empezar políticas industriales y de producción a largo plazo”, explica Percivale mostrándose optimista.
Lo llevan en la piel
El activismo es un aspecto que no podemos dejar fuera si hablamos de ropa y cáñamo. Todos los que se dedican a esta industria sienten orgullo por lo que están haciendo, ya que los hace sentir que están cambiando al mundo, creando uno mejor. Lo mismo pasa con los clientes: vestirse de esta manera les genera una cierta adscripción ética.
Por ejemplo, todas la publicaciones en las redes de Jungmaven vienen acompañadas de leyendas con los distintos beneficios que el cáñamo tiene para con el mundo, siempre desde el lado de que más gente se una al movimiento. “Para mí, el activismo ha sido parte de todo desde el principio: la ropa es la herramienta para crear cambios para el medioambiente y la sociedad. Nosotros tratamos de cambiar la cultura de la moda hacia procesos nuevos que crean más equilibrio con el planeta. El desafío es crear curiosidad en los demás y señalar suavemente los beneficios ambientales del cáñamo”, explica Jungmann.
El boom de la marihuana medicinal les permitió abrir la mente a muchas personas, sacando estos materiales de un largo estigma. Estos cambios y este desorden abren la posibilidad de pensar nuevas formas de generar proyectos industriales acaso no revolucionarios, pero sí más amigables para el medioambiente.
El cáñamo puede ser una de las maneras para lograr un futuro más sustentable y humano para la moda. Al respecto, reflexiona Jungmann: “Ahora que he estado haciendo esto durante casi treinta años, parece un proceso lento y arduo llevar el cáñamo al mundo de la moda. Dicho esto, creo que cuando miremos hacia atrás en cien años, veremos que el cambio del siglo XXI fue el comienzo de una nueva era para el cáñamo, donde este se convierta en el rey de la moda y más allá”.