Investigadores del Jardín Botánico Carlos Thays y la Fundación Félix de Azara llevan adelante la selección de semillas, germinación y plantación de once especies de plantas autóctonas del Delta del Paraná en la reserva natural Delta Terra. El objetivo es recuperar parte del “monte blanco” perdido y poner en valor la vegetación local frente al avance de especies invasoras.
Un equipo de investigadores del Jardín Botánico Carlos Thays y la Fundación Félix de Azara emprendió la tarea de reforestar una porción del suelo ribereño del Delta con parte de su característico monte blanco: plantas nativas, en su mayoría leñosas, que resisten el avance de especies exóticas e invasoras.
“Lo que buscamos es el enriquecimiento de las especies del monte blanco. En principio, seleccionamos once especies y, en los primeros viajes, fuimos buscando ejemplares y colectando sus semillas, lo que fue un enorme desafío de logística e investigación”, señaló a Agencia CTyS-UNLaM el técnico del área de propagación del Jardín Botánico, Maximiano König.
La reserva natural Delta Terra está ubicada sobre el arroyo Rama Negra, en la primera sección de Islas del Delta de Buenos Aires. El espacio, que cuenta con 22 hectáreas de vegetación, dispuso de una parte del predio para la creación de un área donde la flora predominante sea la nativa, que, al día de hoy, sobrevive en pequeños parches por el cambio de uso del suelo que se dio a lo largo del tiempo en la región.
En primera instancia, los investigadores debieron buscar ejemplares sanos de estas especies en la reserva y en distintos puntos del Delta. Una vez que encontraron individuos adecuados para dar frutos, los georreferenciaron para, llegado el tiempo de cosecha, colectar las semillas.
“Tuvimos que hacer un trabajo previo de investigación y reconocer el momento de la dispersión para que, cuando se realizaba un segundo viaje, los frutos de esas semillas estuvieran disponibles. En algunos casos, dejamos bolsas colectoras para que las aves no nos hagan competencia”, amplió la investigadora Lorena Giménez, integrante del Jardín Botánico Carlos Thays.
La iniciativa requirió de un intenso trabajo tanto en lo teórico como en lo práctico y logístico. Las semillas cosechadas fueron germinadas en el Jardín Botánico, ubicado en la ciudad de Buenos Aires, donde crecieron durante más de un año y llegaron a alcanzar, en algunos casos, 1,80 metros de altura.
“En el proyecto confluyen estas tres cosas: la conservación in situ, a través de la plantación en la reserva que es el sitio, la conservación ex-situ, que es la formación del banco de semillas con las que trabajamos, y el desarrollo de protocolos de propagación, es decir, información de cómo propagar esas especies nativas que va a estar al alcance de cualquiera que las quiera utilizar”, agregó Giménez.
La pandemia, según los integrantes del equipo, para este trabajo, tuvo un efecto beneficioso. Al permanecer protegidas en el invernáculo del botánico, las plantas pudieron crecer considerablemente antes de ser trasplantadas a la reserva, territorio mayoritariamente cubierto por especies exóticas e invasivas, como el lirio amarillo, el ligustro y la mora, con una gran capacidad de expansión.
En esa línea, König, uno de los encargados de la logística y plantación de los ejemplares, indicó: “El 93 por ciento de las especies que encontramos eran exóticas. Entonces, cuando diseñamos la plantación, lo que hicimos fue un raleo importante de árboles, dejando en pie a los de mayor porte, para mejorar la competencia en favor de las nativas”.
A mediados de mayo, se terminaron de trasladar y plantar los primeros 280 ejemplares de plantas de una camada de más de 900. El área tendrá un sendero propio y buscará poner en valor la biodiversidad local.
En relación al trabajo realizado hasta ahora, la bióloga de la Fundación Félix de Azara, Marina Homberg, reflexionó: “A veces se habla muy livianamente de la restauración o el enriquecimiento en términos vegetales y no hay real conocimiento de lo que implica eso. Estamos atravesando el cuarto año desde que empezamos a hablar y recién ahora se está haciendo la plantación, con unos esfuerzos gigantes”.
En ese sentido, la investigadora valoró el proceso de transformación del paisaje y el potencial que tienen estas actividades para transmitir otra conciencia ambiental. “A pesar de que se va a cambiar la ecología de un lugar muy concreto, en términos de impacto de una región, me parece que lo más importante es lo que se puede hacer en materia de educación y difusión de la importancia de las plantas nativas”, concluyó.
Este proyecto del Jardín Botánico Carlos Thays y la Fundación Félix de Azara comenzó oficialmente en el año 2019, con el recibimiento de un subsidio internacional de la Fundación Botánica Klorane con sede en Francia, junto con Laboratorios Pierre Fabre, bajo el seguimiento de BGCI- Botanic Gardens Conservation International para su realización.