Reto universal, el uso eficiente de los recursos

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Uno de los mayores retos a los que se enfrenta actualmente la Humanidad es como resolver la creciente escasez  de recursos. Se trata de recursos como por ejemplo el agua, los alimentos, la energía, los minerales, los metales, y tantos otros de los que dependen nuestra alimentación, nuestro trabajo o nuestra salud. Por el momento, y frente a unos recursos limitados que resultan cada vez más demandados, mantenemos sin embargo como objetivos el desarrollo y el crecimiento económico continuado de una sociedad cada vez más numerosa y de mayor consumo per cápita. La razón apunta a que no será posible lograr la cuadratura del círculo y a que si no se cambia de rumbo sustancialmente, nos enfrentaremos a muy difíciles situaciones. Se trata de un problema genuinamente mundial y de cuya solución depende la calidad de vida del ser humano, tal como hoy la conocemos y, quién sabe si no también la propia supervivencia de la especie humana.

 
La Comisión Europea resume así la situación en su Hoja de Ruta hacia una Europa eficiente en el uso de los recursos #(2) publicada en 2011: “A lo largo del siglo XX, la utilización de combustibles fósiles en el mundo se multiplicó por doce, y la extracción de recursos materiales, por treinta y cuatro. Cada ciudadano de la Unión Europea consume hoy en día dieciséis toneladas de materiales al año, de las cuales seis se desechan, descargándose la mitad en vertederos. Sin embargo, las tendencias apuntan al fin de una era en la que los recursos eran abundantes y baratos. Las empresas se enfrentan al aumento de los costes de materias primas y minerales esenciales, cuya escasez y volatilidad de precios están teniendo un efecto perjudicial para la economía. Las fuentes de minerales, metales y energía, así como las reservas pesqueras, la madera, el agua, los suelos fértiles, el aire limpio, la biomasa y la biodiversidad, están bajo presión; lo mismo puede decirse de la estabilidad del sistema climático. Mientras la demanda de alimentos, piensos y fibra podría aumentar en un 70 % de aquí a 2050, el 60 % de los principales ecosistemas del mundo que contribuyen a la producción de estos recursos ya se ha degradado o se está utilizando de manera insostenible. Si seguimos usando los recursos al ritmo actual, para el año 2050 necesitaremos, en conjunto, el equivalente de más de dos planetas para sostenernos, y serán muchos los que no podrán hacer realidad sus aspiraciones de mejorar su calidad de vida”.
 
El desafío es pues monumental y la eficiencia en el uso de los recursos no es ya tan solo una cuestión ambiental o de cuidado del Planeta, por muchos beneficios ambientales que traiga. Se trata también de una cuestión clave para la supervivencia del sector productivo, la economía y el empleo, y que poco a poco va imponiéndose en la forma de hacer negocios. También vemos como cada vez más los grandes inversores como, entre otros, los fondos de pensiones, tienen más en consideración la forma en que las compañías abordan los problemas de cambio climático y de sostenibilidad a la hora de determinar sus estrategias de inversión. Mindy Lubber, presidente de Ceres, decía en Financial Times (4 de octubre de 2010) que las compañías van comprendiendo que esto [la sostenibilidad] es un asunto de negocios, y que ha llegado para quedarse. 
 
LA ESTRATEGIA EUROPA 2020: LA UNIÓN EUROPEA ABORDA EL PROBLEMA AL MÁS ALTO NIVEL
 
 
 
El Consejo Europeo dio forma definitiva en 2010 (marzo y  junio) a la “Estrategia Europa 2020 para el empleo y un crecimiento inteligente, sostenible e integrador”, que guiará la acción de la Unión Europea y de sus Estados miembros en esta década. Con esta Estrategia, adoptada al más alto nivel, se pretende movilizar todas las políticas e instrumentos de que dispone la Unión Europea a efectos de coordinar la acción de los Estados miembros e impulsar las reformas estructurales necesarias para materializar el potencial de crecimiento de la Unión Europea.  
 
Es particularmente destacable el hecho de que problemas ambientales de este tipo se aborden ahora a tan alto nivel, junto al tratamiento de las políticas económicas y de los objetivos de lucha contra el desempleo y la crisis económica y financiera. La Estrategia es muy selectiva y establece tan sólo cinco objetivos generales para el año 2020, uno de los cuales está dedicado al medio ambiente y consiste en reducir la emisión de gases de efecto invernadero en un 20% con respecto a los niveles de 1990 e incrementar hasta el 20% la proporción de las energías renovables en el consumo final de energía, así como avanzar hacia un aumento del 20% en el rendimiento energético.  
 
La aplicación de la Estrategia se guía por unas “Directrices Integradas”, que orientan la acción de la Unión Europea y de los Estados miembros para la consecución de los objetivos señalados. Estas directrices son también respaldadas al máximo nivel de la Unión Europea por el Consejo Europeo. Son tan sólo seis en materia económica y una de ellas, la Directriz número 5, está íntegra y ampliamente dedicada al logro de una economía baja en carbono y eficiente en el uso de los recursos. Utilizando las propias palabras de la Estrategia, “las políticas de la Unión Europea y de los Estados miembros, deben aspirar al «crecimiento sostenible»…. [que] significa disociar el crecimiento económico de la utilización de los recursos,… y que aproveche el liderazgo europeo en la carrera para desarrollar nuevos procesos y tecnologías, incluidas las tecnologías verdes… llevar a cabo las reformas necesarias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y utilizar los recursos eficientemente…”. A partir de estas directrices, cada uno de los Estados miembros debe elaborar su propio Programa Nacional de Reforma #(4), en el que han de exponer con detalle las medidas que van a adoptar para lograr los objetivos de la Estrategia.
 
Se constata así una vez más como de forma progresiva pero continuada, los problemas que antes se consideraban exclusivamente ambientales van expresando su verdadera dimensión y van impregnando de modo claro y transversal otras políticas en las que es necesario actuar para enfocar de modo adecuado su resolución. Por otra parte, y ya en una dimensión europea de la implementación de Europa 2020, la Comisión adoptó, entre otras seis “iniciativas emblemáticas”, una que se denomina precisamente “Una Europa que utiliza eficazmente los recursos” y que posteriormente fue seguida de una detallada Hoja de ruta sobre las acciones a desarrollar. En esta línea, hay que destacar también el acuerdo expresado por el Consejo Europeo, por la Comisión y por el Parlamento Europeo, sobre el deseo de que el nuevo Marco Financiero Multianual que ha de establecer los presupuestos de la Unión Europea para los próximos siete años debiera centrarse esencialmente en apoyar la consecución de los objetivos de Europa 2020. El potencial que encierran estos nuevos presupuestos actualmente en discusión para profundizar en esta vía de la eficiencia de recursos es considerable.  
 
En resumen, vemos que con el conjunto formado por Europa 2020, las Directrices Integradas, la Iniciativa Emblemática y su Hoja de Ruta, los Planes Nacionales de Reforma y con el impulso que pueda darse desde los presupuestos de los próximos años, la Unión Europea ha establecido un marco firme y coherente para impulsar de manera decidida una transformación de la actividad económica hacia un modelo bajo en carbono y más eficiente en el uso de los recursos. Una tarea titánica que solo con este marco político institucional puede abordarse a la escala que se plantea. 
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