Tres proyectos sudamericanos fueron seleccionados como finalistas para los premios de conservación “Whitley Awards”, conocidos como los Oscar “verdes”, del Whitley Fund for Nature (WFN). Las iniciativas, destacadas “por su trabajo con las comunidades y preservar la fauna y flora silvestre” buscan proteger a los delfines nariz de botella en Brasil, orquídeas en Colombia, y a las aves macá tobiano en Argentina.
En diálogo con Carbono News, los tres proyectos finalistas del Cono Sur —que se suman a cinco de Asia y siete africanos— contaron cómo fue el recorrido hasta esta distinción, y cómo se preparan para conocer al ganador, el 12 de mayo.
Salvando a los delfines nariz de botella
La Laguna de los Patos es la mayor laguna de Brasil y la mayor barrera lacustre de Sudamérica. Se encuentra en el estado de Rio Grande do Sul, al sur de Brasil. Con una superficie de 10.100 km², concentra la mayor población de delfines nariz de botella del mundo.
El proyecto de conservación de estos delfines se puso en marcha en la década del 70, pero no fue hasta el 2005 que la recolección de datos empezó a sistematizarse, gracias a la participación de Pedro Fruet, doctor en oceanografía biológica, y un equipo de investigadores de la Universidad Río Grande del Sur y la ONG Kaosa.
El día a día del equipo del “Proyecto delfines nariz de botella de la laguna de los Patos” consiste en salir con las embarcaciones a realizar fotos para identificar y monitorear la población de estos delfines y sus principales amenazas. Durante estos más de 15 años de trabajo, hallaron que hay 90 delfines que viven todo el año en la Lagoa dos Patos, y otros 130 o 140 que habitan las inmediaciones.
El equipo también descubrió que desde el 2000 la población de los nariz de botella viene resintiéndose, especialmente a causa de las capturas accidentales, pero también por la contaminación ambiental y la colisión con embarcaciones; problemas que comparten con otros delfines a nivel mundial, comenta Fruet a Carbono News.
“Aunque es difícil saber si todos los animales que mueren al año es por razones de pesca, sabemos que sí pasa con buena parte de ellos”, asegura. En promedio, mueren alrededor de 14 ejemplares al año. “Un número alto porque la población es muy chica”, dice el investigador.
Los delfines nariz de botella tienen una distribución muy restringida que va desde Argentina hasta el sur de Brasil. Se estima que en total existen 600 delfines de esta especie. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la población está decreciendo y es considerada vulnerable.
Fruet y su equipo empezaron a reclamar la disminución de la mortalidad y la preservación del área natural de la laguna. “El problema es que la implementación se llevó de forma vertical, sin una buena comunicación con los pescadores que viven de la pesca en la laguna”, cuenta el investigador.
Finalmente, en 2014 se creó el área protegida que restringe parte de la actividad pesquera dentro de la zona de conservación. “Al no haber una buena gestión, los pescadores continúan pescando en el área de protección porque necesitan vivir, además algunos llegaron a ser detenidos y llevados a prisión por ello”. Para el investigador, los conservacionistas tienen que cambiar la forma de preservar los hábitats involucrando más a la comunidad local a la hora de tomar decisiones.
Con este diagnóstico, el proyecto que aspira quedarse con los fondos del Premio Whitley tratará de resolver las diferencias entre los distintos actores a través de talleres para reducir la mortalidad de los delfines a la mitad en los próximos cinco años. “De los talleres participarán todos los involucrados: políticos, científicos, investigadores y pescadores. Nuestro fin es llegar a un consenso para que se haga efectiva la conservación”, anticipa Fruet
Orquídeas en los bosques nublados de Colombia
Colombia es el país con una mayor diversidad de orquídeas del mundo. La mayoría se encuentra en torno a la cordillera de Los Andes, en los bosques nublados, un hábitat vulnerable al cambio climático y que favorece su supervivencia. Estos bosques albergan especies de orquídeas en peligro de extinción, plantas y árboles de gran valor para la conservación y especies animales que están en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), como la guagua loba o el oso andino. Estos ecosistemas están amenazados principalmente por la extensión de la ganadería, que produce talas masivas de bosque.
La Sociedad Colombiana de Orquideología lleva 50 años dedicados a la conservación de estas plantas, y cuenta con una reserva de 600 hectáreas donde viven alrededor de 120 especies.
Tatiana Arias es la investigadora a cargo del programa “Conservación de las orquídeas del bosque nublado” que se presentó a los premios Whitley. El proyecto tiene como objetivo preservar la mayor biodiversidad posible y, para ello, trabajarán con una de las especies de orquídeas amenazadas. Reforzarán la recolección de datos genéticos y reproductivos, monitorearán las amenazas y mejorarán el cultivo mediante la técnica in vitro.
“En general, las orquídeas que viven en los bosques de niebla son especies que crecen en los troncos de los árboles junto a hongos muy particulares, por eso la reproducción de las orquídeas no es una tarea fácil”, explica la investigadora a Carbono News. Después de tener mayor control del cultivo buscarán reintroducir estas especies en los bosques.
Una de las principales amenazas a estas flores es el saqueo para el comercio, tanto local como nacional. Por ello, otro de los objetivos es involucrar a las comunidades en esta conservación. En vez de prohibir su cultivo, buscarán aumentar el conocimiento de la población sobre las orquídeas y mejorar el cultivo de estas especies de tal forma que el ser humano no sea una amenaza para su supervivencia. “Haremos talleres para que la gente pueda cultivar sus orquídeas pero de forma informada, también queremos promover pequeños emprendimientos que tengan que ver con las orquídeas para mejorar las condiciones de vida de las personas y al mismo tiempo preservar a estas especies”, añade la investigadora.
Por el guardián de la estepa argentina
“Buscamos conservar al macá tobiano, porque con él podemos conservar además todo el sistema patagónico austral”, resume el investigador argentino Ignacio Roesler, director del proyecto de preservación de este ave presentado a los premios Whitley.
El macá fue descubierto hace relativamente poco en las orillas de los ríos de la provincia con menos densidad de población de Argentina, Santa Cruz. Durante el verano santacruceño, el macá tobiano se ubica al oeste provincial. Cuando el sol va calentando, migra hacia los estuarios de la costa.
El proyecto de conservación del macá tobiano, llamado Programa Patagonia, surgió en 2010 por un grupo de la asociación civil Aves Argentinas y una ONG de Santa Cruz, Ambiente Sur. Con los años se fueron sumando investigadores del Conicet y otras instituciones internacionales. Al comienzo estuvieron centrados en conocer la situación en la que se encontraba el macá, y con el pasar de los años fueron desarrollando acciones de conservación y manejo, divulgación y extensión a la comunidad, y formación de otros voluntarios en su base de operaciones, la estación biológica Juan Mazar Barnett, ubicada al norte de la provincia.
Una de las acciones que han probado su éxito son “los guardianes de colonia”, explica Roesler. Son técnicos de campo que durante la época reproductiva de las aves, de octubre a abril, viven junto a los macá en las mesetas donde anidan. Allí, los protegen eliminando cualquier amenaza que ponga en peligro a los nidos. Hacen monitoreo de las colonias, recorren la laguna y monitorean a las especies invasoras, como el visón americano o la gaviota cocinera, que se alimenta de los huevos del macá. “Desde que se implementa este programa el éxito reproductivo de los macá se ha duplicado”, cuenta.
Junto a las especies invasoras que son grandes depredadores para el macá, la actividad industrial de la región también afecta a esta especie. Según el equipo la principal amenaza son las represas de generación energética sobre el río Santa Cruz. “Cuando se construyen represas, convierten lo que era un río en un embalse, por lo que interrumpen el curso, modifican el flujo, el transporte de sedimentos, la temperatura y esto es un potencial problema para el macá”. Otro de los efectos puede ser la modificación de sus rutas migratorias.
La relación de estas aves con la comunidad ha sido positiva. “Es una especie muy carismática, es tan localizada, tan endémica que ha generado un sentimiento de identidad en la comunidad”. La provincia promueve este simbolismo, incluso el área protegida de la Patagonia lleva su imagen. “Reforzar aún más su protección es una oportunidad para avanzar en la preservación de los ecosistemas patagónicos”, cierra Roesler.