Sebastian Schmidt es un músico berlinés, de 35 años, cuya profesión lo obliga a desplazarse continuamente por dentro y por fuera de su ciudad. Pero, pese a ello, hace años que no tiene un auto.
‘Es una decisión muy consciente’, explica a LA NACION. ‘Son muy raras las veces en que verdaderamente necesito un vehículo y tener uno es demasiado caro. Como mucho, puedo necesitar un auto cinco veces al mes y en esos casos tengo varias opciones: los servicios de carsharing , el taxi o pedir un auto prestado a amigos’, explica.
Schmidt pertenece a una mayoría entre sus coetáneos. En Alemania, patria de Volkswagen y Mercedes-Benz, y donde la industria automotriz es aún un sector decisivo en la economía, una tendencia crece con fuerza: a los ciudadanos de menos de 40 años les importa cada vez menos tener su propio auto, mientras que no pueden prescindir de sus bicicletas y sus teléfonos celulares.
Sobre una población de unas 80 millones de personas, 73 millones tienen una bicicleta, lo que evidencia claramente el amor de los alemanes por las dos ruedas. En tanto, un 46% de los residentes de la capital no manejan autos propios. Y en el resto del país, quienes sí tienen uno lo manejan rara vez. En la rica ciudad de Munich, por ejemplo, los dueños de autos los conducen apenas un promedio de 45 minutos al día.
Esta situación contribuyó a que en los últimos dos años proliferaran los llamados carsharing , un servicio que permite, a través de una aplicación en el celular, buscar el auto más cercano a donde se encuentra el cliente, desbloquearlo con un código, conducirlo hasta destino y dejarlo estacionado en espera del siguiente conductor. Se paga a través de la aplicación, que está sincronizada con la tarjeta de crédito. El precio oscila entre 29 y 35 centavos de dólar por minuto.
Encuestas demuestran que la mayor parte de los residentes de grandes ciudades alemanas consideran el auto un objeto del que podrían prescindir en cualquier momento.
Las ventas de vehículos, de hecho, cayeron significativamente entre el segmento de los consumidores jóvenes, y quienes compran autos son cada vez más mayores: desde 1995 hasta hoy, según datos de la revista Der Spiegel, el promedio de edad aumentó de 46 a 52 años.
Schmidt cree que en el futuro habrá espacio para los autos, pero de manera muy distinta a la de ahora, y en particular bajo el sistema de los autos compartidos. ‘Necesitamos un tercio de los autos que actualmente tenemos en la ciudad. Según este modelo, tendríamos menos autos, más espacios libres y menos contaminación’, afirma.
Europa, sin embargo, es todavía un continente de autos. Los conductores europeos tienen un tercio de los 750 millones de autos en circulación en el mundo, según datos del Collaborating Center on Sustainable Consumption and Production (CSCP).
Aun así, en Alemania al menos, algo está cambiando. Según proyecciones del prestigioso Instituto Fraunhofer, en 2050, en la locomotora europea habrá la mitad de los autos que hay ahora.
Según su estudio ‘Una visión sustentable del transporte en Alemania’, en el futuro ‘las ciudades alemanas serán grandes espacios verdes, con muchas peatonales y muy amigables con los ciclistas’.
‘Habrá puntos donde se recogen autos según el carsharing a disposición de todos. Y grandes estacionamientos para bicicletas en las terminales de transporte’, agrega.
Si éste es el futuro, Alemania ya está lleno de futuristas, como Georg Kalter, director de proyectos de una empresa digital berlinesa, que nunca tuvo un auto. ‘En una ciudad como Berlín, tener uno no tiene sentido, no trae ninguna ventaja. Si me tengo que trasladar, llego mucho más rápido con el transporte público’, explica.
Kalter no imagina un futuro sin autos, pero sí ciudades donde circulen muchos menos vehículos, quizás aquellos pocos que sirvan para salir el fin de semana a visitar los alrededores. ‘Lo que más uso es mi bicicleta, aunque no tenga una particularmente buena ni costosa’, dice. Aunque para Kalter sólo hay un objeto del que no puede prescindir: su smartphone ..
La Nación