Son los primeros éxitos robóticos en un desastre nuclear, gracias a los avances tecnológicos en la extracción de combustible fundido.
Catorce años después del peor desastre nuclear de Japón, Tepco (operadora de Fukushima Daiichi) logró un hito histórico: extraer 0,7 gramos de combustible nuclear fundido mediante robots especializados.
Este avance, alcanzado en noviembre de 2023, marca el inicio de un proceso que podría extenderse 40 años, dado que aún quedan entre 800 y 880 toneladas de residuos radiactivos en los reactores dañados.
Los trabajos se realizan en la “zona verde“, área con 96% menos radiación, donde los operarios usan trajes anticontaminación, mascarillas y dosímetros.
El legado del tsunami de 2011: fallas y reforzamientos
El 11 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9.0 y un tsunami de 15 metros colapsaron los sistemas de enfriamiento de la planta, provocando la fusión de tres reactores. Tras ser acusada de subestimar los riesgos, Tepco construyó un dique de 16 metros basado en tecnología francesa.
“Aunque bloquea olas de hasta 16 metros, preparamos protocolos para eventos mayores”, explicó un portavoz. Además, implementaron un sistema de drenaje para evitar acumulación de agua en caso de nuevos tsunamis.
Agua tratada: entre la ciencia y la controversia del desastre nuclear
La gestión de 1,37 millones de toneladas de agua contaminada —equivalente a 510 piscinas olímpicas— sigue siendo un desafío. Aunque el agua se filtra para eliminar 62 elementos radiactivos, el tritio persiste.
Tepco diluye el líquido hasta alcanzar 1500 becquereles por litro —25 veces menos que el límite de la OMS— antes de verterlo al Pacífico. Pese a las críticas de China y Corea del Sur, estudios locales muestran que la mortalidad en peces expuestos a este agua es igual a la de entornos normales.
Regreso a Fukushima: vida bajo vigilancia radiológica
Solo el 30% de los evacuados ha retornado a zonas habilitadas. Familias como la de Guche viven a 5 km de la planta, cargando dosímetros personales. “Los niveles aquí son 7-10 veces mayores que en Tokio, pero dentro de parámetros seguros”, detalló un residente.
Las autoridades publican datos diarios de radiación, mientras escuelas como la Fundación Guche (con 85 alumnos, 70% de fuera de la región) promueven pedagogías críticas. “El sistema educativo rígido contribuyó al desastre. Enseñamos a los niños a pensar”, afirmó su director.
Un futuro incierto: décadas de desmantelamiento y memoria
Mientras Tepco proyecta 30 años más de trabajos para trabajar en el desastre nuclear, comunidades locales reconstruyen su identidad. Casos de cáncer en trabajadores y demandas por indemnizaciones (especialmente de afectados que eran niños en 2011) recuerdan los costes humanos del accidente.
Para Japón, Fukushima sigue siendo una encrucijada: entre el avance tecnológico, la seguridad energética y las cicatrices de un pasado que aún determina su presente.