Advierten que las turberas de permafrost se acercan a un punto de inflexión

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Las turberas de permafrost de Europa y Siberia occidental están mucho más cerca de un punto de inflexión climático de lo que se creía, advierte un nuevo estudio en Nature Climate Change.

Las turberas heladas de estas zonas almacenan hasta 39.000 millones de toneladas de carbono, el equivalente al doble de lo que almacenan todos los bosques europeos.

El nuevo estudio, dirigido por la Universidad de Leeds, en Reino Unido, ha utilizado la última generación de modelos climáticos para examinar los posibles climas futuros de estas regiones y el probable impacto en sus turberas de permafrost.

Las proyecciones indican que, incluso con los mayores esfuerzos para reducir las emisiones globales de carbono y, por tanto, limitar el calentamiento global, en 2040 los climas del norte de Europa ya no serán lo suficientemente fríos y secos como para mantener el permafrost de turba.

Sin embargo, la adopción de medidas enérgicas para reducir las emisiones podría ayudar a preservar los climas adecuados para las turberas de permafrost en las zonas septentrionales de Siberia occidental, un paisaje que contiene 13.900 millones de toneladas de carbono de turba.

El estudio subraya la importancia de las políticas socioeconómicas destinadas a reducir las emisiones y mitigar el cambio climático y su papel en la determinación del ritmo y la extensión del deshielo de las turberas de permafrost.

El autor principal de la investigación, Richard Fewster, investigador de doctorado en la Escuela de Geografía de Leeds, explica que examinaron una serie de trayectorias de emisiones futuras. “Entre ellas, un escenario de fuerte mitigación del cambio climático, en el que se realizarían esfuerzos a gran escala para frenar las emisiones en todos los sectores, hasta escenarios sin mitigación y escenarios peores”, señala.

“Nuestra modelización muestra que estos frágiles ecosistemas están en un precipicio y que incluso una mitigación moderada conduce a la pérdida generalizada de climas adecuados para el permafrost de turba a finales de siglo –prosigue–. Pero eso no significa que debamos tirar la toalla. El ritmo y el alcance de la pérdida de climas adecuados podrían limitarse, e incluso invertirse parcialmente, mediante políticas de mitigación del cambio climático fuertes”.

Por su parte, el coautor del estudio, el doctor Paul Morris, profesor asociado de Biogeociencia en Leeds, explica que “enormes reservas de carbono de turba han sido protegidas durante milenios por las condiciones de congelación, pero una vez que esas condiciones se vuelven inadecuadas todo ese carbono almacenado puede perderse muy rápidamente”.

Según apunta, “es probable que la magnitud del cambio climático del siglo XXI desborde cualquier protección que puedan ofrecer las propiedades aislantes de los suelos de turba”.

Las grandes cantidades de carbono almacenadas en los suelos de permafrost de las turberas están especialmente amenazadas por el rápido cambio climático del siglo XXI. Cuando el permafrost se descongela, la materia orgánica empieza a descomponerse, liberando gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano, que aumentan las temperaturas globales y pueden acelerar el cambio climático global.

La coautora del estudio, la doctora Ruza Ivanovic, catedrática asociada de Climatología de Leeds, añade que “el permafrost de las turberas responde de forma diferente a los cambios climáticos que el permafrost de los suelos minerales debido a las propiedades aislantes de los suelos orgánicos, pero las turberas siguen estando poco representadas en los modelos del sistema terrestre”.

“Es de vital importancia que estos ecosistemas se comprendan y se tengan en cuenta a la hora de considerar el impacto del cambio climático en el planeta”, añade.

Por su parte, el coautor del estudio, el doctor Chris Smith, de la Escuela de la Tierra y el Medio Ambiente, advierte de que “es necesario seguir trabajando para comprender mejor estos frágiles ecosistemas. La teledetección y las campañas de campo pueden ayudar a mejorar los mapas de la distribución moderna de la turba permafrost en las regiones donde faltan datos de observación. Esto permitiría que futuros estudios de modelización hicieran proyecciones a escala hemisférica”, asegura.

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