Alertan que la deforestación podría desencadenar la próxima pandemia

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Durante años, los epidemiólogos y la Organización Mundial de la Salud planificaron el advenimiento de una enfermedad desconocida, denominada simplemente ‘Enfermedad X’. Estaban convencidos de que sería altamente contagiosa, no identificada previamente y que causaría una gran epidemia internacional. A pesar de esto, no nos dimos de bruces con ella hasta que el virus de la COVID-19 ya había infectado a decenas de personas en Wuhan, China.

Los virus zoonóticos son responsables de una larga lista de enfermedades: VIH, Ébola, Sars, Zika, gripe porcina… y cada año, se descubren entre dos y cinco nuevos virus de este tipo (es una realidad que durante las últimas tres décadas, han aumentado los brotes de enfermedades zoonóticas, es decir, aquellas que pasan de los animales a los humanos).

Vivimos en la era de las pandemias


Y es que las enfermedades no surgen de cualquier parte. Normalmente provienen de los límites de la selva tropical y lugares con gran diversidad, donde los seres humanos y las especies animales se mezclan. Estos ‘puntos críticos’, son los más verosímiles para la propagación de enfermedades de animales a humanos y están estrechamente vinculados a cambios ambientales como la deforestación.

De hecho, a medida que los seres humanos estamos alterando el planeta de formas obvias y no tan obvias, según algunos cálculos, nuevos virus están emergiendo con mayor frecuencia que antes.

¿Qué papel juega la deforestación?

No podemos obviar que los bosques son vitales en nuestro planeta. Alimentan ecosistemas expansivos que sustentan la biodiversidad global, producen oxígeno, son esenciales para nuestra salud mental y, más recientemente, hemos descubierto el papel que desempeñan en la regulación de las enfermedades de animales que pueden saltar a los humanos.

Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Frontiers in Veterinary Science ofrece datos claros de cómo la deforestación podría estar asociada con brotes de enfermedades. Más aún, los investigadores han encontrado un peligroso vínculo entre la construcción de plantaciones de aceite de palma (que se encuentra en aproximadamente el 50% de los productos domésticos envasados ​​que van desde productos como cereales o margarinas hasta los pintalabios) y la tala de bosques con brotes de enfermedades, particularmente aquellos transmitidos por mosquitos y otros animales vectores, así como por enfermedades zoonóticas como la mencionada COVID-19.

Primer estudio que examina la relación causa-efecto

Los expertos analizaron diferentes fuentes de datos, incluida información sobre la construcción de plantaciones de aceite de palma, aumentos y disminuciones de tierras forestales y brotes de enfermedades en todo el mundo desde 1990 a 2016 de la red GIDEON de enfermedades humanas infecciosas. En total se examinaron 47 países. Luego, diseñaron un modelo para determinar si estos eventos tenían alguna conexión entre sí.

Descubrieron que, efectivamente, la deforestación (y la forestación) mostraba una fuerte relación con los brotes de enfermedades, reafirmando lo que ya habían concluido investigaciones previas. Además, los aumentos más severos en los brotes de enfermedades tuvieron lugar en los años previos a 2016 con una asociación más fuerte entre enfermedades en zonas con más pastizales y menos climas tropicales, incluidos Estados Unidos y Europa.

“Aún no conocemos los mecanismos ecológicos concretos en juego, pero planteamos la hipótesis de que las plantaciones, como la de la palma aceitera (Elaeis guineensis) se desarrollan a expensas de las áreas boscosas naturales; y la reforestación es principalmente bosque monoespecífico creado a costa de los pastizales”, comenta Serge Morandin, líder del trabajo. “Ambos cambios en el uso de la tierra se caracterizan por la pérdida de biodiversidad y estos hábitats simplificados favorecen los reservorios animales y los vectores de enfermedades”.

Así, la deforestación aumenta la probabilidad de transmisión de enfermedades zoonóticas. ¿De qué forma? Al eliminar los hábitats naturales de los animales, estos tienden a acercarse más a los humanos, lo que posibilita este incremento en la transmisión.

Los bosques saludables regulan las enfermedades, explican los autores, por lo que las autoridades deberían orientarse a una gestión forestal mucho más cuidadosa con el objetivo de preservar los bosques que aún nos quedan en la Tierra, evitando la forestación y la conversión agrícola de los pastizales, como herramientas cruciales para mitigar, asimismo, el cambio climático.

Un toque de atención

Hace 8.000 años, los bosques cubrían aproximadamente la mitad de la superficie terrestre, pero hoy en día solo el 30% de la tierra está cubierta de bosques; y la deforestación continúa a tasas alarmantes. Según WWF, la crisis que está provocando la COVID-19 podría abrir la puerta a cambios radicales -como poner fin a la deforestación- que son esenciales para salvaguardar nuestros bosques y ayudar a prevenir la próxima pandemia. La propagación de virus zoonóticos es más común de lo que creemos y está sucediendo a un ritmo más rápido que nunca. Es hora de actuar.

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