Bolivia cuenta con cuatro nuevas áreas protegidas que conservan bosques de la Chiquitanía y la cuenca hídrica de Los Andes

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Cuatro nuevas áreas protegidas se han establecido en Bolivia. El Área Protegida Municipal del Bajo Paraguá de San Ignacio de Velasco, Área Protegida Municipal Bajo Paraguá Concepción, Área Natural de Manejo Integrado y Comunitario San Lorenzo y Área Natural de Manejo Integrado y Comunitario de la Serranía Incahuasi nacieron entre el 14 de febrero y el 7 de abril de 2021.

Más de un millón de hectáreas protegen ahora los bosques primarios de la Chiquitanía, así como las fuentes de agua de Los Andes en estas cuatro áreas protegidas que nacieron por iniciativa de las comunidades y de sus municipios.

“Actualmente son los municipios los que están impulsando creación de áreas naturales protegidas. El gobierno nacional ya no lo hace más allá de las 22 que ya existen. Ahí se acabó”, dice Rosa Leny Cuellar, Coordinadora del Consorcio de Ecorregiones Conectadas Conservadas Sostenibles (ECCOS), de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).

Las reservas de Bajo Paraguá

La presión por el cambio de uso de suelo y la llegada de poblaciones de migrantes que se instalan en los bosques de la Chiquitanía impulsó la creación de las áreas protegidas municipales Bajo Paraguá de San Ignacio de Velasco y Bajo Paraguá Concepción.

Bajo Paraguá San Ignacio de Velasco nació el 12 de febrero de 2021 para proteger casi un millón de hectáreas —983 mil hectáreas— de bosques primarios de la Chiquitanía, en Santa Cruz. Un pedido que llevaba más de cinco años de espera desde que la población y las autoridades locales plantearon convertir estos bosques en áreas protegidas para detener la deforestación.

“Bajo Paraguá fue visto como un potencial sitio de conservación de fuentes de agua y de especies en peligro; pero últimamente el motor para su protección se debe a que es el único mecanismo para no ser avasallados por gente que llega de otros lugares”, comenta Cuellar de ECCOS, un consorcio formado por seis organizaciones dedicadas a la conservación, cinco de Bolivia y una de Brasil.

Oswaldo Maillard, coordinador del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano de la FCBC, se refiere también al problema de las invasiones en los bosques de Bajo Paraguá. “Existe gran presión en la zona y un movimiento de colonización permanente. Es un problema de tráfico de tierras, pues llegan personas que se instalan en los bosques, los desmontan y luego venden esas tierras”.

Bajo Paraguá San Ignacio de Velasco nació el 12 de febrero de 2021 para proteger casi un millón de hectáreas —983 mil hectáreas— de bosques primarios de la Chiquitanía, en Santa Cruz. Un pedido que llevaba más de cinco años de espera desde que la población y las autoridades locales plantearon convertir estos bosques en áreas protegidas para detener la deforestación.

“Bajo Paraguá fue visto como un potencial sitio de conservación de fuentes de agua y de especies en peligro; pero últimamente el motor para su protección se debe a que es el único mecanismo para no ser avasallados por gente que llega de otros lugares”, comenta Cuellar de ECCOS, un consorcio formado por seis organizaciones dedicadas a la conservación, cinco de Bolivia y una de Brasil.

Oswaldo Maillard, coordinador del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano de la FCBC, se refiere también al problema de las invasiones en los bosques de Bajo Paraguá. “Existe gran presión en la zona y un movimiento de colonización permanente. Es un problema de tráfico de tierras, pues llegan personas que se instalan en los bosques, los desmontan y luego venden esas tierras”.

Junto a ese territorio también se creó el Área Protegida Municipal Bajo Paraguá Concepción, un territorio de 154 mil hectáreas que junto con el Parque Nacional Noel Kempff Mercado, la Reserva de Vida Silvestre Ríos Blanco y Negro y la Reserva Científica, Ecológica y Arqueológica Kenneth Lee y el Parque Nacional Copaiba forman un corredor biológico natural.

En estas áreas protegidas de Bajo Paraguá han sido registradas 79 especies de árboles, arbustos y palmeras, entre ellas el asaí (Euterpe oleracea), que se ha convertido en fuente de trabajo para las comunidades indígenas, señala Cuellar.

Las reservas para proteger las fuentes de agua

El 7 de abril de 2021 se creó también el Área Natural de Manejo Integrado y Comunitario de la Serranía Incahuasi, en el departamento de Chuquisaca, un espacio de 29 mil hectáreas destinado a la conservación de las principales las fuentes de agua para la ciudad de Muyupampa.

En estos bosques húmedos y submontanos de los Andes bolivianos se han registrado 141 especies de plantas, de las cuales 14 se consideran especies en peligro de extinción, además de 28 especies de anfibios, 26 de reptiles, 67 de aves y 22 mamíferos.

“Esta área protegida permite el almacenamiento de entre 3 toneladas a 254 toneladas de CO2 por hectárea”, comenta ‎Henry Bloomfield, Coordinador de Unidad de Áreas Protegidas de la ‎Fundación Natura, para destacar los servicios forestales que ofrece Serranías de Incahuasi.

Esta nueva área protegida también forma un corredor biológico natural junto con el Área Natural Municipal de Manejo Integrado de Igüembe, convirtiéndose así en un un espaci0 protegido para especies emblemáticas como el oso de anteojos (Tremarctos ornatus). En este territorio también habitan pumas (puma concolor), leopardos (Panthera pardus) y ocelotes (Leopardus pardalis).

Bloomfield explica que el territorio donde se ha establecido Serranías de Incahuasi es una zona de exploración de gas, por esta razón las comunidades campesinas que habitan en la zona han visto como una alternativa convertir sus bosques en un área protegida.

Bloomfield destaca también que este territorio conecta la ruta histórica de los viajes del Che Guevara, por lo tanto, es un área que une la conservación de la biodiversidad con el rescate del patrimonio cultural.

Otra área creada para conservar fuentes de agua es el Área Natural de Manejo Integrado Serranía San Lorenzo, un territorio de 54 mil hectáreas que —según indica Bloomfield— es una isla en un sector altamente afectado por la agricultura y ganadería en La Chiquitanía.

“Es una zona ganadera, de donde sale el agua para el centro poblado de San Lorenzo. Cada año veían que el caudal se iba reduciendo, por ello, el municipio impulsó la creación de esta área protegida”, dice Bloomfield.

De acuerdo con una evaluación realizada por la Fundación Natura, en este territorio se han registrado antas y felinos como el puma y ocelote. “Es una isla en medio de un paisaje muy intervenido por la ganadería extensiva”, señala Bloomfield.

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