Las tranquilas aguas del lago Titicaca en la frontera entre Bolivia y Perú se cree que son la cuna de la raza humana por los antiguos incas. A 3.100 metros sobre el nivel del mar, es una atracción turística popular y Patrimonio de la Humanidad.
El crecimiento demográfico y la expansión de la actividad minera no regulada han contaminado cada vez mas este lago de 8.300 kilómetros cuadrados. Pero a medida que la población se ha expandido a su alrededor en los últimos 30 años, también lo ha hecho la cantidad de desechos humanos e industriales.
En 2011 un grupo de expertos de las Naciones Unidas informó concentraciones “alarmantes” de cadmio, arsénico y plomo en varias partes del lago. Además, el Lago Titicaca fue declarado “Lago Amenazado del Año 2012″ por las organizaciones del Fondo Mundial de la Naturaleza y Living Lake.
Cada año, cuando llega la temporada de lluvias y los ríos cercanos a sus campos sobrepasan sus límites, traen consigo una marea de basura. Botellas de plástico, pañales, cosméticos, radios, televisores, muñecas, pelotas de baloncesto, voleibol, sandalias y hasta ropa, desperdicios de todo tipo.
El rápido crecimiento de la ciudad de El Alto en Bolivia, es el hogar de más de 1 millón de personas; en su mayoría de bajos ingresos, indios aymaras del campo que emigran en busca de empleo y educación. Con barrios no planificados que se extienden hacia el exterior, la ciudad más grande de la cuenca del Titicaca lucha para proporcionar servicios básicos a sus habitantes.
Según los expertos, más de un millón de litros de agua contaminada por segundo, son vertidos en el lago Titicaca y provienen principalmente de la minería, la industria y los hospitales.