Las extremas condiciones climáticas vividas en Brasil durante 2024, con temperaturas récord, lluvias torrenciales e incendios forestales, provocaron una creciente sensación de miedo e incertidumbre en la población, especialmente entre los jóvenes. Este fenómeno, conocido como “ecoansiedad“, refleja el temor crónico generado por las crisis medioambientales.
Este año, marcado por devastadoras inundaciones en Rio Grande do Sul, sequías extremas en la Amazonía e incendios generalizados, podría cerrar como el más cálido registrado en la historia de la humanidad, según datos del observatorio climático Copernicus. De acuerdo con este organismo, los desastres ambientales alteraron la percepción de la naturaleza, sembrando desconfianza y una profunda inquietud sobre el futuro.
Por este motivo, los expertos consultados destacan que la “ecoansiedad” está afectando de manera notable a los adolescentes. Francisco Nogueira, psicoanalista del Instituto Sedes Sapientiae, señala que este estado emocional no solo genera angustia, sino que también impacta en decisiones a largo plazo, como la voluntad de formar una familia. “Muchos jóvenes manifiestan no querer tener hijos porque no ven un futuro esperanzador”, comentó el psicoanalista.
El impacto podría extenderse a nivel social y demográfico. Países como Brasil, que ya enfrentan una caída en las tasas de natalidad, podrían ver cómo esta tendencia se acentúa debido al pesimismo sobre el clima y sus consecuencias.
Un cambio en la percepción colectiva
La sucesión de tragedias ambientales llevó a que el 77 % de los brasileños reconozcan la existencia del cambio climático, lo cual se lo atribuyó a la acción humana, según una encuesta del Instituto Datafolha. Más de la mitad de los encuestados (52 %) prevé efectos inmediatos del calentamiento global.
Este sentimiento se intensificó entre agosto y septiembre, cuando el humo de los incendios en la Amazonía cubrió los cielos de ciudades como São Paulo y Brasilia, recordando a la población la magnitud de la crisis ambiental.
La generación joven exige respuestas
Los estudiantes brasileños están mostrando una mayor conciencia sobre la degradación ambiental y sus consecuencias. Adalberto de Sales, profesor de Geografía en una escuela de Brasilia, relata cómo sus alumnos buscan respuestas y se muestran preocupados por eventos recientes como las inundaciones en Rio Grande do Sul y los incendios en la región central.
“Los jóvenes hacen conexiones rápidamente y cuestionan las intenciones detrás de los incendios. También están muy atentos a las implicaciones para la salud y el medio ambiente“, comentó Sales.
El impacto de la sequía récord en Brasilia, que este año alcanzó 167 días sin lluvia, también generó inquietud entre los adolescentes. Sara Ferreira, estudiante de educación primaria, expresó su preocupación: “Fue un período muy difícil. El calor era insoportable y los incendios dificultaban respirar. Me preocupa cómo será el futuro“.
Un desafío global y colectivo
Para Nogueira, la falta de acuerdos internacionales efectivos para enfrentar la crisis climática agrava el sentimiento de desesperanza. “No es necesario haber vivido una tragedia directamente para sentirse amenazado. La crisis climática genera un estado de sufrimiento colectivo“, afirma.
El aumento de la “ecoansiedad” subraya la urgencia de abordar los desafíos climáticos no solo desde una perspectiva ambiental, sino también social y emocional, especialmente para las generaciones más jóvenes que serán las más afectadas por el cambio climático.
¿Qué es la ecoansiedad?
La ecoansiedad es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por el miedo crónico a que ocurra un cataclismo ambiental. Se produce al ver el impacto del cambio climático en la Tierra y la preocupación por el futuro de las personas. La ecoansiedad se manifiesta a través de preocupaciones, estrés, ansiedad anticipatoria, ataques de pánico, sentimientos de desesperación.
Para calmar la ecoansiedad, se pueden realizar acciones como participar en iniciativas ecológicas, poner en práctica acciones cotidianas a favor del medio ambiente, compartir las preocupaciones en grupo, participar en la difusión de información, buscar el contacto con la naturaleza o ir al psicólogo si el malestar y la gestión de las emociones se desborda.
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