Centroamérica y Caribe: zona crítica para desastres climáticos

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Centroamérica y el Caribe es una de las regiones del mundo con más personas afectadas por desastres climáticos en los últimos 20 años, reveló un estudio publicado en International Journal of Disaster Risk Reduction que también indicó que los países con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH) son aquellos con un mayor porcentaje de población impactada.

Para realizar este estudio, la investigación utilizó la Emergency Events Database (EM-DAT), elaborada por el Centro de Investigación sobre la Epidemiología de Desastres gestionado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad Católica de Louvain (Bélgica), que recopila información sobre siniestros ocurridos en todo el mundo desde 1900.

En particular, se enfocaron en los desastres climáticos. En esta clasificación incluyeron eventos meteorológicos, como ciclones; hidrológicos, como desbordamientos de ríos; y climatológicos, que se refieren a procesos de larga duración y alcance, como sequías.

Camila Donatti, ecóloga miembro de la organización Conservation International y líder de la investigación, junto a su equipo, extrajeron de la EM-DAT la información sobre personas afectadas durante desastres climáticos por cada país y año desde el 2000 hasta el 2020.

Tras calcular el porcentaje de personas muertas, heridas o que perdieron sus casas (entre otras consecuencias), encontraron que el este y centro de México, el Caribe, la parte sur de Guatemala, El Salvador, el noreste colombiano, Bolivia central y el noreste brasileño son las regiones más afectadas en Latinoamérica.

Por otro lado, buena parte de África y el sudeste asiático también tiene altos porcentajes de personas impactadas por los siete desastres climáticos medidos (ciclones tropicales, sequías, inundaciones repentinas, desbordamientos de ríos, olas de calor, derrumbes e incendios forestales).

Otro de los cálculos que realizaron fue sumar el porcentaje de personas impactadas que tuvo cada país durante los 20 años analizados. Para este indicador resaltaron países como Cuba, que llegó a 180 por ciento de personas afectadas. Estas cantidades ocurren debido a que la población que sufrió algún perjuicio cada año fue tan grande que, al sumar los porcentajes, superó el 100 por ciento.

“Esto significa que hay personas que han sido (afectadas) una y otra vez” por distintos desastres climáticos, explicó Donatti al portal SciDev.Net. En su estudio encontraron 19 países donde esto ocurre.

Finalmente, buscaron alguna correlación entre el IDH de cada país y la proporción de personas impactadas y hallaron que mientras más incrementa este índice (es decir, mientras hay mayor calidad de vida en un país), se reduce el porcentaje de población afectada.

Donatti explicó que esto se debe a que países en vías de desarrollo, como en América Central, tienden a no contar con sistemas de alerta temprana, por ejemplo, para advertir a la población de un evento climático. “E incluso si les dicen, muchas personas no tienen los recursos para escapar. Y muchos no quieren hacerlo, porque no tienen otro lugar a dónde ir”, agregó.

Sergio García, ingeniero civil de Guatemala especializado en reducción de riesgos y que no participó en este estudio, dijo que los desastres son fenómenos “socio-naturales”. Es decir, que involucran tanto la severidad del evento climático como la capacidad de prevención, respuesta y adaptación de la población.

Debido a ello, García criticó el concepto de desastres naturales o climáticos como eventos repentinos e ineludibles. Añadió que actualmente los avances científicos y tecnológicos permiten “pronosticar y prevenir las amenazas, y también conocer cómo estas amenazas interactúan con la sociedad y con las tomas de decisión”.

García consideró que la planificación y políticas públicas para la construcción de viviendas basadas en evidencia científica son la principal medida que se puede tomar para reducir la cantidad de personas afectadas por los desastres climáticos.

Por otro lado, Donatti propuso en su estudio las soluciones basadas en naturaleza como una alternativa para países en vías de desarrollo que cuentan con recursos económicos limitados.

Por ejemplo, aumentar la cantidad de áreas verdes en las ciudades para mitigar los efectos de las olas de calor. O invertir en la conservación y restauración de manglares, que funcionan como una barrera natural que pude contribuir a disminuir el impacto de ciclones tropicales en las zonas costeras.

“Se trata de aprovechar el potencial de la naturaleza para ayudar a las personas a adaptarse”. Mencionó, por ejemplo, el caso del sur de Brasil, donde una de las inundaciones más grandes de su historia ha cobrado la vida de más de 140 personas. “Podrían reconstruir de tal forma que se dé espacio al río, con humedales a su alrededor, para darle espacio a crecer sin desbordarse y afectar a las personas”.

Por su parte, García consideró que hacen falta más estudios de las soluciones basadas en naturaleza. Agrega que estas también son vulnerables a las consecuencias del cambio climático. Menciona, por ejemplo, la desaparición de manglares a causa del incremento en el nivel del mar.

El experto estimó más urgente mejorar infraestructura básica, por ejemplo, modificar el alcantarillado de países como Guatemala, su país, para separar las aguas pluviales de las residuales, para hacerlas más resilientes ante inundaciones.

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