Es otro terremoto. Uno distinto y silencioso. Afecta a la agricultura, a la ganadería y también pone en riesgo el consumo humano. Chile acumula trece años de la peor sequía de su historia, empujada por el calentamiento global. El déficit hídrico el año pasado promedió un 60% en todo el país. Los números proyectados a la década pasada en su conjunto son peores: bordean el 90%.
Para entender cómo funciona el sistema hídrico en Chile es importante comenzar señalando que Chile se define como un país cordillerano. Sus fuentes de aguas son dos, principalmente: por una parte los embalses en las cuencas de los cerros, que permite su acumulación.
Por otro, la acumulación de nieve. Entre la nieve acumulada hay nevazones que se produjeron hasta hace 10 años. Sin embargo, producto de la sequía constante, esas reservas de nieve se están acabando.
La ex directora del programa para el cambio climático del Ministerio de Agricultura, María José Soublette, explicó a Clarín que también se observó un cambio en cómo se producen las lluvias en Chile. “Si antes había periodos prolongados de lluvia, hoy se generan precipitaciones intensas por lapsos cortos. Eso genera una falsa sensación de que sigue lloviendo, pero esa lluvia no es tan útil”, señaló.
Soublette explica que esto ha llevado a que el agro haya tenido que modificar su forma de producción. “Si antes bastaba pasar el arado y sembrar, hoy eso no es posible. Las siembras hoy deben realizarse después de hurgar profundamente la tierra, porque si no se trabajan los suelos, no absorberán estas aguas que caen en cortos plazos”, explica.
El último invierno lluvioso
Las cifras son decidoras. El último invierno lluvioso registrado data de 2006, y desde 2012 a la actualidad, la mayor parte del territorio ha presentado escasez pluvial, informa el Servicio Meteorológico del vecino país.
Por su parte, la Dirección General de Aguas (DGA), señaló que durante los últimos diez años, la zona central ha mostrado carencias sostenidas en las precipitaciones, registrándose en 2019, un déficit de 76% de lo que se considera un año normal. En diciembre de 2019, 79 comunas están bajo la categoría de “zona de escasez hídrica”.
El “Balance Hídrico Nacional” que para el periodo 2030-2060, la disponibilidad del agua en el norte y centro de Chile podría disminuir más de un 50%. Es decir, la mega-sequía actual podría transformarse, eventualmente, en una nueva normalidad: “el cambio climático llegó para quedarse, nuestro país cambió para siempre”, señala Soublette.
Más allá del agro: en peligro el consumo humano. Lo que comenzó, hace más de una década, como una preocupación de la industria agroalimentaria, durante los últimos meses ha derivado hacia una extendida preocupación en los núcleos urbanos.
Los embalses, otra de las formas de abastecimiento de agua, presentan niveles de abastecimiento que se acercan a puntos críticos. De ellos depende buena parte del agua que consumen, por ejemplo, más de 7 millones de habitantes en Santiago, la capital del país.
Plan de alertas
Por lo mismo, el Gobernador Metropolitano, Claudio Orrego, presentó un plan de alertas ante la escasez de agua. Se establecen alertas verdes, amarilla, naranja y roja. En la última, se producirían cortes de aguar cada 6 y 12 días por sectores en la ciudad.
Hoy Santiago está en alerta amarilla, pero las autoridades ya han señalado que, de no tener un invierno con precipitaciones, la posibilidad de llegar a alerta roja sobre el próximo verano es una posibilidad real.
Son cientos los poblados rurales que ya dependen de la utilización de camiones que transportan el agua para el consumo. En total, más de 400.000 chilenos, repartidos en sectores rurales o semi-urbanizados, de 175 comunas, distintas reciben su agua a través de camiones.
En el corto plazo las expectativas no son buenas. Chile, con costa hacia el Pacífico, recibe cíclicamente los fenómenos oceánicos del “Niño” y la “Niña”. Ambos son cambios en la circulación atmosférica que pueden afectar al clima en varias partes del mundo de manera más o menos extrema, según su intensidad.
Mientras el Niño está asociado a precipitaciones, en el caso de Chile, la Niña está asociada a la sequía. Por tercer año consecutivo se generará el segundo fenómeno, algo que no pasaba desde 2002, pues el Niño es –o era, antes del cambio climático- mucho más común que la Niña.
Así, la proyección del año para Chile no es positiva. Existe riesgo real de que la sequía se incremente y, con ello, la posibilidad del racionamiento humano termine transformándose en una realidad.
El país explora apurar el desarrollo de plantas desalinizadoras en toda su costa. Una operación que implica varios miles de millones de dólares y que el país pretende gastar durante los próximos años para, al menos, asegurar el agua para sus habitantes.