En la COP16, se exige más recursos financieros a países y empresas del Norte para proteger la biodiversidad del sur. La conferencia de las partes sobre biodiversidad de la Organización de Naciones Unidas (COP16), que se celebra en Cali, debatió el lunes 28 de octubre de 2024 sobre cómo financiar la protección de la naturaleza.
Hace dos años, 190 países se comprometieron a proteger el 30 por ciento del planeta para 2030, pero hasta ahora, solo 35 (entre ellos Colombia, México, España y la Unión Europea) han presentado planes de acción.
Un horizonte de oportunidades para América Latina
Para crear más incentivos que impulsen a los Estados a proteger el clima, se necesita dinero. Preguntas claves como ‘¿quién paga cuánto y a quién?’ ponen a prueba la solidaridad global. Sin embargo, también representan una gran oportunidad para países megadiversos como los de América Latina, según expertos.
“América Latina puede mostrar liderazgo y empujar la discusión sobre cambios profundos en el sistema financiero internacional“, dice Oscar Soria desde Cali, activista argentino y director del grupo de reflexión internacional The Common Initiative.
“Hay básicamente dos fuentes de financiamiento: privado y público“, recuerda Brian O’Donnell, director de la organización no gubernamental Campaign for Nature, con base en Estados Unidos, quien acompaña las negociaciones en Cali.
Compromisos incumplidos y ejecución deficiente
En el ámbito público, los países industrializados prometieron en 2022 aportar un mínimo de 20 mil millones de dólares anuales al Fondo Mundial para el Medio Ambiente (FMAM), una asociación con sede en Washington compuesta por 18 agencias de la ONU, bancos multilaterales de desarrollo y ONG internacionales.
“Han cumplido con apenas el 1% y hay muy poca transparencia en la gestión de esos fondos”, crítica O’Donnell en entrevista con DW.
Por su parte, Soria lamenta que “otra vez los países ricos han roto sus promesas, y no es por falta de dinero“. El año pasado, “los países del G7 gastaron 1,2 billones de dólares en armamento“, apunta.
Pero los países ricos no solo fallan en la cantidad de dinero, sino también en la gestión. Un estudio de la ONG Survival International encontró que la burocracia consume el 24 por ciento del dinero y que, de los 22 proyectos aprobados hasta ahora, apenas uno ha beneficiado a los pueblos originarios, mientras que una tercera parte fue para proyectos de la sección estadounidense del WWF.
“Creemos que todo el mecanismo de financiación debe ser reconsiderado”, exige Fiore Longo, investigadora y activista de Survival International.
Los países del Sur piensan igual. Liderados por Brasil, Argentina y Colombia, exigen un nuevo organismo con sede en el Sur, cuyo objetivo sea priorizar proyectos en los países con más biodiversidad. Sin embargo, los donantes rechazan esta propuesta por considerarla “supuestamente muy costosa y lenta“, según relata O’Donnell.
Empresas que esquivan su responsabilidad
La segunda fuente es el financiamiento privado. Las grandes empresas ganan miles de millones con productos basados en datos genéticos de la naturaleza. Los países en desarrollo exigen un fondo al que destinen parte de esas ganancias.
Actualmente, se debate si ese aporte debe ser voluntario, como prefieren las grandes farmacéuticas y la industria cosmética, apoyadas por gobiernos como Canadá, Japón y Suiza, u obligatorio, como reclaman los países del Sur.
Muchas de estas empresas son más ricas que los propios Estados. “Tienen que asumir su responsabilidad“, exige el activista Oscar Soria. “Renuncian a un poco de ganancia, pero preservan la biodiversidad, que es la base de su negocio”, señala el experto argentino.
En Cali se discute un gravamen del 1% sobre facturación o ganancias. La farmacéutica multinacional AstraZeneca gasta, según Soria, mil millones de dólares al año solo en publicidad. Por su parte, la alemana Bayer-Monsanto facturó 47 mil millones de dólares en 2023. “Nos resulta muy difícil creer que a las empresas les impacte tanto pagar un gravamen por recursos genéticos. Es avaricia irresponsable y cortoplacista“, añade el experto.
También está en discusión la repartición de este gravamen. Hay una propuesta que sugiere destinar el 30% a los pueblos originarios. Durante el debate del lunes, Noruega propuso aumentarlo al 80%.
¿Cómo escapar de la trampa de la deuda?
Luego está el tema de la deuda externa. “Sin un debate serio sobre la condonación, es difícil salir adelante“, considera Soria. “Hoy el sistema financiero funciona para destruir la biodiversidad y no para protegerla“, subraya. En la COP, el tema no está sobre la mesa, pero ha surgido en los pasillos.
Por ejemplo, en la presentación del ‘Informe sobre la Deuda, la Naturaleza y el Clima’, encargado por los Gobiernos de Colombia, Kenia, Francia y Alemania. Los autores insisten en que la triple crisis de la carga de la deuda externa, la pérdida de la naturaleza y la crisis climática llevan a los países del Sur a un círculo vicioso.
Las perturbaciones ambientales y las tensiones socioeconómicas subsecuentes encarecen los préstamos y ralentizan el crecimiento económico, escriben los autores. En consecuencia, los países con elevadas cargas de deuda tienen menos recursos para seguir una vía de desarrollo sustentable y se ven obligados a continuar en la trampa extractivista y destructora.
Economía del Norte, ligada a la biodiversidad del Sur
¿Qué se puede esperar de la COP16 entonces? “En el mejor de los casos, los países donantes pondrán más dinero sobre la mesa y acordarán una estrategia para mejorar la transparencia“, considera O’Donnell. “Así podremos avanzar en la implementación, en lugar de pelearnos por la financiación”, estima el ambientalista.
En el peor de los casos, añade, la financiación seguirá en el aire, habrá retrasos en la implementación y se profundizará la desconfianza entre el Sur y el Norte, con el peligro de que este ambiente tóxico se traslade a los debates sobre cambio climático en Bakú en diciembre.
Soria considera que los debates en la COP16 pueden abrir la puerta a un debate real sobre cambios en el sistema financiero y económico internacional. “La mitad de la economía mundial depende de la biodiversidad, en sectores como alimentación, farmacéutica o construcción”, señala el experto. Por lo tanto, si se destruye la naturaleza en el Sur, también sufrirá la economía en el Norte.
Fuente: DW
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