Cosechando esperanza: el poder de las algas en la lucha climática

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En un esfuerzo por combatir los efectos devastadores del cambio climático, los cultivos de algas kelp emergen como una solución potencialmente transformadora, dada su capacidad para absorber dióxido de carbono a una tasa significativa, según expertos consultados por ABC News.

Este alga marina, que prospera en los océanos poco profundos, no solo promete ser un aliado en la lucha contra la acumulación de gases de efecto invernadero sino que además, su cultivo no requiere de fertilizantes ni agua dulce, lo que la posiciona como una opción sostenible al 100%.

La agricultura de algas, que se realiza frecuentemente junto a la cría de ostras y mejillones, no solo ofrece beneficios ambientales sino también potencial económico a través de su uso en alimentos y cosméticos.

Este enfoque multifacético es esencial para combatir las consecuencias del cambio climático antropogénico, el cual amenaza con intensificar fenómenos como florecimientos algales nocivos y la acidificación de los océanos, esta última capaz de comprometer la supervivencia de especies marinas calcáreas como ostras, almejas y mejillones.

El profesor Christopher Gobler de la Escuela de Ciencias Marinas y Atmosféricas en la Universidad de Stony Brook, consultado por ABC News, ha investigado los impactos de las algas en la calidad del agua y ha observado cómo esta alga puede extraer dióxido de carbono y nitrógeno del agua, liberando oxígeno en el proceso.

Según Gobler, una granja de kelp de 0,4 hectáreas puede eliminar tanto nitrógeno como 20 sistemas sépticos avanzados, resaltando el potencial de esta práctica en la restauración de hábitats marinos y la mejora de la calidad del agua.

El estado de Nueva York ha reconocido este potencial al promulgar legislación que facilita el cultivo de algas. Esta legislación, reconociendo el valor ambiental y económico del kelp, posiciona al estado como precursor en la adopción de prácticas agrícolas menos invasivas y más verdes.

Desde su uso en la industria cosmética hasta su incorporación en la cadena alimenticia, el cultivo de algas representa una vía multifacética para abordar simultáneamente desafíos ambientales, económicos y sociales.

Así se cultiva

El cultivo del kelp, o algas marinas, se realiza mediante un proceso detallado que aprovecha las propiedades naturales del océano. Inicialmente, se seleccionan esporas de kelp de alta calidad que son cuidadosamente recolectadas y sembradas en cuerdas o en substratos preparados para su desarrollo. Estas estructuras se sumergen en áreas del océano seleccionadas por su calidad de agua, nutrientes y condiciones climáticas adecuadas para el crecimiento de las algas.

Las esporas adheridas a las cuerdas o substratos comienzan a germinar y crecer, alimentándose de los nutrientes disueltos en el agua de mar, como el nitrógeno y el fósforo, y realizando la fotosíntesis gracias a la luz solar. Durante este periodo, es fundamental monitorear la calidad del agua, la temperatura y las corrientes marinas para asegurar un entorno óptimo para el crecimiento del kelp.

A medida que las algas crecen, se realiza un cuidadoso manejo para evitar el sobrepoblamiento en las cuerdas y asegurar que todas las algas tengan acceso suficiente a la luz solar y nutrientes. Este manejo puede incluir el traslado de las cuerdas a diferentes profundidades o la poda de las algas para promover un crecimiento saludable.

Finalmente, una vez que el kelp ha alcanzado su tamaño deseado, se cosecha. La cosecha debe hacerse de manera sostenible para permitir que el kelp se regenere y continuar con el ciclo de cultivo. Después de la cosecha, las algas pueden procesarse para su uso en una variedad de productos, desde alimentos hasta cosméticos y biocombustibles.

Este método de cultivo no solo proporciona un recurso renovable y sostenible, sino que también ofrece beneficios ambientales, como la mejora de la calidad del agua al absorber el exceso de nutrientes y contribuir a la mitigación del cambio climático mediante la absorción de dióxido de carbono.

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