El océano es el origen y el motor de vida de este planeta. Aunque vivimos en un planeta llamado Tierra, más del 70% de esta gran esfera azul es agua. El océano ocupa más de tres cuartas partes de su superficie, representa el 70% del suelo, contiene el 97% del agua, representa el 99% del espacio vital y es el sumidero de carbono más grande. También es una fuente de alimento y empleo para millones de personas. Sin embargo, se considera que ya casi no quedan espacios en el océano libres de impacto humano y la alarmante pérdida de biodiversidad marina está debilitando los ecosistemas y de esta forma el rol fundamental que cumple el océano como regulador ecológico y climático global.
Argentina cuenta con 6.816 km de costa, el 36% del territorio es mar. La biodiversidad que alberga las costa patagónica podría clasificarse cómo única. El mar patagónico es uno de los mares más productivos del mundo gracias a la variedad de ecosistemas costeros y una extensa plataforma continental de poca profundidad que hace que el “bloom” de fitoplancton sea 3 veces mayor que la media del océano mundial. También representa uno de los últimos refugios globales de agua fría del planeta. Hasta la fecha solo un 8,2% del mar argentino se encuentra bajo alguna herramienta de protección.
Hoy 8 de junio, en el marco del día internacional de los océanos, compartimos este registro de Yago Lange, atleta olímpico, Marcela Witt, kitesurfer y Marko Magister, fotógrafo.
Hace tres años emprendieron un viaje que los llevaría por distintos puntos del país en su travesía a la Antártida. En este camino descubrieron que es posible transmitir y vincularse con las comunidades de cada punto que visitaban y con el resto del mundo a través de imágenes, videos e historias. Acercando, de esta forma, la inmensidad del océano y el impacto por la crisis climática que este refleja año tras año.
¿Por qué? Porque es muy difícil cuidar lo que no se conoce y conociendo todos podemos ser agentes de cambio para proteger un planeta en riesgo.
En su recorrido, Yago y su equipo pasaron por Chubut, Santa Cruz hasta llegar a Tierra del Fuego donde navegaron por el Canal Beagle hasta la Península Mitre.
La historia para proteger Península Mitre lleva más de 32 años en la provincia. Este lugar único en el mundo, por sus paisajes y sus ecosistemas, se encuentra en el extremo sureste de la provincia. Es el mayor punto de captura de carbono de Argentina por sus humedales de turba y resguarda uno de los pocos ecosistemas marinos que no se ha visto alterado por el hombre. Sus aguas albergan el 50% de los bosques de macroalgas del país.
Los bosques de macroalgas son de los ecosistemas más biodiversos del planeta, una sola alga gigante puede albergar más de 800 especies. Son sitios de cría y alimentación para miles de especies. Cumplen un rol fundamental en la mitigación al cambio climático por su gran capacidad de secuestrar CO2. También reducen las corrientes y la fuerza de las olas, protegiendo las costas de la erosión y el daño causado por tormentas e inundaciones.
En los últimos 50 años se han perdido casi el 40% de los bosques de macroalgas en el mundo, estos poderosos ecosistemas disminuyen entre dos y cuatros veces más rápido que los bosques tropicales o los arrecifes de coral. Un estudio reciente consideró al mar patagónico como uno de los últimos refugiados globales de agua fría para este ecosistema. Proteger los bosques de Península Mitre es una necesidad y responsabilidad no solo para los fueguinos y argentinos, sino que para el mundo.
El último destino del equipo antes de la Antártida fueron los fiordos y glaciares chilenos de la Cordillera Darwin y Cabo de Hornos. Esta zona constituye uno de los pocos lugares de Chile que actualmente permanece sin impacto humano, al igual que la Península Mitre, pero con una gran diferencia, Cabo de Hornos se encuentra protegido.
Todos podemos ser agentes de cambio, inclusive ayudando a visibilizar la importancia de proteger estos lugares salvajes. El océano es uno solo, lo que hagamos o dejemos de hacer genera una diferencia.