El inminente adiós a los hielos del Ártico

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El Ártico, tal como se lo conoce o se lo conoció, se está despidiendo. Se calienta dos veces más rápido que el resto de la Tierra, y se prevé que el deshielo profundo y progresivo del permafrost en esta región comience en 30 a 40 años, según acaba de establecer un informe sobre la degradación de esta región septentrional elaborado por un grupo de científicos en el que participó la Agencia Atmosférica y Oceánica de Estados Unidos (NOAA).

El documento precisa que aunque en el 2020 no se ha batido el récord de 2012, se acercó mucho, y que la banquisa, es decir el hielo que flota en el agua, que se derrite en verano y se vuelve a formar en invierno, cada año tiende a derretirse un poco más durante el verano y a reconstituirse un poco menos durante el invierno.

Los datos que utilizaron los científicos son muy precisos debido a que los satélites han estado fotografiando y midiendo el Ártico de forma continua desde 1979, y sus observaciones no dejan ninguna duda sobre la realidad del deshielo.

El final del verano de 2020, puntualiza el informe, fue el segundo peor año registrado después de 2012, y la mitad del hielo marino ya se ha perdido en comparación con su nivel histórico.

Desde 2010, una nueva generación de satélites ha podido medir el espesor del hielo, y aquí tampoco hay buenas noticias: el hielo es más delgado, más joven y menos compacto.

El informe, denominado Arctic Report Card 2020 y publicado por la NOAA, compila una gran cantidad de cifras que ilustran la complejidad del sistema climático. “Lo que sucede en el Ártico -sostiene- no se queda en el Ártico, y el clima del resto del planeta, los vientos, las corrientes marinas influyen en lo que sucede en el Polo Norte”.

El documento revela que el Polo Sur está comparativamente más aislado, y refiere que el norte de Alaska tuvo en 2020 su febrero más frío en tres décadas, y también fue más frío de lo habitual en marzo en Svalbard, Noruega. Pero Siberia rompió récords de temperatura (entre 3 y 5 °C por encima de lo habitual) y experimentó incendios extremos en la primavera.

En total, la temperatura del aire en la superficie del Ártico durante el período 2019-2020 fue 1,9 °C más alta que la media de 1981-2010, y el segundo año más caliente registrado desde 1900.

Así, el fenómeno de la “amplificación ártica”, que hace que esta región se caliente más rápido que las latitudes medias, está en pleno apogeo.

El océano también se está calentando. En agosto, la temperatura del agua era entre 1 y 3 °C más caliente en la superficie que el promedio de 1982-2010.

Aquí, nuevamente, los fenómenos están interconectados y se retroalimentan entre sí. Cuando el hielo se derrite y deja al descubierto el océano, el agua absorbe más calor de la radiación solar, lo que a su vez empeora el derretimiento del hielo marino, pero desde “abajo”.

“Hay que entender que el Ártico es un sistema de componentes interconectados -explicó Donald Perovich, profesor de la Universidad de Dartmouth y coautor del capítulo sobre el hielo marino- cambias una cosa y esto genera un efecto dominó en todo el sistema”.

El adiós al hielo

La banquisa es un símbolo de estos cambios, al ser a la vez un indicador y un amplificador del calentamiento global. Su deshielo no contribuye directamente al ascenso del nivel de los océanos, pues ya está en el agua, pero incide indirectamente en ello al calentar las aguas.

El verdadero impacto, para los investigadores, se remonta a septiembre de 2007. Ese año, el derretimiento del hielo marino en verano fue extremo, y solo 2012 batió ese récord desde entonces.

“Nunca hemos vuelto a los niveles de 2006 o anteriores -dice el profesor Perovich- estamos en un nuevo régimen”.

En este marco, los modelos predicen que no habrá más hielo marino en verano entre 2040 y 2060. Cuando obtuvieron las mediciones en 2006, los investigadores aún no estaban convencidos de la tendencia, y dudaban de que el permafrost, la capa congelada durante todo el año, pudiera derretirse en el norte de Alaska. Sin embargo, ya predicen que eso comenzará a suceder en breve.

Mientras tanto, el casquete polar ártico registró este verano boreal su segunda menor superficie desde que comenzaron los registros hace 42 años.

Este año, la superficie mínima se constató el 15 de septiembre, en 3,74 millones de km2, según el Centro Nacional de Nieve y Hielo (NSIDC por su sigla en inglés) de la universidad de Colorado Boulder.

El casquete polar ártico es la capa de hielo que se forma en el mar en esas altas latitudes y, cada año, una parte se derrite en verano para volver a formarse en invierno. Pero con el calentamiento global, cada verano boreal se derrite una porción mayor que no alcanza a recomponerse en el invierno, por lo que se reduce cada vez más su superficie.

Los satélites observan estas áreas con mucha precisión desde 1979 y la tendencia a la baja es clara.

“Ha sido un año loco en el norte, con el hielo marino casi en el nivel más bajo de la historia, olas de calor en Siberia y enormes incendios forestales -señala Mark Serreze, subdirector del NSIDC- nos enfilamos hacia un Océano Ártico sin hielo estacional”.

Por su parte, Claire Parkinson, meteoróloga de la NASA, cuyos satélites miden el hielo en los polos, refiere que “la capa de hielo débil de este año está alineada con la tendencia de declive observada durante cuatro décadas”.

“Debido al derretimiento del Ártico, todos terminaremos expuestos a los efectos devastadores del cambio climático”, dice Laura Meller, de Greenpeace.

En cambio, el hielo marino de la Antártida se derritió rápidamente durante tres años hasta 2017, pero ahora se ha recuperado un poco, sin que estén muy claros los motivos. “Pero en el Ártico, la reducción fue más marcada desde 1996, aunque hay variaciones de un año a otro”, explicó Parkinson.

“Debido al derretimiento del Ártico, el océano absorberá más calor y todos terminaremos expuestos a los efectos devastadores del cambio climático”, estimó a su vez Laura Meller, de Greenpeace, quien está a bordo de un barco que salió del archipiélago noruego de Svalbard y estuvo en el borde del hielo. Mientras tanto, expertos en clima de la ONU advierten sobre catástrofes en cadena en un mundo 2° Celsius más caliente respecto a la era preindustrial, cuando el planeta ya sumó 1°C.

Un fenómeno de 1.500 años

Otro informe de científicos de Europa y Estados Unidos, mientras tanto, muestra como los procesos comerciales e industriales han alterado el medio ambiente en los últimos 1.500 años, y lo describieron a través de la contaminación por plomo hallada en el hielo del Ártico.

Esta contaminación por plomo viajó con corrientes de viento a través de la atmósfera y se asentó en lugares como la capa de hielo en Groenlandia y otras partes del Ártico.

Debido a la conexión del plomo a metales preciosos como la plata, y al hecho de que los niveles naturales de este metal en el ambiente son muy bajos, los científicos descubrieron que los depósitos en las capas de hielo del Ártico eran un indicador sensible de la actividad económica general a lo largo de la historia.

Los científicos utilizaron trece núcleos de hielo ártico de Groenlandia y el Ártico ruso para medir, fechar y analizar las emisiones de plomo capturadas en el hielo desde el año 500 hasta 2010 después de Cristo, es decir desde la Edad Media hasta el presente.

Este trabajo se basa en un estudio publicado en 2018 por algunos de los mismos investigadores que mostró cómo la contaminación por plomo en un solo núcleo de hielo de Groenlandia rastreó los altibajos de la economía europea entre el año 1.100 antes de Cristo y el siglo IX, lapso que incluye a los imperios griego y romano.

Incluso con altibajos a lo largo del tiempo, el estudio demostró que “el aumento de la contaminación por plomo en el Ártico durante los últimos 1.500 años ha sido exponencial”.

“Encontramos un aumento general de 250 a 300 veces en la contaminación por plomo en el Ártico desde el inicio de la Edad Media en el 500 dC hasta la década de 1970”, explica el estudio.

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