El rol clave de las selvas africanas contra el calentamiento global

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Un seguimiento de los árboles de 100 selvas tropicales diferentes en seis países africanos, reveló que los bosques intactos de todo el continente seguían eliminando 1.100 millones de toneladas de dióxido de carbono al año de la atmósfera durante el periodo de seguimiento de El Niño. Esta tasa equivale a tres veces las emisiones de dióxido de carbono del Reino Unido en 2019. Los hallazgos se publican en PNAS.

Durante 2015-2016 las selvas africanas experimentaron un calentamiento de 0,92 grados centígrados por encima de la media de 1980-2010, y la sequía más fuerte de la que se tiene constancia, ambas impulsadas por las condiciones de El Niño, además del cambio climático en curso. Este acontecimiento brindó a los científicos una oportunidad única para investigar cómo podrían reaccionar las vastas selvas tropicales de África ante el calor y la sequía.

La autora principal, la doctora Amy Bennett, de la Escuela de Geografía de Leeds, en Reino Unido, resalta en un comunicado: “No vimos ninguna desaceleración brusca del crecimiento de los árboles, ni un gran aumento de la muerte de los mismos, como resultado de las condiciones climáticas extremas. En general, la captación de dióxido de carbono por parte de estos bosques tropicales intactos se redujo en un 36%, pero siguieron funcionando como sumideros de carbono, frenando el ritmo del cambio climático”.

Las mediciones de árboles en parcelas de inventario a largo plazo en bosques intactos no afectados por la tala o el fuego se completaron justo antes de que se produjera El Niño 2015-2016. Las nuevas mediciones de emergencia de 46.000 árboles en 100 parcelas de la República Democrática del Congo, Gabón, Camerún, Ghana, Liberia y la República del Congo permitieron a los investigadores la primera oportunidad de investigar directamente cómo reaccionarían los bosques tropicales africanos a las condiciones más cálidas y secas.

El autor principal, el profesor Simon Lewis, de la Escuela de Geografía de Leeds, que dirigió el desarrollo de la red de observaciones forestales en toda África, explica en un comunicado que “la lucha de los equipos de campo para llegar a nuestros lugares remotos de la selva tropical mereció la pena por todas las dificultades a las que nos enfrentamos. Se trata de la primera prueba sobre el terreno de lo que ocurre cuando se calienta y se seca una selva tropical africana intacta. Lo que encontramos me sorprendió”, reconoce.

“Los bosques tropicales africanos parecen ser más resistentes a cierto calentamiento y sequía adicionales en comparación con los bosques tropicales de la Amazonia y Borneo”, añade. Los bosques tropicales africanos se encuentran en condiciones relativamente secas en comparación con los de gran parte de la Amazonia y el sudeste asiático. Los investigadores querían determinar si esto los hacía especialmente vulnerables a las condiciones climáticas extremas, o si la abundancia de especies arbóreas adaptadas a la sequía que se da en los bosques africanos significaba que eran menos vulnerables al calor y la sequía adicionales.

Los resultados mostraron que los árboles más grandes del bosque no se veían afectados en gran medida, mientras que los más pequeños crecían menos y morían más durante El Niño, posiblemente debido a que tenían menos acceso al agua que los árboles más grandes.

Sin embargo, estos efectos negativos sólo tuvieron un impacto modesto. Los bosques tropicales africanos siguieron funcionando como sumideros de carbono, ya que los cambios en los árboles más pequeños fueron demasiado pequeños para detener el aumento a largo plazo de la biomasa arbórea general observado en estos bosques durante las últimas tres décadas.

“Estos resultados demuestran el valor de un cuidadoso seguimiento a largo plazo de los bosques tropicales –destaca el profesor Lewis–. Los datos de referencia que se remontan a la década de 1980 nos permitieron evaluar la forma en que estas selvas tropicales se enfrentaron al calor y la sequía récord”. Las pruebas anteriores de redes de inventario similares en la Amazonia, que estudiaron las grandes sequías de 2005 y 2010, y en Asia, que estudiaron el gran episodio de El Niño de 1997-1998, muestran un crecimiento de los árboles sustancialmente más lento o una mortalidad de árboles mucho mayor en respuesta a la sequía y el calor extremos.

En todos estos casos, las condiciones condujeron a una detención temporal o a una inversión del sumidero de carbono de los bosques tropicales en estas regiones.

El profesor Bonaventure Sonké, de la Universidad de Yaundé I (CORRECT), en Camerún, apostilla que los resultados “ponen de manifiesto la importancia de proteger los bosques tropicales africanos, ya que nos prestan valiosos servicios a todos”. La resistencia de los bosques tropicales africanos intactos a un poco más de calor y sequía que en el pasado es una buena noticia –asegura–. Pero todavía tenemos que reducir rápidamente las emisiones de dióxido de carbono, ya que nuestros bosques probablemente sólo resistirán un aumento limitado de la temperatura del aire”.

El doctor Bennett añade que “los bosques tropicales africanos desempeñan un importante papel en el ciclo global del carbono, absorbiendo 1.700 millones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera cada año en la década de 2000. Descubrir que serán capaces de tolerar las condiciones previstas para el futuro próximo es una fuente inusual de optimismo en la ciencia del cambio climático”, destaca.

“Nuestros resultados suponen un incentivo más para mantener el aumento de la temperatura global en 1,5 grados centígrados, tal y como se recoge en el Acuerdo de París, ya que estos bosques parecen ser capaces de soportar aumentos limitados de temperatura y sequías”, concluye.

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