La incertidumbre acecha al futuro climático pese al desplome de emisiones

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¿Pan para hoy, hambre para mañana? más allá de los beneficios ambientales inmediatos del desplome de emisiones de CO2 por el parón económico y de la movilidad frente a la crisis del coronavirus, los efectos climáticos a largo plazo en los países son inciertos y complejos de determinar.

Los expertos advierten de que los escenarios climáticos a largo plazo podrían incluir estímulos económicos de los Gobiernos para favorecer las industrias contaminantes (acero, cemento, aviación) en una futura fase de expansión, superada la actual crisis sanitaria.

Por otra parte, tampoco se descarta la consolidación de nuevos patrones de movilidad ni el teletrabajo, factores todos ellos que impactarían en la demanda de petróleo y el balance de emisiones.

Está por ver qué harán los gobiernos tras la crisis sanitaria: si promoverán el repunte de la energía tradicional o un cambio de sistema con menores niveles de gases y de impacto climático, explican analistas climáticos del servicio Four Twenty Seven dependiente de la agencia Moody’s de calificación de riesgo financiero, en un articulo recién publicado.

“De la crisis del coronavirus las comunidades pueden aprender lecciones para prepararse frente a desastres cada vez mayores, y asimismo las instituciones financieras ante interrupciones repentinas de la actividad económica”, añaden los expertos.

Las emisiones del primer país afectado por la crisis del coronavirus, China, ya eran a mediados de febrero un 25 por ciento menores que semanas previas, mientras que las de dióxido de nitrógeno en Italia, a donde saltó posteriormente con mayor virulencia en Europa la pandemia están disminuyendo asimismo significativamente, según los datos de analistas.

En España, el segundo país europeo hasta el momento más afectado por COVID-19, la pandemia hace vaticinar una caída “espectacular” de gases contaminantes, según pronósticos recién publicados por el Observatorio de Sostenibilidad.

La crisis sanitaria está diluyendo la atención climática y “no será prioridad política a corto plazo”, sino que prevalecerá la protección de la salud de los ciudadanos y de las economías frente al COVID-19, como es lógico, por otra parte.

El debilitamiento del interés por el clima es ya evidente; muchos de los eventos cancelados estos días son de medioambiente y la celebración de la cumbre climática COP26 prevista para noviembre en la ciudad escocesa de Glasgow, se tambalea y podría ser pospuesta o anulada por el coronavirus.

En la Unión Europea (UE) el compromiso por un Pacto Verde para avanzar en la neutralidad de emisiones apenas tiene eco por una crisis del coronavirus que acapara como es lógico portadas mientras la investigación climática se ve salpicada por la paralización o cancelación de grandes proyectos científicos.

Pero, según los expertos, dejar totalmente de lado el problema del cambio climático inmersos ahora en la gravedad de la crisis sanitaria global no eximirá a aquel de sus efectos: si una tormenta devastadora o un megaincendio obliga a los vecinos a abandonar sus casas y confinarse en espacios abarrotados, aumentarán los riesgos de contagio.

Ante estas eventualidades climáticas además, en un marco de incertidumbre como el actual, los costes para la salud pública y la economía se agravarían aún más, dado lo mermadas que están ya las cadenas de producción y de suministro.

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