La población de tiburones se diezma cada año para hacer sopas de aleta

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La sopa de aleta de tiburón, un manjar digno de bodas y otros banquetes, puede considerarse una de las propuestas culinarias más sofisticadas de Asia, pero también de las más nocivas para el ecosistema marino. Como es obvio, para poder elaborar el consomé es necesario privar violentamente al escualo de su apéndice, lo que termina implicando un índice de mortalidad gravísimo para estas poblaciones, frágiles frente el riesgo de extinción. Tan alto como un 17% anual en el caso de los tiburones oceánicos de puntas blancas, según un estudio publicado en Conservation Biology que pone cifras por primera vez al peligroso declive de los escualos en el Pacífico.

 
Junto al notable descenso anual en la población de tiburones oceánicos (vulnerables según la Lista Roja de especies amenazadas), también se registró una pérdida del 7% anual en la población de marrajos (vulnerables) y del 5% anual entre los tiburones azules del Pacífico Norte (casi amenazados), también muy apreciados por los chefs orientales. Estas cifras son más sangrantes si se tiene en cuenta que se trata del porcentaje de desaparición de estos escualos que se ha venido dando año a año a lo largo de tres lustros, entre 1995 y 2010.
 
“Estos resultados no hacen sino aumentar la preocupación por la sostenibilidad futura de las poblaciones de tiburones del Pacífico”, explica la responsable del estudio, Shelley Clarke. En concreto, la mayor preocupación la representan los tiburones oceánicos debido a su lento ritmo de reproducción, lo que impide que las poblaciones se repongan con facilidad. Desde ese punto de vista, el descenso anual del 5% entre los tiburones azules, más prolíficos, indica el vertiginoso ritmo de captura al que se ven sometidos y que no son capaces de compensar.
 
 
El estudio lamenta que la prohibición de los aleteos (cercenar las aletas y arrojar el animal al mar), en vigor desde hace años en la mayoría de los países, no está logrando su objetivo de reducir el número de tiburones muertos, y señala como culpables a la escasa implicación de las autoridades y al aumento de los mercados de carne de escualo.
 
“Estos hallazgos resaltan el mensaje conservacionista de que la prohibición del aleteo no se aplica adecuadamente, y que por sí sola no es suficiente para revertir el proceso de disminución de la población de tiburones”, explica en una nota Sonja Fordham, responsable de la organización para la defensa de los tiburones Shark Advocates International.
 
Los investigadores analizaron los detallados registros de captura recopilados por observadores a bordo de embarcaciones de cerco y de palangre en el Pacífico a lo largo de esos años y los cruzaron con datos de otros organismos especializados para averiguar cuántos de estos animales se capturaban y se vendían posteriormente en las pesquerías.
 
España, principal responsable
 
La responsable del estudio insiste en recordar un dato que no aparece en su investigación: el importante papel que España desempeña en el mercado de tiburones. Lidera el listado de los 82 países que exportaron aletas de tiburón a Hong Kong en 2011, ya que fue el que mayor cantidad de aletas de tiburón sirvió en la lonja oriental. En concreto, el año pasado Hong Kong importó alrededor de 860 toneladas de aletas provenientes de España, lo que representa el 14% del total.
 
“Esta cifra sólo refleja las aletas de tiburón que se exportaron desde los puertos españoles”, explica Clarke, “dado que los barcos españoles pescan por todo el mundo, la cantidad real producida por España es probablemente mayor”. España es, junto a Portugal, el único miembro de la UE que todavía permite a sus pescadores cercenar las aletas de los tiburones en el mar y llevarlas a tierra separadas de los cuerpos, lo que impide comprobar si se respeta la prohibición de aleteo y la recogida de datos específicos, denuncia Clarke.
 
La Unión Europea prohibió el aleteo en 2003, y en marzo reforzó sus normas de pesca de tiburón al obligar a los pescadores a llevar a puerto los tiburones de una sola pieza. Distintos cálculos sitúan entre 26 y 73 los millones de tiburones que mueren cada año con la intención principal de comerciar con sus aletas.
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